Un 9 de enero de 2003, la Santa Sede nombraba a Mons. Carlos López, obispo de la Diócesis de Salamanca. Esa misma fecha, pero de 2022, dejará de ser el pastor de una comunidad a la que ha iluminado durante los últimos 18 años. Ese día tomará posesión el nuevo prelado, Mons. José Luis Retana, hasta ahora obispo de Plasencia.

López Hernández ha sido el obispo número 95 en ocupar la sede salmantina, tras la repoblación de la ciudad, y este domingo, 2 de enero se ha despedido de su comunidad diocesana en una eucaristía de acción de gracias con la Catedral nueva como escenario. 

 En su homilía, el obispo se mostró “con un sentimiento semejante al que vivimos por primera vez el 2 de marzo de 2003”, fecha en la que tomó posesión. Hizo referencia a cinco aspectos en su acción de gracias: “Las personas se suceden, la misión misma continúa”; “ el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”; “la sabiduría de la cruz”, “bendecidos en Cristo damos gracias a Dios”; y “ beneficiario y testigo de vuestra fe y amor”.

El actual administrador apostólico de la Diócesis de Salamanca tomó posesión el 2 de marzo de 2003, con la presencia de 30 arzobispos y obispos de toda España, así como el Nuncio del papa por aquel entonces, Mons. Manuel Monteiro. La eucaristía fue concelebrada también por 325 sacerdotes y religiosos, tanto de las diócesis de Salamanca y Plasencia, entre otras.

Su primera homilía

En su primera homilía, el día de su toma de posesión, Mons. Carlos López recordó que su misión episcopal, “no consistirá en seguir escribiendo con vosotros una página más de la gloriosa historia universitaria, científica y cultural de la ciudad de Salamanca, sino en seguir acompañando como ministro del evangelio de Jesucristo el caminar conjunto de toda la Iglesia diocesana”.

En ese momento, el prelado también admitió que ese acompañamiento evangelizador, “gozarán de mi predilección quiénes más lo necesiten: los más pobres en cualificación profesional y en ingresos por su igualmente digno trabajo; quienes ni siquiera puedan trabajar o por diversos motivos no se hallan integrados adecuadamente en la vida social, incluidos los reclusos de Topas; las familias con dificultades, los ancianos y los enfermos”.

Y añadió que con la colaboración de presbíteros, religiosos, y de todos los fieles “será mi tarea continuar la fructífera misión llevada a cabo por mis más inmediatos predecesores, y seguir prestando a todos el rostro de Cristo para que en él reconozcan los rasgos fundamentales del suyo propio”.