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Silencio, humildad y fe: la Hermandad Franciscana conmueve a Salamanca en su procesión del Sábado de Pasión
Con un desfile austero y profundamente recogido, la Hermandad más joven de la ciudad recorre el corazón histórico en una noche marcada por la devoción y el respeto
A las 22:00 horas en punto del Sábado de Pasión, el centro de Salamanca quedó envuelto en un silencio que solo la devoción sabe imponer. Desde los escalones de la Iglesia de San Martín, en plena calle Quintana, comenzaron a descender con serenidad los hermanos que precedían a la imagen del Santísimo Cristo de la Humildad, marcando el inicio de una de las procesiones más íntimas y sobrecogedoras de la Semana Santa salmantina.
La Hermandad Franciscana, la más joven de la ciudad, nació con un propósito claro: sostener la fe y brindar ayuda a los cristianos perseguidos en Tierra Santa. Fiel a ese espíritu, desde su primer desfile en 2018 ha defendido una forma de penitencia austera, sin estridencias, profundamente inspirada en la espiritualidad franciscana.
Ocho hermanos cargan con la estructura del paso, que presenta una estética insólita en las procesiones locales: una cruz inclinada, de gran tamaño, sin ornamento floral ni iluminación, reflejo absoluto de la humildad. Guiados por los golpes secos del jefe de paso sobre la base de la cruz, descienden los peldaños del templo con precisión, iniciando así un recorrido de dos horas por las calles del casco histórico.
La talla, obra de Fernando Mayoral, muestra a Cristo vivo en la cruz justo antes de pronunciar la Primera Palabra. No hay heridas abiertas ni sangre abundante, solo unos hematomas sutiles en la piel, como el del pómulo derecho. La corona de espinas está tallada en la propia madera, y la policromía mate contribuye al recogimiento que la imagen transmite. Se trata de una obra que no necesita gritar para conmover.
La indumentaria de los hermanos refleja el mismo espíritu: túnica de lana marrón como la de San Francisco, sandalias de cuero, cordón franciscano a la cintura y una cruz de tau colgando al cuello, tallada en madera de olivo por artesanos de Belén.
El cortejo avanza en completo silencio. Ni vítores, ni aplausos, solo el sonido leve de los pasos y el recogimiento de los cientos de salmantinos que acompañan la imagen. La Hermandad lo solicita expresamente, y el público responde con respeto. Porque para admirar una procesión, no hace falta aplaudir: basta con mirar y dejarse tocar por el alma del momento.
El recorrido serpentea por las calles más emblemáticas del centro histórico: desde la plaza de San Benito a la calle Compañía, Libreros, Anaya, Tentenecio o el Patio Chico, donde tiene lugar un acto oracional con acompañamiento coral que culmina en un ambiente de especial emoción. El regreso a San Martín se realiza por las mismas calles con las que comenzó la marcha, completando así un trayecto que es tanto físico como espiritual.
La Hermandad custodia además un valioso patrimonio artístico: una cruz de guía inspirada en el Cristo de las Batallas de la Catedral, obra de Ricardo Flecha, y una tabla del Cristo de San Damián, pintada por Paloma Pájaro, que dialoga con la raíz franciscana de la corporación.
Una noche de silencio, austeridad y fe respetada por la lluvia. Una procesión joven, sí, pero con el alma antigua del verdadero recogimiento. Salamanca, una vez más, respondió con respeto y admiración.
A las 12.15 horas, Jesús Amigo de los Niños desde la Catedral Nueva; a las 17.00 horas, Jesús del Perdón desde la Catedral; y a las 17.30 horas, Jesús Despojado desde la Iglesia de la Purísima
Con un desfile austero y profundamente recogido, la Hermandad más joven de la ciudad recorre el corazón histórico en una noche marcada por la devoción y el respeto
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