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La vieja fábrica de lanas, un dolor de cabeza para Chamberí del que nadie se hace responsable

Los vecinos, ante una construcción ruinosa que 'invade' una comunidad de propietarios, amenaza la salubridad e impide solucionar problemas evidentes de movilidad

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Teresa Sánchez
Teresa Sánchez
Lectura estimada: 4 min.
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Compraron su nueva cada con la ilusión ingenua de quien estrena algo propio. En un barrio vetusto pero en continua aspiración por renovarse por más piedras que se encuentren en el camino, un edificio moderno con paredes impolutas y el olor a recién pintado que prometía comienzos felices. Frente a él una vieja fábrica cerrada desde 1984 que, decían, aguardaba su demolición inminente. Solo cuestión de meses, aseguraban.

Pero los meses se hicieron años, y la fábrica sigue ahí. Cada día más derruida, enorme cuando se ve desde el exterior, pero más vencida por el tiempo. Al abrir la ventana de cualquiera de las viviendas del número 63-69 de la avenida Lasalle de Salamanca, lo único que se ve es un muro de hormigón a apenas diez metros de distancia en el que han aparecido agujeros que permiten ver el interior lleno de escombros y restos de material sin valor alguno, como un recordatorio de que hay cosas que simplemente no desaparecen. El tejado, perforado por el abandono, se ha convertido en un santuario de palomas y pájaros que anidan entre las vigas oxidadas.

Abajo, un patio común separa el edificio de la ruina. Estaba destinado a ser zona de recreo para los vecinos pero es un terreno baldío, sin vida. Nadie baja. Nadie quiere estar ahí.

 

La fábrica de Basilio Redondo, fundada en 1948, fue una destacada industria textil ubicada en el barrio de Chamberí, Salamanca. Durante casi cuatro décadas, se dedicó a la producción de lana, beneficiándose de su proximidad a la estación ferroviaria local para el transporte de mercancías. Tras su cierre definitivo en julio de 1984, el edificio quedó en desuso y ha experimentado un progresivo deterioro y preocupación vecinal.

Más de 10.000 metros cuadrados de superficie, según se recoge en los planos del catastro donde también recibe la calificación de construcción "ruinosa".

 

Además la antigua fábrica de lanas no solo es un foco de ruina y suciedad, sino también un problema de seguridad creciente. A través de huecos en el vallado roto, personas ajenas al barrio acceden al recinto, convirtiéndolo en un refugio improvisado. La presencia de individuos en posible situación de drogodependencia genera inquietud entre los vecinos, que ven cómo el deterioro del edificio va más allá de lo estético y afecta directamente a su tranquilidad. Entre escombros, materiales peligrosos y un entorno degradado, la inseguridad se ha instalado junto a sus hogares.

 

 

Los residentes llevan años exigiendo una solución definitiva, una demolición prometida pero nunca ejecutada, mientras la fábrica sigue ahí, como una sombra persistente en sus vidas.

Ha habido denuncias, instancias de la Comunidad y también personales ante el Ayuntamiento, e incluso se ha recibido la visita desde alguna de las concejalías para estudiar la situación aunque por el momento con las 'manos atadas'. También se ha buscado una vía para solucionar el asunto a través del procurador del común. 

 

 

La fábrica es de propiedad privada, de una constructora, y al Consistorio hasta ahora le ha tocado actuar como una especie de 'árbitro' que ha realizado diferentes peticiones a la propiedad, que actualmente tiene un requerimiento, pero ya se sabe que los trámites administrativos son lentos y no hay plazos claros sobre un posible final a la pesadilla de los vecinos.

Más allá de limpiezas puntuales del solar y cierres de algún acceso abierto, la propiedad no ha hecho nada en todos estos años. Incluso son trabajadores municipales los que, según aseguran los vecinos, visitan de forma casi semanal la fábrica para evitar que la presencia cada más notable de aves acabe convirtiéndose en un problema serio de salubridad.

La presencia de la fábrica abandonada también impacta directamente en la movilidad del barrio. Su estructura colinda con la avenida Lasalle y, al mismo tiempo, levanta un muro infranqueable en la estrecha calle Mayor de Chamberí, donde una pequeña acera apenas permite el paso de una persona. Para quienes tienen dificultades de movilidad o dependen de una silla de ruedas, transitar por la zona se convierte en una odisea.

 

 

Un vallado en la esquina, colocado para evitar riesgos, bloquea aún más el paso y obliga a desvíos constantes, haciendo que lo que debería ser un simple trayecto se transforme en un obstáculo diario para los vecinos. La situación actual de la fábrica refleja el desafío de gestionar áreas urbanas en transformación porque en una vía tan estrecha la posibilidad de aumentar el ancho de la acera más allá de la desaparición del 'muro'. 

En definitiva, un auténtico dolor de cabeza al que no se le acaba de dar solución y que se añade a problemas y reivindicaciones que no faltan en una zona de la ciudad de Salamanca tan alejada del centro, en la que su peculiar historia y situación, tan diferente a la de otros barrios de la capital.

Por ejemplo, se siguen pidiendo más frecuencias de autobuses o llama la atención la proliferación de parcelas sin construir que son un foco quejas. Este problema hace años se intentó remediar en planes como el Área de Rehabilitación Integral de Chamberí, llevado a cabo por el Patronato Municipal de la Vivienda pero sigue patente en muchos de los solares, circunstancia que se agrava en ocasiones por los cables de luz o telefonía que los rodean y que se han convertido en un auténtico peligro.