Ha sido el colofón de una jornada propia de verano caluroso cuando todavía no ha llegado la estación. El día pico de la ola de calor se ha cerrado en Salamanca con una importante tormenta que amagó mediada la tarde para acabar descargando cerca de las diez de la noche agua, rayos, truenos y fuertes rachas de viento. Antes, los termómetros habían superado los 37 grados de máxima y el calor y el aire africano, lleno de partículas, habían hecho casi irrespirable el aire de la capital.

La jornada se anunciaba como la más agobiante de la ola de calor, y lo fue. La máxima escaló hasta los 37,4 grados, por debajo de lo pronosticado, pero suficiente para achicharrar a todo el que saliera a la calle. Por la noche, mínimas un poco más bajas que el martes, cuando no se bajó de los 20 grados. Con todo, 18,5 grados a las 6.50 son muchos, igual que los 25 que había a medianoche: desde poco después de las 11 de la mañana Salamanca ha estado a 30 grados de los que no se despidió hasta después de la tormenta.

Además, la llegada de una intrusión de aire caliente africano, cargado de partículas, ha convertido la atmósfera en muy pesada. Se apreciaba en el cielo, turbio y con tonos arena toda la jornada, no tanto como en la gran calima de abril, pero sí apreciable.

A media tarde la tormenta amagó con unas pocas gotas que no dejaron rastro en los registros de la Aemet, pero sí en los coches y mobiliario urbano, que quedaron manchados del barro que caía. Cerca de las 10 de la noche, la amenaza tornó en certeza y aunque duró poco, una tormenta estival de libro dejaba las primeras lluvias en muchos días y una bajada de temperaturas que se agradecerá tras varias noches tropicales o casi.

El resultado, seis grados menos de golpe, de más de 30 a 24 (para volver a subir) y 7,6 litros por metro cuadrado de precipitación. Y e la provincia, una racha de 76 km/h en el aeropuerto y 5,2 litro/metro cuadrado de lluvia en Pedrosillo de los Aires.