09/03/2025
Esa vieja y absurda rivalidad provincial
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Es evidente que a la Comunidad de Castilla y León le falta mucho camino por recorrer para entenderse desde una identidad común. Se han hecho verdaderos esfuerzos apelando a un sentimiento autonómico que no ha terminado de cuajar. Las particularidades de las nueve provincias que componen nuestro mapa regional generalmente han preferido caminar de manera independiente y no acogerse a un paraguas global que recogiera una suma de todos para consolidar esa idea de Castilla y León.
Las complejidades de nuestra tierra no son nuevas. Fruto de la unión del Reino de León y de Castilla la Vieja, la preautonomía de 1978 y la definitiva de 1983 con la publicación del Estatuto de Autonomía, renovado en 2007, conformaron la Comunidad más extensa de Europa. Pero las grietas de aquella unión siguen generando importantes fugas de conceptos donde es necesario que el trabajo político aporte, al menos, una evolución que se echa en falta. Más bien se aprecia totalmente lo contrario.
La muerte reciente de un ciudadano de Valladolid en Burgos mientras disfrutaba de una fiesta de despedida de soltero es terrible y un lamentable manchón. No puede ser que una absurda rivalidad provincial, amparada o no por el fútbol, acabe con la vida de una persona.
La política en Castilla y León ha estado marcada en los últimos años por la irrupción de un fenómeno basado en un teórico centralismo. Se trata de una curiosa obsesión con apenas una lógica práctica. El Estatuto de Autonomía no contempla la distinción de una capitalidad a una ciudad concreta. Valladolid acoge la sede de la presidencia de la Junta de Castilla y León, del gobierno y las Cortes Autonómicas, pero el resto de instituciones propias se reparten entre León, Zamora y, Palencia, además de establecer en Burgos el Tribunal Superior de Justicia en un claro propósito de descentralización. Por tener, esta tierra cuenta con aeropuertos de dudosa rentabilidad en Valladolid, León, Burgos y Salamanca cuando lo más inteligente sería, quizá, concentrar la potencia en uno de ellos, dos a lo sumo, para que realmente fueran una referencia en destinos o transporte de mercancías.
La aparición de fenómenos provinciales como la Unión del Pueblo Leonés, Por Ávila, Vamos Palencia o Soria Ya, con toda su legitimidad, alimenta esa controvertida teoría de la centralidad que se han encargado de avivar las diferentes manifestaciones políticas de los responsables de estos partidos que, amparados por los resultados, han contribuido a encender aún más la hoguera de las diferencias. La realidad es que estamos en una tierra que mira en nueve direcciones y a la que le cuesta aunar un sentimiento común de pertenencia a una identidad regional.
En Burgos, un joven propinó un puñetazo mortal a otro chico "por ser de Valladolid" cuando este se había desplazado a la vecina capital para disfrutar de una fiesta de despedida de soltero. ¿Rivalidad deportiva? ¿Rivalidad provincial? Este sentimiento de odio no puede extenderse ni entenderse. La reacción de los ayuntamientos de ambas ciudades fue inmediata, enérgica y conjunta. No puede volver a ocurrir nada parecido. Los políticos tienen que aprender de esta inmensa, durísima y tremenda lección. Tenemos que tender puentes, no cortarlos. Castilla y León es una tierra grande, pero sus territorios están conectados prácticamente para darse la mano, aprovechar las sinergias de unos con otros y entender que formamos parte de algo común cuyas diferencias no se resuelven a puñetazos.
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