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Una segunda vida para los miles de envases recogidos en Salamanca

La planta de separación de envases de Salamanca gestiona 4.900 toneladas al año, en un proceso que los clasifica en función del material del que están hechos

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Daniel Bajo Peña
Daniel Bajo Peña
Lectura estimada: 3 min.
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Hora de bajar la basura. Cerramos la bolsa repleta de latas, envases y 'bricks' vacíos, cogemos el ascensor, arrojamos los residuos al contenedor amarillo y adiós muy buenas.

¿Qué sucede con ellos a partir de ese momento?

La respuesta se esconde dentro de una nave industrial a medio camino entre Salamanca y Villamayor, donde un grupo de 13 trabajadores coordinan la separación de los residuos en función del material del que están hechos, desde acero y aluminio a 'bricks' (mezcla de cartón y alumino prensados) o diversas variedades de plásticos de alta y baja densidad. 

La organización Ecoembes se encarga de coordinar el reciclaje de envases domésticos en toda España y sus responsables han abierto las puertas de la planta de Salamanca para mostrar cómo funciona y para tratar de concienciar a los consumidores sobre la importancia del reciclaje, explica el coordinador de Asuntos Corporativos de Ecoembes, Álvaro Otero.

 

Es un trabajo que nunca cesa, para transformar recursos en nuevas materias primas

 

El contenedor amarillo, incide "no es un contenedor de plásticos, es de envases". No se tiran juguetes, ni cubos, ni cubiertos, ni sillas de playa. Es una leyenda que "hay que desmitificar", porque de lo contrario se seguirán depositando "residuos impropios". En Salamanca, el 25% de lo que arrojamos a los 'container' amarillos no debería estar ahí, porque no son envases. "Por eso importa la pedagogía, porque cuantos menos impropios, más ágil y eficiente será el proceso", y es "un trabajo que nunca cesa, para transformar recursos en nuevas materias primas".

 

Para hacerse una idea del volumen de desechos que hay que reciclar, ahí van algunos datos: cada vecino de Castilla y León genera unos 24,5 kilos de envases domésticos al año y la planta de Villamayor gestiona 4.900 toneladas anuales, a razón de 4 por hora, aunque podría llegar a las 4,5. 

Todos los contenedores amarillos de Salamanca y provincia se vacían en una "playa de descarga", explica el responsable de la planta, Antonio Antón, "y a partir de ahí empieza el proceso de separación".

 

El proceso, paso a paso

 

Una montaña de bolsas de basura, recogidas durante los tres últimos días, esperan en un rincón de la nave. Una pala las carga y las deposita en un 'rompebolsas' que se ocupa de rasgar el film de éstas para que los envases entren en un laberinto de cintas transportadoras. 

El primer paso es un triaje manual. Un grupo de trabajadores separa los impropios más relevantes. "Es donde más hincapié hay que hacer", insiste Antón. Hay gente a la que "no le queda muy claro, quiero creer que por desconocimiento, que el contenedor amarillos es de envases". Se han encontrados neumáticos, tendederos, objetos de cocina y menaje, juguetes, tuberías, bolsas de rafia, cuerdas y hasta cintas de vídeo. "Nosotros no les podemos dar salida", añade.

Después de este triaje, el material pasa por "un balístico" automatizado que separa "lo planar de lo rodante". De ahí cruza por dos procesos de aspiración de las bosas de basura y por sendos campos magnéticos, uno que atrae el acero y otro que repele el aluminio.

Cada tipo de material se va quedando en su contenedor correspondiente. Conforme avanzan las cintas transportadoras mengua el volumen de basura. A estas alturas del proceso sólo deberían quedar 'bricks' y plásticos. 

A continuación esperan tres líneas de sensores ópticos que, mediante aire, detectan los materiales y separan los residuos. Por un lado se van los PET (plásticos como los de las botellas de agua), por otro los 'brick', los PVC de alta densidad (botellas de lejía o detergente) y los mixtos (envases de yogures) y, por el tercero, el material "de calidad, el que no está clasificado, el que no es PET". Este último volverá a hacer un ciclo completo de separación.

El penúltimo paso es un triaje secundario para volver a separar los envases e impropios que hayan quedado por el camino. "De ahí cae a unos búnkeres y, cuando hay suficiente para hacer una bala, va al almacén hasta que viene el camión del reciclador para retirar el material", concluye Antón.

Las balas prensadas se enviarán a plantas de reciclaje que las convertirán de nuevo en materias primas para botellas, latas o 'bricks'. Y algún día, cuando acaben en un contenedor amarillo, todo volverá a comenzar. 

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