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Eurovisión: Mucho más que música, una poderosa herramienta de diplomacia cultural
Reflejo de afinidades y desencuentros políticos, hay universidades que lo utilizan como hilo condutor para explicar la historia de Europa desde la II Guerra Mundial
El festival de la canción de Eurovisión que se celebra este sábado en Liverpool es mucho más que una competición musical, es una poderosa herramienta de diplomacia cultural, reflejo de las afinidades y desencuentros políticos entre países.
Es lo que argumenta en una entrevista con EFE el profesor de Derecho y Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas, Antonio Obregón, que ha estudiado el fenómeno musical y su intersección con otros campos académicos como la política, la sociología o la historia.
Coautor del libro 'El Festival de Eurovisión como fenómeno cultural' y entusiasta y experto en el festival, este profesor ha logrado integrar el concurso musical en sus asignaturas de Relaciones Internacionales. De hecho, no es extraño que en sus exámenes pida a los alumnos escoger una canción ganadora y explicar todas las alianzas, disputas, encuentros y desencuentros que se derivan de esa edición del concurso y que revelan las votaciones populares.
Así, en la edición del año pasado Ucrania "arrasó, por simpatía y solidaridad" con un país recién invadido por Rusia; el 'bloque nórdico' usa el concurso como escaparate de su potentísima industrial musical; Grecia y Chipre siempre se dan la máxima puntuación, mientras que Turquía jamás consiguió ninguno de los votos griegos o chipriotas los años en los que participó.
El brexit es otro acontecimiento que tiene su reflejo en Eurovisión. Así en 2016 el Reino Unido no consiguió ni un voto en el festival, lo que utilizaron los euroescépticos para subrayar el poco aprecio que Europa tenía por los británicos, que un mes después del festival votaron a favor de abandonar la UE.
Ahora, tras el segundo puesto alcanzado el año pasado, lo usan los partidarios de volver a la UE para destacar las complicidades con los países miembros. Pero nada de esto es nuevo, asegura Obregón que subraya que de la edición de 1974 "podríamos hablar horas".
Para empezar, porque la ganó ABBA cantando en inglés, lo que puso de manifiesto la pérdida de potencia diplomática del francés, un idioma que hasta entonces casi siempre triunfaba.
Además, los portugueses utilizaron la emisión en radio de su canción de ese año como "señuelo a los revolucionarios para que lanzaran la Revolución de los Claveles"; y los italianos, inmersos en una apasionada campaña a favor y en contra del divorcio, presentaron una canción titulada "Sí" con la que quedaron segundos.
Las votaciones también han reflejado la llegada a Europa de las exrepúblicas soviéticas, que se votan unas a otras; el distanciamiento de Turquía, que participó con entusiasmo los primeros años, hasta que el giro islamista de su presidente Recep Tayyip Erdogan le alejó de la UE y de Eurovisión.
Y más recientemente, la salida del concurso de Hungría en 2020 por las crecientes tensiones en sus relaciones con la UE y su distanciamiento de los valores de diversidad, inclusión o igualdad que promueve el festival.
"Eurovisión es de hecho un elemento vertebral de la identidad europea" y de promoción de sus valores e ideas, asegura Obregón quien recuerda que el concurso nació en 1957, justo el año en que se creo la Comunidad Económica Europea y que, en su primera edición participaron los siete países firmantes del Tratado de Roma.
"Desde entonces, Eurovisión ha ido creciendo a la par de la Unión Europea y reflejando todas las afinidades y tensiones entre países", hasta el punto de que las universidades en Australia lo utilizan como hilo conductor para explicar la historia de Europa desde la II Guerra Mundial hasta hoy, asegura.
Para este año, Obregón no cree que Ucrania vuelva a ganar el concurso dado que la guerra se ha extendido más allá de lo inicialmente esperado.
Al público no le gusta que gane dos veces seguidas el mismo país, y porque sus preferencias se decantan esta vez hacia Suecia, "con una magnífica canción y una fantástica producción y puesta en escena", o Finlandia, con una "canción gamberra que arrasa entre los jóvenes".
Lo que sí tiene claro es que España quedará "en muy buen lugar porque, por fin, se ha dado cuenta de la importancia de Eurovisión como escaparate de un país y como herramienta poderosa de diplomacia cultural y social".
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