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Érase una vez una ciudad dorada construida sobre tres colinas a la que miles de parejas acudían de tanto en tanto para conocer sus monumentos. Y he aquí que la ciudad escondía sus propias leyendas de amores y desamores dignas de un cercano 14 de febrero.
La primera lleva a los visitantes hasta la Plaza Mayor, donde docenas de puertas en los balcones contemplan a los viandantes. Hay 274, pero una no puede abrirse. Está en la segunda planta a la derecha del edificio del Ayuntamiento y siempre permanece cerrada. Una barra de metal calzada entre la contraventana y la barandilla del balcón impide que nadie entre o salga. La leyenda dice que el padre de una joven cortejada por un estudiante cortó por lo sano y acabó con el romance colocando la barra para que su hija no pudiera asomarse a la Plaza Mayor. La realidad es más prosaica: no hay habitación detrás de esa puerta, que sólo está para decorar y mantener la armonía del edificio.
La segunda leyenda conduce a otro monumento icónico de la capital: la Casa de las Conchas. Según recoge la Junta de Castilla y León en su web dedicada a las bibliotecas de la región, la casa fue propiedad de Rodrigo Maldonado y su hijo, Arias Maldonado, se casó con Juana Pimentel, cuyo escudo familiar está adornado con conchas. ¿Colocaron las conchas porque Rodrigo Maldonado era caballero de la Orden de Santigo -que lo era- o quizá como declaración de amor a Juana Pimentel? Además, bajo el escudo de la puerta de entrada, afirma la Junta, hay tres parejas de delfines "símbolo renacentista del amor, que en este caso hace referencia al matrimonio Maldonado-Pimentel". ¿Será cierto? Doctores tiene la iglesia.
La tercera y última leyenda desemboca en el Huerto de Calixto y Melibea, el jardín sobre la muralla a tiro de piedra de las catedrales donde trascurre 'La Celestina', de Fernando de Rojas. Después de todo, el vergel lleva el nombre de los protagonistas de la obra, Rojas menciona la vecina calle Arcediano en su manuscrito y la estatua de la alcahueta Celestina da la bienvenida a los visitantes en la entrada del parque. Es una pieza de Agustín Casillas tallada en bronce y granito. Debajo del rostro de la casamentera figuran unas palabras extraídas del acto XII: "soy una vieja cual Dios me hizo, no peor que todas... Si bien o mal vivo, Dios es el testigo de mi corazón".
Es habitual que las parejas recuerden a los enamorados dejando candados en el pozo que hay en el centro del jardín o en las rejas que circundan el entorno, aunque la verdad es que el desenlace de 'La Celestina' es prácticamente una crónica de sucesos.