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Una imagen actualizada de la economía española (X)
Décima entrega del serial de Ramón Tamames
Continuamos hoy con la imagen actualizada de la economía española, entrando en un capítulo importante, que es la población. Muchas veces no se tiene tan en cuenta la demografía como sería necesario. Y es extraño, pues como dice un célebre demógrafo, Hollingsworth, lo demográfico tiene las componentes más importantes del suspense literario: sexo y muerte. En ese sentido, todo lo relativo a nuestra demografía, está en el candelero. Sobre todo, tras la creación del Ministerio de Transformación Ecológica y Reto Demográfico, aunque la verdad es que Doña Teresa Rivera, ministra de la cosa, no presta mayor atención a lo que se refiere a habitantes de estas tierras de Iberia. Se acompaña el texto literario con algunos cuadros estadísticos que creo bien expresivos.
LA POBLACIÓN
"El hombre es la medida de todas las cosas". En economía, como en las demás actividades humanas, todo hay que referirlo al ser humano, a la población; la producción, la renta, el consumo, el ritmo de desarrollo económico, todo está ligado, de una forma u otra, a la evolución demográfica. Lo cual no puede hacernos olvidar, sin embargo, que en un modelo de desarrollo con criterios ecológicos, la verdadera variable independiente debe ser la Naturaleza...
En términos estrictamente económicos, la población realiza dos funciones básicas: satisfacer una serie de necesidades de bienes y servicios (consumo) y contribuir a la obtención de los mismos (producción). Desde el punto de vista del ingreso, la población viene a ser el divisor de la Renta Nacional, y de ahí el nombre de "dividendo nacional" que se dio a esa variable en los primeros tiempos de la ciencia económica, y que aún hoy es frecuentemente empleado. Desde el ángulo de la producción, la población constituye la base misma del sistema productivo, y en este sentido puede ser considerada como el primer activo de la economía.
El estudio de la población
La estrecha vinculación entre población, economía e historia, supo resaltarla el demógrafo francés Alfred Sauvy, que vio en la evolución regresiva que siguió la población de su país entre 1919 y 1945 la razón principal del penoso armisticio de 1940, en el que una Francia envejecida capituló ante una Alemania de demografía pujante. "La mayor parte de los sucesos históricos -afirma Sauvy- encuentran su explicación profunda en las cuestiones demográficas. La expansión del genio francés del siglo XVIII, la fuerza militar de la Revolución y del Imperio, en gran parte fueron debidas a la vitalidad de la población francesa de estas épocas y al vasto campo que ofrecía la selección de talentos intelectuales y militares. El progreso de los Estados Unidos, del Japón y de la (hoy extinta) URSS, no serían concebibles sin el fuerte desarrollo demográfico del que durante largo tiempo se beneficiaron estas potencias".
Podemos definir la población como el conjunto de seres humanos que viven sobre un territorio determinado. Un agregado que puede mantenerse estacionario (si bien su estructura interna no dejará por ello de experimentar cambios sustanciales) o evolucionar, creciendo o disminuyendo en número. El crecimiento estará ocasionado por el desarrollo de la natalidad y/o de la inmigración, la disminución por el de la mortalidad y/o la emigración, y la esperanza de vida al nacer.
Vamos a realizar el estudio de la población española de modo sistemático, analizando la evolución seguida en su cantidad absoluta, su distribución espacial, sus movimientos naturales, los movimientos migratorios, y las previsiones.
Población absoluta y su evolución
El mejor conocimiento de una población se obtiene a través del censo que, como decía Bertillón, es su fotografía en un momento dado. A través del censo, cuando es muy perfeccionado, se conoce no sólo el número de habitantes, sino, además, cómo se distribuye éste según el sexo, estado civil, grado de cultura, profesión, religión y otra serie de datos de gran interés económico y social.
En España, el primer censo elaborado, con un mínimo de garantías, fue el que se realizó, por orden de Felipe II, en 159 . Hasta 1768, siendo rey Carlos III, no se hizo ningún otro, y después de ese año, y hasta 1857, no se confeccionaron más que los de 1787 y 1797. La población registrada por los referidos censos era la que figura en el cuadro 1.
Vemos que el coeficiente de crecimiento de la población durante todo el largo período de 1594 a 1797 fue muy reducido. Ello se debió a la mortalidad por entonces muy fuerte (especialmente infantil y por epidemias) y a una larga serie de factores, entre los cuales hay que destacar la expulsión de los moriscos, las guerras, la emigración a las Indias, la plétora de religiosos, la mendicidad y la ociosidad.
Sólo a partir de 1857, un año después de la organización por el Estado de los servicios Estadísticos, comenzaron a periodificarse los censos oficiales que, a partir del de 1877, y de acuerdo con las normas del Congreso Internacional de Estadística de San Peters-burgo, se llevaron a cabo de diez en diez años; desde 1900 estuvieron referidos a la población existente al 31 de diciembre de todos los años terminados en cero. Sin embargo, el Real Decreto Ley 20/ 1979, del 7 de diciembre, cambió el momento del censo a 1981, y desde entonces a los años terminados en 1.
El aumento de población que refleja el cuadro 2, tiene una serie de consecuencias para el bienestar económico. Si el nivel de vida ha de mantenerse, el ritmo del incremento de la renta nacional debe ser por lo menos igual al que sigue el demográfico. El no haber sucedido así después de la última Guerra Civil, en el periodo 1939-1950, fue muestra de un notable descenso del nivel de vida de los españoles.
Por lo demás, las cifras del cuadro 2, nos muestran que España, tras la fase lógica en todo el entorno de la Europa industrial y urbana entró la maduración demográfica. De modo que desde la década de 1990 el fuerte incremento de población se debió a las oleadas inmigratorias, sobre todo de Iberoamérica, Rumanía y Magreb. En el lapso 2001-2006, antes de la crisis del 2008, el número de extranjeros residentes pasó de 1,4 a 4,5 millones, a los que habría que añadir no menos de 500.000 personas en situación de irregularidad. Lo cual transformó la composición poblacional, con un 10 por 100 de nacidos fuera de España.
En cualquier caso, el débil pulso demográfico vegetativo, por la baja natalidad desde la década de 1980 -con una tasa media de fecundidad (TMF) de 1,2 hijos por mujer-, no habría permitido un crecimiento económico como el que se produjo por entonces. En ese sentido, por mucho que se discuta la baja productividad de los inmigrantes, lo cierto es que en gran parte sustituyen a los españoles en trabajos que éstos ya no quieren ocupar, como recolecciones agrarias, minería, construcción, trabajo doméstico, cuidadores y otros servicios.
Dejamos aquí el tema por hoy, para seguir el próximo jueves. Y como siempre, los lectores de Tribuna pueden conectar con el autor en castecien@bitmailer.net.
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