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"Todo llega, siempre hay esperanza": la lucha de Larbi por un trasplante de riñón

Tras años de lucha contra una insuficiencia renal, Larbi recibió el trasplante que le devolvió la esperanza y una nueva oportunidad de vivir plenamente

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"Todo llega, siempre hay esperanza": la lucha de Larbi por un trasplante de riñón
Larbi, trasplantado de riñón en Salamanca (Fotos: Arai Santana)
Tamara Navarro
Tamara Navarro
Lectura estimada: 4 min.

El 13 de marzo, Día Mundial del Riñón, es una fecha para concienciar sobre la importancia de la salud renal y la donación de órganos. Para Larbi, este día tiene un significado especial. Su historia es un testimonio de lucha, resistencia y esperanza.

Marroquí de nacimiento, Larbi vive en Salamanca desde hace una década junto a su inseparable mujer Raquel y sus dos hijos, quienes no lo sueltan de la mano. Su vida dio un giro inesperado cuando, en una revisión rutinaria por una subida de colesterol, descubrieron que algo no iba bien. En Nefrología del hospital, recibió la peor noticia: "sus riñones funcionaban sólo al 21%".

Hasta entonces, nunca había notado síntomas. La primera prueba fue una biopsia, donde le confirmaron que tenía nefropatía IgA. "No es hereditaria, sus familiares no lo padecen". Le iniciaron un tratamiento con corticoides, cuyo único objetivo era "alargar la vida de sus órganos, no para mejorar, no se mejora con nada".

La vida comenzó a volverse cuesta arriba. Luego llegó la pandemia de coronavirus, que lo afectó profundamente. "Me afectó mucho y bajó completamente el rendimiento de mis riñones". Lo prepararon para la prediálisis, donde estuvo sólo tres meses. Todo corría prisa.

"Hoy se donan cada vez más órganos, y con cada donación, se regala vida"

Después llegó la hemodiálisis. Para mantener su vínculo con Marruecos, decidieron optar por la diálisis peritoneal, que permitiría viajar y reencontrarse con su familia tras años sin verlos. "Empezamos con la peritoneal, estuvimos seis meses, cinco operaciones pero falló". Mientras tanto, siguió con hemodiálisis.

Más tarde, le hablaron de la hemodiálisis domiciliaria, una opción que permite recibir el tratamiento en casa. "Nos lo pensamos y decidimos hacerlo". Así estuvo cuatro meses, hasta que llegó la noticia que tanto anhelaban: el trasplante. "Cada vez fui a peor, sin ánimo. El día que me tocaba diálisis ya no dormía por las noches". Además, durante los tratamientos, su tensión se disparaba.

"Te cambia la vida totalmente", confiesa Larbi. Habla con crudeza de la dureza de los tratamientos: "No tienes ganas de ver a nadie. He visto a personas mayores que salen del tratamiento y las tienen que ayudar a subir a la ambulancia, es muy duro. Mucha gente cree que se trata de algo sencillo y no es así. Hablamos de tres veces a la semana y varias horas seguidas, sales como si te hubieran dado una paliza".

"Cada vez fui a peor, sin ánimo. El día que me tocaba diálisis ya no dormía por las noches"

Hasta que la enfermedad toca de cerca, la gente no entiende lo que significa. "Es una vida muy dura". Y no sólo para él, sino para su familia. "La gente de alrededor, tu familia, lo pasa muy mal. Tienes limitaciones alimentarias, no puedes llevar a cabo una vida normal".

La espera para el trasplante puede ser larga, hasta un año y medio. Pero Larbi tuvo suerte: llegó en sólo un mes. "Saltábamos de alegría, no nos lo esperábamos. Dimos tres números de teléfono y teníamos que estar pendientes. Además, me llamó mi médico, con el que todo empezó".

Fueron dos los candidatos, pero finalmente fue él quien recibió el riñón. "Es lo que esperamos tanto pacientes como familias. Te pones muy nervioso, pero es la mejor noticia".

Desde el trasplante en el hospital de Salamanca, su vida ha cambiado por completo. "Puedo hacer deporte, comer ciertas cosas que antes no. Estaba siempre enfadado, ahora la vida familiar ha cambiado mucho". Para Larbi, este riñón ha sido un regalo. "Estaremos siempre agradecidos a esa familia que decidió donarlo. Entendemos que fue una persona joven a la que no le tocaba irse".

"Ahora puedo volver a trabajar, algo que antes me resultaba impensable"

 

Hoy, Larbi ha podido volver a trabajar como taxista, algo que antes le costaba demasiado. Ha aprendido a valorar la vida desde otra perspectiva. "Lo ves con otros ojos".

Junto a la Asociación Alcer, ha encontrado apoyo y una segunda familia. "Nos ayudan en todos los sentidos. Desde el minuto uno te acogen con los brazos abiertos. Recuerdo cómo Marga, la trabajadora social, me acompañó hasta en el hospital, aparte de otros papeleos como la discapacidad... Están siempre ahí", dice Raquel.

Ahora, Larbi y su familia ven la vida de otro modo. Saben que hay que tomarlo con calma y con ánimo. "Todo llega. No se ve la luz al final del túnel, pero siempre hay esperanza. El riñón puede llegar en cualquier momento".

En este Día Mundial del Riñón, su historia es un recordatorio de que al final del túnel, siempre hay luz. Gracias a la donación de órganos, muchas personas pueden volver a vivir. "Hoy se donan cada vez más órganos, y con cada donación, se regala vida".

 

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