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Servicios públicos y concesionalidad (IV)

Hasta 4.000 personas mueren cada día en el mundo por la escasez de agua potable y las enfermedades derivadas del agua estancada

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Servicios públicos y concesionalidad (IV)
Imagen del Mar de Aral, entre Uzbekistán y Kazajstán, muestra mundial de lo que no debe hacerse en el manejo del agua.
Ramón Tamames Gómez
Ramón Tamames Gómez
Lectura estimada: 8 min.

Proseguimos con el estudio jurídico-económico de la concesionalidad y otras cuestiones en la prestación de servicios públicos de gran envergadura. Y en la sesión de hoy de nuestra serie nos referimos esencialmente al agua, que se menciona como una de las cuestiones básicas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de las Naciones Unidas. Todo ello en pro de una mejor gestión universal del líquido elemento, indispensable para la vida. Por eso tiene tanta importancia que las políticas del agua sean sostenibles.

El acceso universal al agua como servicio público

La disponibilidad de agua por los humanos (sea azul, verde o dorada, y con estas o aquellas infraestructuras) es una necesidad vital que se debe cubrir en términos de servicio público. La Asamblea General de la ONU reconoció esa necesidad como un derecho básico de los humanos.

Y es que el agua es algo fundamental, desde el momento en que las grandes civilizaciones cimentaron su progreso y su desarrollo en torno a la misma, viéndose muchas de ellas condicionadas por su escasez. Hoy en día, los recursos hídricos suponen un reto cada vez más difícil, debido a la explosión demográfica: la Tierra cuenta con 7.700 millones de habitantes y, según el Fondo de Población de la ONU, en 2100 se alcanzará la cifra de 10.100 millones. Además, resulta indiscutible la aspiración general de disponer de un mejor nivel de vida, lo que se refleja en todo lo que sigue en esta entrega de nuestra serie para los lectores de Tribuna.

Agua y Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

A escala mundial, en 2015, se concluyeron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), segunda versión de los objetivos mundiales previstos en el año 2000, para el período 2016-2030. Cuestiones se debatieron en la cumbre de septiembre de 2015 de Naciones Unidas, uno de cuyos puntos esenciales, el 6, fue el acceso universal al agua y el saneamiento para todas las personas.

En la actualidad, una décima parte de la población mundial, más de 800 millones de personas, continúa sin acceso al agua potable, y un tercio -2.500 millones- carecen de servicios de saneamiento. Todo ello se traduce en un elevado índice de enfermedades y sobre todo de mortalidad infantil. Por ello, está claro el desafío ODS que supone facilitar agua y servicios de saneamiento a todos, teniendo en cuenta que la población llegará a los 9.000 millones de habitantes en 2030, y que para entonces la demanda de agua será un 30 por 100 superior a la actual.

En pro de una mejor gestión universal

Según los criterios más extendidos en la gestión de cualquier bien (y el agua lo es), hay que dejar atrás el modelo lineal de producción propio de la Revolución industrial que se ha aplicado durante los últimos ciento cincuenta años y ha derrochado buena parte de los recursos de la naturaleza.

En su lugar, la nueva economía verde y circular, centrada en la sostenibilidad debe promover un uso eficiente de los recursos renovables, dotar de rentabilidad a los diferentes procesos, y reutilizar buena parte de los coproductos y subproductos de estos. Y dentro de esa política el agua ocupa un lugar más que relevante.

De acuerdo con ese punto de vista, la gestión del ciclo integral del agua debe hacerse con buenas prácticas, exigibles en todas las esferas y usos del hídrico elemento, tanto en los procesos industriales como en la extracción y producción de hidrocarburos y de energía eléctrica así como en la cadena alimentaria.

Y lo que es más importante, como sostiene Ángel Simón -Presidente de Aguas de Barcelona y Vicepresidente de Suez-, los problemas del agua no se deben tanto a la escasez del recurso como a una mala gestión. Es una cuestión de buena gobernanza: en las condiciones actuales, la búsqueda de un futuro de progreso exige, más que nunca, la colaboración público-privada (CPP). Esto es, una buena orquestación de iniciativas y esfuerzos. 

Contamos con soluciones para afrontar los retos del agua en cada zona del planeta, y también con las herramientas adecuadas para colaborar y cooperar, pues hay reservas suficientes que se pueden utilizar con nuevos modelos de gestión. Es una responsabilidad de todos: de las personas, de las administraciones, de las organizaciones internacionales, de las universidades y de las empresas. Si somos capaces de construir un liderazgo colectivo para alcanzar un modelo de desarrollo sostenible, el agua dejará de ser ese factor histórico que ha contribuido a la desigualdad entre los pueblos para convertirse en un motor fundamental para la igualdad de todos y para el bienestar .

Todo lo anterior significa que se necesitan suficientes inversiones en las zonas menos desarrolladas. En las que cuentan con cierta distribución organizada se genera un problema crónico, tal como expone Catarina de Albuquerque, primera relatora de las Naciones Unidas sobre el derecho humano al agua y vicepresidenta de Sanitation and Water for All (SWA): muchas veces las tarifas son "demasiado bajas", para garantizar el equilibrio social del sistema.

Por ello "el precio debe aumentar, al tiempo que debe haber una tarifa social para los colectivos más desfavorecidos". En otras palabras, las Naciones Unidas afirman que para garantizar el derecho al agua hay que hacerse cargo de los costes del servicio cuando los consumidores no pueden cubrirlos de manera total o parcial.

La tarifa debe reflejar, al menos, el coste real del agua, según manifiesta Martínez Dalmau, consultor de PwC, quien critica el "elevadísimo número de administraciones que tienen competencias en este ámbito, lo que provoca que poblaciones con una estructura de recursos hídricos similar tengan tarifas muy diferentes. Debe haber una metodología única común a todo el Estado, que establezca un precio justo".

La sede de las Naciones Unidas en Nueva York, donde el año 2000 se aprobaron los ODS

 

Sostenibilidad en la política del agua

"El agua, los alimentos y la energía son elementos esenciales en el fomento del desarrollo sostenible", dice Gro Harlem Brundtland, primera ministra noruega entre 1990 y 1996, directora de la Organización Mundial de la Salud entre 1998 y 2003 y enviada especial sobre el Cambio Climático de la ONU hasta 2010. De ahí que resulte alarmante que "en la actualidad, más de mil millones de personas vivan en regiones con escasez de agua y más de tres millones podrían encontrarse en esta situación en 2025", advirtió la doctora. Esas expresiones surgieron en la conferencia que impartió en el acto organizado por Agbar para celebrar el Día Mundial del Agua de 2015: "Por ello, este debe ser el año de la esperanza en lo que se refiere al crecimiento sostenible", señaló Brundtland.

Entre las diferentes medidas que hay que adoptar a nivel mundial para potenciar un crecimiento sostenible, Brundtland señaló que "el mercado debe reflejar todos los costes ecológicos y humanos de las decisiones económicas y establecer señales de precio que dejen claras las consecuencias de la acción y también de la inacción". Ello se traduce en que "la contaminación ya no puede ser gratuita y las subvenciones deben ser transparentes".

En cualquier caso, la Sra. Brundtland dijo sentirse optimista con las perspectivas relativas a este asunto para este año ya que, a su entender, "resulta esperanzador que hoy haya un mayor reconocimiento y más preocupación real acerca de las distancias crecientes, tanto dentro de los países como entre ellos".

Gro Harlem Brundtland, promotora que fue en 1997 del gran estudio sobre sostenibilidad ecológica, se ha ocupado también de temas del agua

Datos preocupantes

Las aspiraciones expuestas se basan en el hecho de que el cuerpo humano puede aguantar días e incluso semanas sin comer, pero muy poco tiempo sin beber. Además, el simple acto de lavarse las manos con regularidad es una de las mejores formas de eliminar gérmenes y evitar enfermedades. Actividades cotidianas que, mientras unos disfrutan, de manera inconsciente suponen privilegios en no pocas áreas del planeta.

En algunos países la responsabilidad de recolectar agua a diario recae en mujeres y niñas, que invierten un 25 por 100 de su día en conseguir este preciado líquido para sus familias. Hasta 4.000 personas mueren cada día en el mundo por la escasez de agua potable y las enfermedades derivadas del agua estancada.

Para alertar sobre este recurso tan necesario, el 22 de marzo de cada año está marcado con una cruz en el calendario de la Asam-blea General de las Naciones Unidas, que lo consagra como Día Mundial del Agua para llamar la atención sobre la importancia y la defensa de la gestión sostenible del stock hídrico.

Más en concreto, con el Día Mundial se invita a todas las naciones del mundo a la celebración de actividades concretas, como el fomento de la conciencia pública a través de la producción y difusión de documentales, así como la organización de conferencias, mesas redondas, seminarios y exposiciones relacionadas con la conservación y desarrollo de los recursos hídricos.

Es una jornada para debatir cómo deben gestionarse los recursos hídricos en el futuro. Una interacción imprescindible para erradicar la pobreza y garantizar una vida digna para todo el planeta. Así, es importante mimar este recurso que, en pleno siglo XXI, todavía causa estragos en muchas zonas con difícil acceso. Esto hace de la gobernanza y la tecnología las claves para garantizar el agua potable y el saneamiento en cualquier lugar del mundo.

Sobre las hidrotarifas

El manejo de las tarifas de agua es fundamentalmente para influir en su uso y consumo sostenibles. En ese sentido es interesante poner de relieve la política del Estado de Israel, que estableció en su momento un fuerte impuesto sobre el consumo excesivo de agua en los hogares. De ese modo, muchos de los consumidores pasaron de sus húmedos greens al césped sintético, y sustituyeron las plantas que necesitan mucho riego por especímenes autóctonos más resistentes a las escasas precipitaciones del país.

El impuesto sobre uso excesivo doméstico fue retirado a fines de 2009, y entonces se introdujo un sistema de tarifas de dos niveles; de manera que el precio más bajo de la cantidad asignada básica se compensa con un precio más alto para quienes consumen por encima de ella. Además, se aconseja a la población reducir el tiempo de ducha a no más de dos minutos. Así las cosas, el mejor uso del agua ha llevado a una reducción del 18 por 100 en el consumo en los hogares.

Con esas y otras medidas, Israel no tiene actualmente problemas de abastecimiento: el temor a la escasez ha desaparecido. Eso se debe también al gran esfuerzo que se realiza para la desalación del agua del mar Mediterráneo, así como para la depuración de las aguas residuales. Más del 50 por 100 del agua que se consume en los hogares, la agricultura y la industria israelíes se produce en desaladoras o proviene de las nuevas y grandes depuradoras.

Todo ese cambio se generó como consecuencia de la sequía que comenzó en 2005 y que tuvo su peor momento en el invierno de 2008 a 2009. Las fuentes principales de agua natural del país -el mar de Galilea en el norte y los acuíferos de las montañas y de la costa- se vieron seriamente mermadas, lo que amenazó, de manera colateral, con deteriorar de manera irreversible deterioro la calidad del agua.

No obstante, algunos israelíes se muestran cínicos con respecto a la llamada revolución del agua de su país. Así, Tsur Shezaf, productor de vino y aceitunas en la zona antes desértica del Neguev, arguye que la desalinización no pasa de ser, básicamente, una privatización del suministro que beneficia a unas cuantas corporaciones; mientras que el reciclaje para la agricultura permite al Estado vender dos veces la misma agua.

Dejamos aquí el tema hasta la próxima semana, y como siempre, los lectores de Tribuna pueden relacionarse con el autor a través del correo electrónico castecien@bitmailer.net.

 

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