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La Iglesia, de nuevo en el punto de mira

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La Iglesia, de nuevo en el punto de mira
Félix Ángel Carreras Álvarez
Félix Ángel Carreras Álvarez
Lectura estimada: 2 min.


Las clarisas de Belorado (Burgos) han puesto en jaque a la Iglesia Católica tras su anuncio de renunciar a esta fe y pasar a estar bajo la tutela y jurisdicción de Pablo de Rojas Sánchez-Franco y su llamada Pía Unión Sancti Pauli Apostoli, que no están en comunión con Roma y cuyo fundador fue excomulgado en 2019. El tema se ha convertido en un referente informativo de alcance nacional. No es normal una decisión de este tipo que, sin embargo, tiene un trasfondo muy diferente a lo que pueda relacionarse con una congregación religiosa.

El origen es la decisión de Roma de no aceptar la solicitud de las clarisas de Belorado para poder vender un convento que tienen en propiedad y que está vacío en Derio (Bizkaia), y así poder hacer frente a la compra del monasterio de Orduña, perteneciente a la Diócesis de Vitoria y con la que tenían un acuerdo de compraventa. Pero el conflicto no se detiene. Las Clarisas de Vitoria han dado un paso al frente al anunciar que van a presentar una demanda contra las de Belorado ante los tribunales para que se anule la compraventa del convento vizcaíno.

La Iglesia en España tiene por delante muchos retos menos pintorescos que este episodio de las monjas de Belorado. El mandato recién estrenado de Luis Argüello como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal afronta cuestiones fundamentales relacionadas con la transparencia en numerosos frentes y la firmeza exigible para aclarar todos los casos de acoso en los que se ha visto involucrado. Su alejamiento con la sociedad más joven es preocupante y la nueva gestión del también arzobispo de Valladolid presenta ese desafío de una cercanía que ya quiso plasmar en su toma de posesión.

Las clarisas de Belorado han despertado recelos por su ambición inmobiliaria que se topa con el rechazo de las clarisas de Vitoria, enfocadas a anular la venta del monasterio de Orduña y no permitir una operación que ha puesto en el foco a estas monjas desertoras de una fe y residentes ahora en otra con connotaciones de secta.

Si, como dijo, Argüello quiere ser el rostro de la iglesia ante la sociedad y fomentar un espíritu de unidad, no puede permitir que las clarisas de Belorado distorsionen esa imagen que durante estos días ha familiarizado una sensación de interés económico y especulativo. Todo esto está muy alejado de cuestiones de fe y suena a una caricatura de rebelión que debe tener una respuesta eficaz por parte de la Iglesia Católica como aplicar el derecho canónico si persisten en su decisión de abandonar o aclarar que esta situación no responde a ningún tipo de operación financiera impropia de una monjas que deberían dedicarse a otras funciones que no son las de asesoras inmobiliarias.

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