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Las bibliotecas imaginarias, repletas de libros reales por la magia de la literatura
El editor y filólogo segoviano Emilio Pascual hace en 'El gabinete mágico. Libro de bibliiotecas imaginarias' una recopilación de bibliotecas que nunca existieron
De la biblioteca en la que ardió el último ejemplar de la 'Poética' de Aristóteles -en 'El nombre de la rosa' de Umberto Eco- a las de los detectives Holmes, Carvalho y Montalbano, pasando por la de don Quijote, la cual fue meticulosamente expurgada, un recorrido por las bibliotecas imaginarias revela que están repletas de libros reales.
Este donoso recorrido por las bibliotecas imaginarias ha sido efectuado por el erudito, editor y filólogo Emilio Pascual (Tejares, Segovia, 1948) y el resultado ha sido un volumen de más de medio millar de páginas en las que recrea 75 de ellas bajo el título 'El gabinete mágico. Libro de las bibliotecas imaginarias' (Siruela), que esta semana ha presentado en Sevilla y Cádiz.
Poseedor él mismo de una biblioteca tan real que ha tenido que ponerle una casa propia por reunir sus 25.000 libros, todos ellos forrados para evitar que se ensucien y la mayoría subrayados y anotados, Emilio Pascual ha dicho a EFE que el origen de esta recopilación de bibliotecas imaginarias está en "una nota a pie de página" que tuvo que escribir sobre la de don Quijote, tan curiosa que uno de los libros que incluía era 'La Galatea', del propio Miguel de Cervantes.
En algunas de estas bibliotecas, al fin y al cabo producto de la imaginación de cada uno de los autores que las incluyeron en sus obras o que crearon a personajes que fueron reuniendo sus propios libros, también hay títulos imaginarios, alguno, al decir de Pascual, "tan prometedor" como 'La masturbación y el sushi', que se define como "una oda erótica al pescado crudo".
Treinta años ha dedicado Emilio Pascual a las bibliotecas imaginarias que le iban surgiendo en sus lecturas -"esto es como las cerezas, que tiran unas de otras", ha asegurado- desde que hizo aquella nota sobre la biblioteca del Quijote y luego siguió con "el universo de la literatura juvenil", a la que ha dedicado, en la editoriales Anaya y Cátedra, la mayor parte de su actividad profesional.
A ese universo pertenecen las bibliotecas de Tom Sawyer, de Matilda, la de 'La historia interminable' de Michael Ende y la de David Copperfield, de la que el protagonista de esa novela de Dickens confesó que le salvó la vida por darle la oportunidad de aislarse del mundo en un desván olvidado.
Otro personaje relacionado con otra biblioteca imaginaria, señala Pascual, también salva la vida gracias a los libros pero de modo mucho más literal, ya que un ejemplar del Quijote que portaba junto a su pecho atrapó la bala que buscaba su corazón.
Un capítulo lo dedica Pascual a 'La biblioteca de Pedro Sánchez', que no es la de ningún presidente de Gobierno sino la del protagonista de una novela de José María de Pereda publicada en 1883 y que cuenta la historia de un santanderino que llega a Madrid para participar en las refriegas políticas de su época para acabar regresando a su pueblo, desengañado.
El desengaño y la melancolía, ha señalado Pascual, son dos de los sentimientos más presentes en los dueños de estas bibliotecas imaginarias, como les sucede a los tres detectives que a partir de ahora también serán inmortales por este libro sobre sus aficiones lectoras: Pepe Carvalho, Montalbano y Sherlock Holmes -por más que el primero de ellos recurriera con frecuencia al fuego para seleccionar la suya-.
Sólo hay una biblioteca pública en estas imaginarias, la de 'La Nausea' de Sartre, pero que tiene un lector inaudito porque intenta leerla entera por orden alfabético, y hay otra que se acaba convirtiendo en casa en la que los libros hacen las veces de ladrillos, 'La casa de papel', de Carlos María Domínguez -ningún parecido con la serie televisiva-.
También figura la biblioteca de un náufrago -Robinson Crusoe-, otra tan breve que viaja en un zurrón y sólo hay una "no imaginada", que es la biblioteca escolar del pueblo segoviano donde nació Emilio Pascual, en el que no había entonces ni agua ni electricidad.
De aquella modesta biblioteca escolar el niño Emilio Pascual extrajo un libro cuando la maestra -"que probablemente no sabía ya qué hacer conmigo", la disculpa el autor- le dijo que cogiera un libro y se pusiera a leer, de modo que abrió uno por una ilustración de Segrelles que mostraba a Polifemo derrotado mientras los griegos le ensartaban una estaca en su único ojo.
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