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El Irnasa, a por la fasciolosis, una enfermedad parasitaria que afecta a 2,3 millones de personas

El centro de investigación dedicará dos años a estudiar cómo el parásito impide la coagulación de la sangre, un paso clave antes de desarrollar una futura vacuna

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El Irnasa, a por la fasciolosis, una enfermedad parasitaria que afecta a 2,3 millones de personas
Daniel Bajo Peña
Daniel Bajo Peña
Lectura estimada: 2 min.

El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA-CSIC) inicia el proyecto Uranus para intentar controlar la fasciolosis, una enfermedad parasitaria que afecta a 2,3 millones de personas en el mundo. El plan del Irnasa pasa por identificar las moléculas que usa el parásito para inhibir la coagulación sanguínea del huésped y poder alimentarse. Una vez localizadas aquéllas, podría desarrollarse una vacuna.  

La fasciolosis es una enfermedad zoonótica ?una infección que puede transmitirse entre animales y seres humanos- "que causa importantes pérdidas económicas en la producción animal", ya que afecta a especies herbívoras como vacas y ovejas- y que "constituye un relevante problema de salud pública en los países en vías de desarrollo", explican desde el Irnasa. Es una de las "enfermedades infecciosas desatendidas u olvidadas cuyo Día Mundial se celebra hoy martes, 30 de enero" con el objetivo de "reflexionar" sobre las mismas y lo que suponen y obtener "un mayor apoyo para su control y erradicación".

El Laboratorio de Helmintos Parásitos de Importancia Zoonótica del Irnasa se encargará de la investigación. El proyecto, que se desarrollará a lo largo de los dos próximos años, será coordinado por el experto Javier González Miguel. Los fondos han sido aportados por los fondos NextGenerationEU del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.

 

En qué consiste la fasciolosis

 

La infección por fasciola hepatica se produce por la ingestión de plantas acuáticas portadoras de metacercarias, la forma larvaria del parásito. Una vez ingeridas las larvas, los parásitos juveniles se liberan en el intestino delgado y siguen una ruta migratoria a través del peritoneo y el tejido hepático que los conduce a su localización definitiva en los conductos biliares.

Durante todo este complejo ciclo de vida, el parásito interactúa con la sangre del hospedador y causa hemorragias abdominales y hepáticas extensas, "que pueden poner en peligro la vida del hospedador", detalla González Miguel. La forma adulta del parásito es hematófaga y puede causar anemia hemorrágica.

En este contexto, la hipótesis de la investigación es que el parásito interactúa con el sistema hemostático de su hospedador vertebrado ?el conjunto de mecanismos que permite que la sangre circule de forma fluida por los vasos y que a su vez promueve la formación de coágulos cuando se produce una lesión para evitar la hemorragia-, potenciando la aparición de moléculas anticoagulantes para facilitar sus mecanismos de supervivencia. "Si identificamos y caracterizamos las moléculas que utiliza el parásito para inhibir la coagulación del hospedador, podrían ser buenas dianas para una vacuna antiparasitaria, ya que esta podría, por ejemplo, bloquear su capacidad para alimentarse", explica. 

Aunque estos estudios aún se encuentran en fase temprana, el potencial anticoagulante de estas moléculas también podría servir en el futuro para desarrollar nuevos tratamientos en humanos. "Las enfermedades trombóticas tienen una importancia enorme en salud humana y su tratamiento engloba muchas dificultades, por lo que la investigación relacionada con la búsqueda de nuevos anticoagulantes está siempre activa", concluye.

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