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Un país de paradojas

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Tribuna
Lectura estimada: 2 min.

La semana del orgullo patrio se arruinó desde los once metros. España es esa paradoja que confluye en una tanda de penalties donde todas nuestras expectativas se vinieron abajo tas soñar con ganar un Mundial cuando empezamos esta historia de fútbol goleando a Costa Rica. La vieja furia española mutó en el apelativo de 'La Roja', cuyos éxitos pasados nos hicieron crecer como país en el sentido más litúrgico de no esconder nuestra bandera. ¡Hasta en balcones de Cataluña lucía orgullosa!

Pero el fiasco del fútbol nos devolvió a la realidad de este país resquebrajado que ni siquiera el fútbol es capaz de unir. En la misma semana crucial del Mundial para España, el Congreso de los Diputados debatía con nocturnidad cómo se rebaja la malversación, cómo se disimula la sedición y cómo se nos llena la boca de hablar de despoblación pero después concedemos dos importantes Agencias estatales a ciudades precisamente menos necesitadas como Sevilla y La Coruña.

Otra paradoja que aísla aún más a aquellas zonas que lloran ayudas para evitar, precisamente, que el atractivo y futuro laboral siga vaciando territorios en favor de otros con recursos suficientes para mantener población. Al menos el fútbol tiene el ejemplo de las decisiones. El seleccionador nacional fue fulminado apenas dos días después del fracaso mundialista, pero los políticos de este país no tienen muy interiorizado el verbo ni la acción de 'dimitir', pese a que acumulan motivos suficientes para ello.

España es una diatriba permanente que brota de los intereses nacionalistas, para quienes van dirigidas buena parte de las decisiones de un Gobierno atado a las imposiciones de los partidos que, precisamente, no quieren que la selección triunfe en el Mundial sencillamente porque ni se sienten españoles ni tienen problemas en proclamarlo a los cuatro vientos.

Con los Presupuestos Generales del Estado ya salvados, tenemos claro que nos queda por delante un año de evidente sesgo electoral. Todo por la causa de seguir en el poder teniendo en cuenta una cosa: a Pedro Sánchez le basta con tener a su lado a esta jauría separatista que ya ha demostrado su capacidad para no esconder la desvergüenza. Esto quiere decir que al PP de Feijóo solo le queda pescar de todos los nichos posibles para superar ese núcleo que abandera el PSOE junto a Podemos, Bildu, Esquerra, PNV, etc. Y para ello deberá conquistar al votante socialista perplejo que no da crédito a lo que está viviendo.

El ejemplo de la expulsión de militancia de Joaquín Leguina sirve para saber que en el PSOE hay sensatez a la hora de denunciar que este no es el camino. El PP necesita liderar una oposición enérgica capaz de demostrar que es una alternativa mucho más sólida que la mera opción de sumar junto a VOX y el desencanto caótico de Ciudadanos. Si no lo hace, España seguirá en una inquietante senda de no saber hacia dónde vamos como país y seguiremos dependiendo de acertar a esa lotería que son penalties, pero no solo en el fútbol sino en las decisiones políticas que marcan nuestras vidas.

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