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Ingeniería y arquitectura al servicio de la historia: así se salvó la iglesia de San Martín

La limpieza y el embellecimiento han culminado la restauración del templo, pero las intervenciones estructurales están ocultas a los ojos de los visitantes

Detalles del interior del templo y de los refuerzos, abrazaderas y tensores repartidos por el techo y los muros de la iglesia para redistribuir su peso. (Fotos: A. Santana)
Daniel Bajo Peña
Daniel Bajo Peña
Lectura estimada: 2 min.

La iglesia de San Martín reabrió el día de su santo, 11 de noviembre, culminando un largo periodo de restauraciones para salvar la estructura del edificio y ponerlo 'presentable'.

San Martín llegó a Salamanca con el pie izquierdo. La iglesia se construyó a mediados del siglo XII y ya en el XIII "se llevó a cabo una acción conjunta de refuerzo, intentando evitar así un inminente estado de ruina", explica el informe de estudios e intervenciones elaborado por la Junta de Castilla y León para justificar la intervención.

Desde entonces y hasta 2019 pasó por todo tipo de calamidades (incendios, restauraciones chapuceras, modificaciones estructurales...). Si seguía en pie era porque la sostenían los edificios vecinos. En 2019, al fin, comenzó a ejecutarse un plan sistemático de reformas, culminado este 2023 con la guinda del pastel: embellecimiento, limpieza, cambio de luces, repintado, etc. 

Tejado de pizarra original de San Martín, actualmente en una bajocubierta. (Foto: A. Santana)

La arquitectura y la ingeniería modernas han salvado a San Martín, pero sus intervenciones más relevantes, sin embargo, están ocultas a ojos de los visitantes.

Por ejemplo, hablamos de que durante estos años se han colocado sensores láser que controlan en tiempo real la estabilidad del edificio y que 'avisan' si algo se sale de lo normal, de que se han redistribuido las cargas en la cabecera del edificio y de que se han colocado tensores sobre las bóvedas de cañón originales para aliviar el esfuerzo de la estructura y, literalmente, evitar que algunos cascotes puedan venirse abajo. 

Uno de los tensores de metal, a la izquierda de la imagen, colocados para reforzar la estructura. (Foto: A. Santana) 

También se han arreglado los desplazamientos de los sillares, se han sellado grietas para evitar humedades, se han repasado las cubiertas, se han recolocado las mallas que cierran el tejado y evitan el anidamiento de aves, se han limpiado los sistemas de evacuación de aguas y hasta se han cambiado las telas que cubren las ventanas por un tejido traslúcido que favorece la iluminación natural.  

Nuevas telas traslúcidas en una de las paredes de la nave central. (Foto: A. Santana)

Han sido, en resumen, años de intervenciones tan discretas como importantes. Una iglesia tan antigua siempre tendrá achaques, pero los problemas de estabilidad que amenazaban la misma existencia del templo ya son cosa del pasado.