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La VIII Marcha Amarilla en Salamanca: Un paso más en la visibilización de las enfermedades raras

El amarillo ilumina una realidad que queda en la sombra de la indiferencia y muestra que lo raro no es quien sufre la enfermedad, sino quien elige no verla

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La VIII Marcha Amarilla en Salamanca: Un paso más en la visibilización de las enfermedades raras
Fotos: Arai Santana
Teresa Sánchez
Teresa Sánchez
Lectura estimada: 2 min.
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El amarillo ha lucido con fuerza este 23 de febrero en las calles de Salamanca, cuando cientos de personas se reunieron en la Plaza del Liceo para dar inicio a la VIII Marcha Amarilla, un evento solidario organizado por Aerscyl con el objetivo de dar voz y visibilidad a las personas con enfermedades raras.

Con un recorrido de dos kilómetros, la marcha culminó en el parque Antonio de Nebrija, donde los participantes disfrutaron de una energizante clase de zumba y participaron en un emotivo sorteo.

La imagen de la marea amarilla avanzando por las calles no solo captó la atención de los viandantes, sino que también transmitió un mensaje poderoso: las enfermedades raras afectan a miles de personas, pero lo que realmente las convierte en 'raras' no es su baja incidencia, sino la falta de conciencia y normalización en la sociedad.

El amarillo, color que simboliza la luz y la atención, no está elegido al azar. Representa el esfuerzo por iluminar una realidad que muchas veces queda en la sombra de la indiferencia. Familias, afectados y voluntarios marcharon juntos con sus gorras amarillas recordando que la inclusión y el reconocimiento de estas enfermedades son esenciales para mejorar la investigación y la calidad de vida de quienes las padecen.

Con la fuerza de cada paso y el eco de cada palabra, la VIII Marcha Amarilla demostró una vez más que la visión colectiva es clave para cambiar la percepción social. No se trata solo de un evento, sino de una llamada de atención a la necesidad de empatía, investigación y políticas que respalden a quienes conviven con estas patologías.

Mientras el amarillo siga brillando en las calles cada febrero, la esperanza de una mayor comprensión y apoyo también seguirá creciendo. Porque lo raro no es quien sufre la enfermedad, sino quien elige no verla.