El salmantino Juan del Álamo ha pedido sitio hoy en San Martín de Valdeiglesias (Madrid) para un puesto en la final a tres de la Copa Chenel, tras un rotundo triunfo de tres orejas, pero, sobre todo, después de una gran faena ante un importante toro de vuelta al ruedo de Castillejo de Huebra, de nombre 'Labrador'.

Del Álamo se las vio en primer lugar con un toro de Salvador Gavira que tuvo nobleza pero escaso poder, con tendencia a defenderse por sus pocas fuerzas y a agarrarse también al piso a medida que transcurría su lidia.

El salmantino, que dejó su tarjeta de visita manejando con elegancia el capote, mostró su buen oficio en la perfecta elección de distancias, alturas y velocidades para aprovechar al máximo a su oponente y hasta lograr momentos de notable estética en un par de tandas al natural y en un final por bajo de exquisita torería. Media estocada fue suficiente para lograr la primera oreja de la tarde.

El cuarto fue un toro exigente por encastado y por su incierta movilidad de salida, embistiendo siempre con todo, sin entrega, pero al que Del Álamo fue metiendo en el canasto a base de conocimientos, de firmeza y capacidad. Faena a más, con ritmo y emoción, y en la que hubo momentos de buen toreo por parte del salmantino, que tornó las cañas en lanzas gracias a su impecable puesta en escena.

Y es que al final el toro, que tuvo cuerda y mucha transmisión, acabó totalmente entregado a la actitud, a la firmeza y a las ganas irrefrenables de Del Álamo, que, tras una eficaz estocada, cortó las dos orejas de un astado que acabó también siendo reconocido con los honores póstumos de la vuelta al ruedo en el arrastre.

Mario Palacios anduvo con algunas intermitencias ante un toro, el segundo, que mostró su buena condición cuando se le hacían bien las cosas, como en algún natural en el que el cacereño acertó a pulsear más y mejor las embestidas del de Castillejo de Huebra, al que cuajó una faena en la que, todo sea dicho, no se guardó absolutamente nada.

Desde la portagayola inicial, a los dos pendulazos de apertura y hasta las manoletinas finales, Palacios mostró una gran disposición, aunque en lo artístico, ya está dicho, hubieran esos pequeños desajustes. Cortó una orejita. Y el quinto fue un toro sin raza ni entrega con el que Palacios quiso más que pudo.

Con varios delantales a pies juntos saludó Calerito al tercero, de José Manuel Sánchez, un toro bruto y muy deslucido con el que el sevillano anduvo firme y asentado para, tras un pendulazo de rodillas, enfundarse el mono de trabajo y, a base de querer y de hacer todo a favor de obra, mostrarse muy por encima de un animal cada vez más remiso y a la defensiva.

El sexto fue un toro sosito y con pocas fuerzas, con el que Calerito mostró su exquisito corte que atesora con muletazos de inmaculado trazo, encajados y acompasados, en una faena para paladares exquisitos.

Lástima que el toro no tuviera más pujanza para que aquello hubiera adquirido tintes de faena grande, pero lo que dejó el sevillano sobre el albero tuvo una gran importancia. Cortó una oreja de ley. Fuente: EFE