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Mario Cabrera, el único seminarista de Salamanca: "Dios sigue llamando hoy, hay que arriesgarse sin miedo"
Con 19 años comenzó su formación en el Seminario de Salamanca y, a punto de llegar a la etapa pastoral, vive su vocación con esperanza, confianza en Dios y el deseo de transmitir la alegría del encuentro con Cristo.
Mario Cabrera Barajas, natural de Cantalapiedra, inició su camino en el Seminario Diocesano de Salamanca a los 19 años. Actualmente, cursa quinto de Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y reside en el Teologado de Ávila, junto a 18 seminaristas de diversas diócesis.
Además, colabora como catequista en la parroquia de Villares de la Reina. En esta entrevista, Mario comparte cómo ha ido transformándose su relación con Jesús, su comprensión de la vocación sacerdotal y cómo vive con esperanza su formación y su servicio pastoral.
¿Cómo ha ido cambiando tu relación con Jesús a lo largo de estos años?
Toda vocación va creciendo con el tiempo, y mi relación con Jesús ha ido madurando principalmente gracias a la oración, la práctica frecuente de los sacramentos, y, sobre todo, a la Eucaristía diaria. A medida que me voy adentrando en la vida comunitaria y en la pastoral, he ido descubriendo el rostro de Jesús, dejándome modelar por Él para ser, algún día, un reflejo del Buen Pastor.
¿Tu visión sobre la vocación sacerdotal ha cambiado desde que ingresaste al Seminario?
Sí, definitivamente. Al principio, uno entra con muchas expectativas e ideales, pero con el tiempo, esos ideales se transforman en una realidad concreta que te pide la Iglesia hoy. Los tiempos cambian, y los sacerdotes también debemos adaptarnos a las necesidades de la sociedad actual para llevar el Evangelio al hombre de hoy.
Siendo el único seminarista de la Diócesis de Salamanca, ¿cómo vives esta responsabilidad?
No siento una responsabilidad especial, solo la que conlleva ser seminarista. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de hacer presente a Dios en el mundo, sin importar si somos uno o veinte. Vivo esto con paz y naturalidad, con la esperanza de que más compañeros se unan a este camino en la Diócesis de Salamanca.
¿Cómo ha influido la convivencia con seminaristas de otras diócesis en tu forma de entender la Iglesia?
Convivir con compañeros de diversas diócesis ha sido enriquecedor. Te abre la mente a realidades diferentes y fortalece la vida comunitaria. Aprendemos unos de otros, y esta diversidad nos prepara para vivir esa misma comunidad en nuestras parroquias. La diferencia del otro es algo que integramos para enriquecer nuestra vocación.
¿Tienes alguna anécdota especial de tu vida en el Seminario?
Una de las experiencias más impactantes fue cuando asistí a mi primera ordenación sacerdotal. Ver esa celebración, con la alegría de toda la diócesis, me marcó profundamente. Ese momento me impulsó a seguir adelante en mi vocación.
En tu experiencia pastoral en Villares de la Reina, ¿has notado una necesidad de esperanza?
Sí, nuestro mundo está necesitado de esperanza. En tiempos de crisis, guerras y problemas globales, transmitir la esperanza de Dios es vital. La esperanza no debe ser algo lejano, sino algo cercano, que se viva en el contacto directo con las personas, mostrándoles que Dios siempre nos espera.
¿Por qué es importante rezar por las vocaciones?
La oración es fundamental para todo cristiano. Si necesitamos sacerdotes, también debemos pedir al Señor que nos conceda vocaciones. Esto incluye todas las vocaciones: sacerdotes, vida religiosa, padres de familia, y laicos comprometidos. En la oración es donde crece la Iglesia.
Al acercarse al final de tu formación, ¿qué retos y expectativas tienes?
El reto principal es contagiar la alegría de haber encontrado a Cristo resucitado. Hoy más que nunca, es necesario mostrar que la fe no anula lo humano, sino que potencia lo bueno que somos. El reto es transmitir esa alegría y hacerla cercana a la gente.
¿Qué mensaje les darías a los jóvenes que dudan sobre su vocación sacerdotal?
Les diría que confíen. Es normal tener miedos, pero lo importante es confiar en que Dios siempre nos recoge. La vocación consiste en descubrir lo que Dios te está pidiendo, y no hay que tener miedo a equivocarse. Hay que arriesgarse, sabiendo que de los brazos de Dios nunca nos caemos.
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