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El acoso escolar desde la salud mental: "Los menores necesitan de un entorno que pueda escucharles y sostener su malestar"

La psicóloga clínica en el Hospital de Salamanca, Jessica Velardo, destaca la importancia de que se priorice el "buen trato" antes que el "buen dato"

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El acoso escolar desde la salud mental: "Los menores necesitan de un entorno que pueda escucharles y sostener su malestar"
Jessica Velardo Tierno, psicóloga clínica (Fotos: Arai Santana)
Tamara Navarro
Tamara Navarro
Lectura estimada: 11 min.
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El acoso escolar es una de las situaciones que más preocupan, no solo en el ámbito educativo, sino también en los ámbitos familiar y social. No cabe la menor duda de que el también conocido con su término en inglés, bullying, es una problemática social, a la que todos aportamos de alguna manera y de la que todos somos parte de la solución. 

Buen ejemplo de ello es el Hospital de Salamanca, donde las consultas de Infanto-juvenil de Salud Mental, "los casos se abordan atendiendo a las particularidades del menor, de su entorno y de las manifestaciones sintomáticas", lo explica la psicóloga clínica, Jessica Velardo Tierno. 

Es importante destacar que, "si bien parte de los menores que sufren situaciones de acoso escolar tienen algún diagnóstico previo en Salud Mentalla mayoría de ellos no presentan psicopatología". Se trata de niños y adolescentes que se ven embarcados en una situación "muy delicada" y que, en muchas ocasiones, "no encuentran en el entorno la respuesta que necesitan".

 

El número de psicólogos clínicos en la sanidad pública es insuficiente

 

Velardo reconoce que el número de psicólogos clínicos en la sanidad pública "es insuficiente", por ello la alarmante necesidad de que "se aumenten las plazas de Psicólogo Interno Residente (PIR)". Estas oposiciones dan acceso a una formación de postgrado "insustituible por ninguna otra" de cuatro años con práctica en centros sanitarios públicos y formación teórica clínica.

Considera que los menores en situación de acoso escolar "necesitan de un entorno que pueda escucharles y sostener su malestar, una red de recursos específicos y coordinados entre sí y la posibilidad de acceder, si así lo requieren, a profesionales con la formación conveniente en cada caso".

 

-¿Existe un protocolo en el hospital para niños y adolescentes que sufren acoso escolar? Si es así, ¿a cuántas personas atienden? ¿Cómo se trata?

-"Por el momento no existe un protocolo de acoso escolar en el hospital en el que trabajo. En las consultas externas de Infanto-Juvenil del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca, los casos que acuden con malestar o sintomatología asociada al acoso escolar se abordan como la mayor parte de las demandas clínicas, atendiendo a las particularidades del menor, de su entorno y de las manifestaciones sintomáticas.

Desde la Psicología Clínica no actuamos directamente sobre el acoso escolar, eso es competencia de los organismos jurídicos, educativos o sociales. Nosotros abordamos las repercusiones psicológicas de esa situación específica en un individuo concreto, y facilitamos a las familias y al menor información complementaria a la actuación de estos organismos, como indicar a qué asociaciones específicas pueden acudir (en Salamanca contamos con una asociación bastante completa que se llama: Asociación Salmantina Contra El Bullying Y Ciberbullying) o qué posibles modos de actuación existen, como puede ser solicitar que se activen los protocolos escolares. Asimismo, si la familia lo solicita, nos ponemos en contacto directo con orientadores o tutores".

 

-¿Han notado un aumento de casos?

-"No podría responder ni mirando las estadísticas registradas. Actualmente hay mucha más conciencia del tema, menos tabú y se promueve la detección y la prevención. Tal vez por eso sea cada vez más escuchado y la demanda en Salud Mental por este motivo de consulta haya aumentado notablemente, pero no tiene por qué ser indicativo de un aumento del número de casos".

 

No hay un perfil específico. Lo que he podido apreciar son escenarios o patrones que suelen repetirse, como ser 'el alumno nuevo', o estar atravesando por un momento de vulnerabilidad

 

-¿Cuál es el perfil de estas personas?

-"No hay un perfil específico. Lo que he podido apreciar son escenarios o patrones que suelen repetirse, como ser 'el alumno nuevo', tener alguna característica o cualidad diferente al grupo predominante (ya sea la nacionalidad, un atributo, la estructura familiar o los gustos), o estar atravesando por un momento de vulnerabilidad en otro entorno (por ejemplo, menores que han sufrido alguna pérdida reciente o que sus familias están pasando por alguna situación conflictiva). Estos menores suelen mostrarse más retraídos o con tendencia al aislamiento, y a veces se convierten en el foco de los menores que acosan.

También es importante resaltar que, si bien parte de los menores que sufren situaciones de acoso escolar tienen algún diagnóstico previo en Salud Mental, la mayoría de ellos no presentan psicopatología. Se trata de niños y adolescentes que se ven embarcados en una situación muy delicada y que, en muchas ocasiones, no encuentran en el entorno la respuesta que necesitan (por falta de recursos, de profesionales o de organización)".

 

 

Muchas veces las conductas autolesivas del menor suelen generar una respuesta de incomodidad y angustia en los adultos que le rodean

 

-¿Cuáles son las consecuencias del bullying sobre la salud mental?

-"A partir de la preadolescencia los grupos de iguales cobran mucha importancia y, por tanto, cualquier conflicto entre ellos también. En esa etapa vital los compañeros se convierten en referentes, aliados y sustitutos de los adultos en el reconocimiento, la comprensión y la valía. Muchas veces esos conflictos se resuelven en poco tiempo (hacer las paces, otros amigos). En las situaciones de acoso, esto no ocurre: perduran en el tiempo, y una gran mayoría, de sus iguales, va contra una única persona. Es ahí cuando una experiencia vital se convierte en una pesadilla solitaria y asfixiante, en una de las etapas en las que más se anhela el reconocimiento de los demás.

Las consecuencias psicológicas que puede conllevar esto son muy variadas, pero en ningún caso es una situación que deja indiferente. Los síntomas más frecuentes son la ansiedad (que a veces se acompaña de un rechazo a ir al colegio), el insomnio, la tristeza, la irritabilidad o el retraimiento. Si la situación permanece mucho tiempo empieza a aparecer sintomatología más compleja como los sentimientos de inferioridad, la falta de motivación, la indefensión e incluso se pone en juego la imagen que uno tiene de sí mismo y los demás. Hay menores que empiezan a desarrollar un autoconcepto negativo, con ideaciones autodespreciativas y conductas autolesivas. A largo plazo, es común escucharles hablar de la desconfianza hacia los demás y la dificultad para tomar la iniciativa a la hora de acercarse a otros por "temor a que les vuelva a ocurrir lo mismo", con las consecuencias que esto tiene en sus relaciones interpersonales posteriores. En casos más graves, se llegan a formar cuadros clínicos como trastornos de la conducta alimentaria, depresión e incluso aparece la ideación autolítica. Esta última, una realidad cada vez más frecuente entre los menores".

 

-¿Qué relación hay entre el bullying, autolesiones e ideación suicida??

-"Los jóvenes suelen recurrir a las autolesiones como forma de dar salida a un malestar que no saben o no pueden gestionar. Ya hemos visto la cantidad y variedad de consecuencias psicológicas que se pueden dar ante una situación de acoso escolar, por lo que podemos imaginar el desgaste emocional que supone todo esto. Sin embargo, en muchas ocasiones, las autolesiones son vistas como "una llamada de atención", y tienden a valorarse como una reacción infantil, en lugar de verse como un grito de auxilio. Creo que es esencial tener en cuenta que si llaman la atención es porque necesitan ser atendidos. Pero muchas veces las conductas autolesivas del menor suelen generar una respuesta de incomodidad y angustia en los adultos que le rodean, ya que pasan a enfrentarse también a una situación que les desborda. Algunos sufren incluso más que los propios menores. A otros el miedo les vuelve ciegos. Si no atendemos esta parte, a estos adultos desbordados, la situación puede ir cada vez a peor.

Tener figuras de adultos referentes es primordial. Más aún con las redes sociales, una ventana de información sin filtro, difícil de gestionar. Y no es cuestión de demonizar las redes, a veces incluso se convierte en un lugar donde muchos adolescentes que pasan por momentos de aislamiento encuentran apoyo social. Pero pueden tornarse algo muy dañino en situaciones de vulnerabilidad y de poco sostén. Acompañar a los adolescentes en sus relaciones con los otros, físicas o cibernéticas, sin prohibir que accedan a estos horizontes, se convierte en el reto de muchos adultos.

Sin ese acompañamiento, las consecuencias del acoso pueden agravarse. Muchas veces los efectos de una situación de acoso no vienen dadas tanto por la situación en sí, sino por cómo responde el entorno. Llega un momento en que los menores ya no ponen el foco en el acoso, sino en la idea de que "nadie hace nada". Hay mucha más visibilidad de la salud mental y, por lo general, los jóvenes son cada vez más capaces de hablar y transmitir su malestar, sus conflictos internos o sus preocupaciones, sin embargo, ¿la sociedad está preparada para escuchar o hacer frente a todo eso? Siempre se ha visto la adolescencia como aquella etapa desbordante e incomprensible y es precisamente como ellos se sienten: desbordados e incomprendidos.

Cuando un niño o adolescente me habla de ideación autolítica en consulta, en el fondo siempre suelo encontrarme con lo mismo: el sentimiento de soledad frente a un mundo hostil. Por un lado, está la presencia sostenida de una situación que viven como incontrolable e inmodificable. Por otro lado, la soledad ante un desbordamiento emocional y un sufrimiento profundo e íntimo para el que no encuentran consuelo. Ambos ingredientes acaban formando parte de las situaciones de acoso escolar más graves, y en consecuencia, pueden llevar al suicidio. Estamos ante una situación muy seria ante la cual hay que tener los ojos abiertos y el corazón disponible".

 

-¿Hay diferentes tipos de bullying?

-"Hay muchas clasificaciones diferentes dependiendo del ámbito desde el que se estudie. Por eso prefiero no entrar a exponer una lista que puede quedarse escueta o ser interminable. Lo que me viene a la mente si pienso en el relato de mis pacientes son las formas que adopta el acoso dependiendo de la época y el contexto. Cuando escucho a los adultos hablar del acoso que recibieron en su infancia, los relatos están cargados de insultos a atributos físicos (gafotas, gordo) o de situaciones de violencia física. Actualmente estos casos parecen ser la minoría, aunque siguen existiendo y en ocasiones de mucha brutalidad. Ahora los niños y adolescentes suelen destacar insultos más meditados, que atacan la valía personal o la propia identidad, pero sobre todo se tiende a acciones más sutiles, como ignorar a los menores que son objeto de acoso o apartarlos de los grupos. Esta 'nueva' variante está potenciada por las redes sociales (bloquear en Whatsapp, comentarios en Instagram), que además facilita que la situación de acoso no desaparezca tras salir de clase.

Antes predominaba sobre todo lo físico, ahora destaca lo psicológico. Por eso algunos adultos infravaloran las situaciones que viven los menores. Hay una marcada diferencia generacional y no es raro escuchar a algunas familias decir en consulta 'eso no es nada con lo que a mí me pasaba'".

 

 

-¿Creen que los casos se detectan muy tarde?

-"Hay situaciones de acoso escolar que tardan años en ser detectadas, ya sea por el temor de los menores a hablar o la incapacidad del entorno para ver los indicios, a veces casi imperceptibles. En ocasiones, incluso, hay casos que no se detectan nunca y no es hasta la adultez cuando rememoran estos conflictos.

En lo que respecta al entorno, a veces es complicado darse cuenta de lo que está ocurriendo, ya sea por la variedad sintomática de estos casos, o porque el acoso escolar se circunscribe en la adolescencia, una etapa vital muy compleja en la que entran en juego multitud de factores.

Hay menores que en un momento dado se vuelven más desobedientes e irritables, y llegan a nuestras consultas por esta 'alteración conductual'. Otros menores tienden al aislamiento, y se quedan en sus cuartos conectados a las redes sociales, empezando a limitar la comunicación con otros adultos. Que estos casos sean algo propio de la adolescencia o una reacción ante un mundo que se ha vuelto amenazante se puede discernir solo gracias a la escucha, aunque muchas veces esos cambios más superficiales tienden a atribuirse a su etapa vital o al mal manejo familiar, quedando el acoso oculto en una capa más profunda".

 

-¿Qué opinan de los protocolos en los colegios? ¿Son suficientes?

-"Hay situaciones de acoso que se han resuelto cuando se han activado estos protocolos, son útiles, pero no me parecen suficientes. No en los casos más graves, en los que el acoso es sostenido, la sintomatología asociada es considerable o se carece de otros apoyos sociales. En esos casos, ningún dispositivo o actuación por sí sola es suficiente. Se necesita el engranaje entre la intervención en el centro escolar, el apoyo del entorno más próximo al menor (amigos y familiares) y, si fuera necesario, la actuación legal o la asistencia psicológica".

 

Hay situaciones de acoso que se han resuelto cuando se han activado estos protocolos, son útiles, pero no me parecen suficientes. No en los casos más graves

 

-¿Qué se podría hacer para mejorar?

-"Como he mencionado, somos muchos los que nos tenemos que mover para que la situación mejore, pero no consiste en poner medidas sin ton ni son, sino en sentarnos a escuchar con calma para tratar de entender qué es lo más oportuno en cada momento.

Si hablamos a nivel de sociedad, lo ideal sería una sociedad en la que fuese más importante la calidad que la cantidad. Que para impulsar protocolos se contase con profesionales de la salud y no fueran impuestos por los gobiernos. Que los centros escolares informasen de sus casos de acoso sin temor a que se les estigmatice o se cuestione su excelencia. Que el dinero destinado a la Salud mental no se enfocase a la creación de más infraestructuras, más contratos precarios a recién graduados o más campañas ineficaces, sino a una formación de calidad para que los clínicos puedan dar una buena asistencia. Vivimos en una sociedad donde los 'buenos datos' se priorizan al 'buen trato'".

Si hablamos de psicología dentro del Sistema Nacional de Salud (SNS), el buen dato no debería ser la cantidad de menores atendidos o el número de altas. El buen dato tendría que ser la calidad de esa asistencia: la posibilidad de una atención especializada, una actuación rápida y un seguimiento estrecho. Se lleva años luchando por esto pero aún no se ha conseguido.

El número de psicólogos clínicos en la sanidad pública es insuficiente, por ello la alarmante necesidad de que se aumenten las plazas de Psicólogo Interno Residente (PIR).  Estas oposiciones dan acceso a una formación de postgrado de cuatro años con práctica en centros sanitarios públicos y formación teórica clínica. Durante este periodo los psicólogos aprenden a hacer frente a casos de gran gravedad sintomática con la supervisión de otros clínicos con experiencia. Gracias a eso, se forman los/as Psicólogos/as Especialistas en Psicología Clínica (PEPCs), profesionales responsables de abordar y atender los problemas de salud mental de los menores en el SNS.

Esa formación del PIR es insustituible por ninguna otra y esencial a la hora de hacer frente a situaciones clínicas de gravedad. Sin más plazas PIR, habrá menos PEPCs y la atención a los menores seguirá siendo deficiente dentro del SNS. Según un artículo reciente publicado en la 'Revista Contemporánea', sería necesario incorporar 1.829 psicólogos/as clínicos más al SNS para cumplir con los estándares de calidad de atención psicológica en la infancia y la adolescencia.

Por todo ello, considero que los menores en situación de acoso escolar necesitan de un entorno que pueda escucharles y sostener su malestar, una red de recursos específicos y coordinados entre sí y la posibilidad de acceder, si así lo requieren, a profesionales con la formación conveniente en cada caso. Aún estamos lejos de esto, pero poner el foco en lo importante, en aquello que la infancia y la adolescencia quiere decirnos, nos puede ayudar a avanzar hacia el 'buen trato'".

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