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Andrea, su lucha contra la anorexia: "He sido terrorista conmigo misma, es un proceso de maltrato total"
Con motivo del Día Internacional de Lucha contra los Trastornos Alimentarios TRIBUNA ofrece una serie de testimonios en colaboración con la Asociación salmantina. Segundo capítulo.
En las siguientes líneas se relata un testimonio cargado de valentía y superación. Tras pasar por un período que ella misma califica de "autodestrucción", Andrea sonríe, a sí misma, a la vida y a otras personas que puedan pasar por lo mismo que ella y que ahora necesiten de una mano amiga que las saque del pozo en el que los estigmas sociales meten a tantas personas y en especial a mujeres. En las siguientes líneas se relatan momentos duros, pero se esconden otros para no dar ideas a aquellas que padezcan este tipo de enfermedad. En las siguientes líneas, se relata en primera persona un trastorno de anorexia nerviosa.
Andrea comenzó con tan solo 14 años, de manera sutil. Cree que hay detonantes, en especial, la belleza, "un sistema en el que estamos educadas las mujeres y que llevamos muy dentro". Con perspectiva y con el tiempo pasado considera que las expectativas dentro de la sociedad en cuanto a comportamiento, excelencia e imagen de las mujeres afectan mucho y desde muy temprano. "Empiezas a cambiar pequeñas conductas, hábitos, ideas respecto a ti misma y a las demás, a sobrecontrolar las cosas más básicas".
Durante la enfermedad tomas decisiones de ser terrorista contigo misma
De lo sutil se llega al control de las necesidades básicas de los seres humanos: el hambre, la sed y el cansancio. "Lo intentas controlar y te vuelves adicta a esa sensación de control y relajación y llega un momento en el que no eres capaz de pararlo, de sentirte totalmente desconectada de tu cuerpo. Llegas a no ser capaz de distinguir qué sensaciones fisiológicas son reales y cuáles ficticias. Tomas decisiones de ser terrorista contigo misma", cuenta.
Dentro de ese terrorismo, en el que el raciocinio queda por momentos a un lado, la joven salmantina era consciente de que estaba "mal", "en el pleno sentido de la palabra malestar". "Nada se ajusta a tus expectativas, pero todo ese malestar no se traduce en una voluntad consciente de cambio. Es una enfermedad que no se quiere curar, por lo que se produce un sentimiento muy conflictivo dentro de una misma. Entras en un estado de psicosis, de alerta ante absolutamente todo, analizar todo y controlar aquello que no se puede. Sientes impotencia de saber que estás mal, pero no quieres cambiarlo, al menos en los primero estadios", confiesa.
¿Cómo se consigue superar al hambre? "Creo que no es bueno que de ideas en este momento, pero puedo decir que tú sientes una sensación que no cuadra dentro del patrón de conducta que crees adecuado para sentirte bien contigo misma y estar satisfecha y directamente tienes que desoírlo. Es un proceso de maltrato total y absoluto. Es como si quieres ir al baño, tienes muchas ganas, pero cruzas las piernas y te repites a ti misma: 'no, no, no'. Esto con todo", responde.
'Romantización' de la enfermedad
Tratando de empatizar y sentir aunque sea, una milésima parte de lo que padece una persona con este tipo de enfermedad mental, Andrea habla de "romantización", de un "enamoramiento" hacia la enfermedad. "Mi caso ha sido puro, entendiendo por puro los casos en los que no existen abusos sexuales, no existe adicción a las drogas o episodios de bullying, aunque cuando comienzas la terapia te das cuenta de que sí has vivido muchos episodios de maltrato. Puro de que tiene que ver con lo que se ve en la redes sociales, la perfección por la perfección. En mi caso fue delgadez, pero otra gente lo entiende como bulimia, ingesta compulsiva, etc. Siento que era mi vía de escape para un problema muy difuso. Sentía una idealización del trastorno"
"Romantizas todo lo que implicaba. Cómo eres percibida, a dónde vas estando así, porque sé que si estoy así la gente me va a querer más y lo idealizas".
¿Identificas algún suceso que te hiciera especial daño? "Podría contar muchas cosas, pero nunca he recibido un comentario negativo de mi cuerpo, tampoco positivo, he destacado por otras cosas y los comentarios negativos no los escuches, pero recuerdo que había una chica en el instituto que me atacaba mucho, me tenía frita, fundida. Siempre que recibía un ataque de ella, era... bueno sí, pero por lo menos no estoy gorda. Me puedes decir muchas cosas, pero por aquí no me vas a pillar. Era una fortaleza, mi fortaleza. Podía no ser suficientemente guapa o lista, pero esto, esto lo controlaba, no estaba gorda. Era una barrera sobre la que estaba segura. Estos pensamientos podría identificarlos desde los 10 años".
Un trastorno que va más allá de la alimentación
Este trastorno alimenticio no solo afecta a la alimentación, llega más allá. Afecta a las relaciones sociales; el miedo a quedarse sola, a hacer más ejercicio, a la vestimenta, "te vistes para gustar a otros, no como te gusta a ti", en general, es un todo. También afecta a la familia, a los seres más queridos, con consecuencias "catastróficas".
La gente deja de confiar en ti porque les mientes, les gritas, les engañas, les trampeas
"Mucho más conflicto en casa, de todo se hace un mundo, la persona enferma no sabe lo que quiere, no lo comunica. Te vuelves agresiva porque no te controlas, tienes arrebatos de ira... tu termostato emocional está destruido. Y pierdes muchas amistades, porque no quieren estar contigo o porque no pueden, muchas no vuelven. La gente deja de confiar en ti porque les mientes, les gritas, les engañas, les trampeas. Eres insoportable. Es destructivo contigo misma y con los demás", explica.
Toda esa ayuda plantada, tan mal tratada en los primeros estadios, comienza a generar sus frutos con el paso de los años. Es ahí cuando la cabeza de Andrea hizo 'click' y recibió la ayuda de profesionales gracias a la intervención de sus padres. Hablamos de siete años de tratamiento, "durísimos", con un ingreso en un centro integral, en USTA, donde se controla hasta el más mínimo detalle de todo lo que la paciente hace. "Supone que tienes que delegar en los demás. Te dicen qué y cuánto tienes que comer, hacer, vestir, porque somos incapaces de tomar decisiones, estás totalmente destruida".
En un primer momento se hace una evaluación de la gravedad y posteriormente se toma una decisión del tipo de internamiento. "Yo debía estar 24 horas ingresada, pero finalmente comencé de 9:00 a 22:00, de lunes a domingo para evitar cualquier tipo de grieta. Poco a poco tienes permisos, 'libertad condicional', dejas de ir a cenas, de comidas, los fines de semana no vas; terapia una vez a la semana, cada mes, cada seis meses... tu vida evoluciona y el tratamiento se adapta a ti, antes tú te tienes que adaptar al tratamiento".
Necesario. "A mi me han salvado la vida, me han ayudado a salvarme la vida. Hay que contar con equipos multidisciplinares, desde psicólogos, medicina interna, psiquiatría (sin caer en el tópico de pastillas para pensar), profesionales dedicadas al ocio y tiempo libre (equipos deportivos, talleres, grupos, etc.) Te ayudan a entender, a explicar, a perdonarte a ti misma sobre muchas cosas que has hecho y también a ponerte los puntos sobre las íes, sin ser solamente víctimas. Está claro que por un lado somos víctimas del sistema, pero eso no nos resuelve. Tienes que tomar decisiones, pedir perdón y perdonarte a ti misma, sabiendo que tenemos que estar abiertas a escuchar cosas que no nos van a gustar".
Además, pone énfasis en las terapias de grupo. Personas que están en diferentes puntos de su trastorno de alimentación y de su patología; recaída, toma de conciencia, de recuperación, fase final... y se reúnen para saber que no son casos excepcionales o extraordinarios, que hay personas que están pasando por lo mismo.
"Mi madre y mi amigo Luis, un amor incondicional"
Aunque cueste mirar atrás a veces, también resulta digno de admirar el amor que otras personas te brindan de manera incondicional. Andrea habla de su madre y su amigo Luis, "gente que siempre ha estado ahí". "Mi madre me acompañó siempre, era alguien con quien llorar, con quien hablar, que me ponía límites y me mantenía dentro de la realidad".
"Si volviese a tener 15 años me diría que me quiera mucho. No puedo hacer como que no ha existido mi trastorno, llueve sobre mojado. A día de hoy soy la persona que soy por todo lo que he pasado, he aprendido mucho y me legitimo. Estoy orgullosa de quien soy a pesar de haber sufrido tanto, he aprendido a marchas forzadas, pero vivo tranquila a día de hoy". finaliza.
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