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Manuel Diosleguarde brilla con capote y muleta en la Copa Chenel pero falla con la espada

El torero charro, con temple y un sereno valor para pisar los terrenos adecuados, acabó logrando muletazos de mucho peso

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Manuel Diosleguarde brilla con capote y muleta en la Copa Chenel pero falla con la espada
V.T.P.C
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Lectura estimada: 2 min.

El diestro alcarreño Víctor Hernández, que paseó sendas orejas de su lote, salió a hombros al final de la corrida de toros celebrada en la localidad madrileña de Torres de la Alameda, última de la fase clasificatoria del certamen Copa Chenel, que organizan la Comunidad de Madrid y la Fundación del Toro de Lidia.

Con media entrada de público, se lidiaron tres toros de Lora Sangrán, bastos y con volumen; dos de Guadajira (3º y 4º), de buena presencia; y un sobrero de Concha y Sierra (2º), bien hecho, desrazado y flojo. En general, dieron poco juego por su falta de raza, salvo el lote de Rubén Sanz, noble y con calidad.

Hernández estuvo tesonero con sus dos toros, un aplomado toro de Guadajira y con un sexto de Lora basto de hechuras, manso y sin clase, con los que logró momentos lucidos al final de unas faenas que, además, remató con contundencia con la espada, lo que más propició su salida a hombros. Su balance fue de oreja tras aviso y oreja.

Por su parte, Rubén Sanz también tocó pelo con su segundo, el único que dio buen juego de los de Guadajira y al que hizo una faena más compacta que al que abrió plaza, un enclasado ejemplar de Lora Sangrán con el que se mostró algo nervioso y tras cuya muerte fue ovacionado. El veterano torero soriano dejó destellos de clase y personalidad con ambos y paseó el trofeo tras matar con prontitud a ese cuarto de la tarde.

Pero lo mejor de la corrida, con capote y muleta, lo hizo el salmantino Manuel Diosleguarde, que perdió un triunfo ganado a pulso por sus fallos tanto con la espada como con el descabello ante ambos ejemplares. Aunque su resultado estadístico fue de silencio, tras aviso y ovación tras dos avisos, el torero charro, con temple y un sereno valor para pisar los terrenos adecuados, acabó logrando muletazos de mucho peso al sobrero de Concha y Sierra, brusco y aplomado, y al basto y rajado quinto de Lora Sangrán.


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