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Una imagen actualizada de la economía española (IV)

El profesor Tamames analiza la cubierta vegetal del país, y el análisis del impacto del calentamiento global y del cambio climático

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Una imagen actualizada de la economía española (IV)
Ramón Tamames Gómez
Ramón Tamames Gómez
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Dentro de la configuración de España que estamos haciendo de manera sistemática, hoy nos corresponden dos cuestiones fundamentales: la cubierta vegetal del país, y el análisis del impacto del calentamiento global y del cambio climático. En la primera cuestión, tenemos la protección de nuestros suelos, con la extensión de montes arbolados o no; y también de matorrales y las antiguas zonas de pastizales, que recrecen las zonas forestales, o que quedan como baldíos que deberían ser ocupados sistemáticamente para completar la cubierta vegetal. En cuanto al calentamiento global, estamos ante una de las mayores amenazas al planeta, afortunadamente con un programa mundial ya especificado en el Acuerdo de París de 2015. Donde se establecen las medidas de recorte de los gases de efecto invernadero, y también de adaptación del medio al cambio que se está produciendo por las fuerzas que ha despertado la propia humanidad con su desarrollo demográfico y de industrialización contaminadora. Dos temas, pues, para estudiar y reflexionar por nuestros lectores de Tribuna.

Cubierta vegetal

En este aspecto, la evolución experimentada en España ha sido muy grande a lo largo de los siglos. Los incendios de bosques, frecuentes por causas bélicas durante la Edad Media, tuvieron también la finalidad de ampliar el área de pastos para una cabaña creciente que sostenía el poder de la Mesta. La guerra de la Independencia, las contiendas civiles del XIX y la desamortización incidieron, igualmente, con un efecto reductor del área forestal. Y lo mismo sucedió a causa del beneficio de los metales, que originó el carboneo intensivo para el beneficio de los metales.

Sin poder precisarla, la toponimia y los documentos históricos hacen suponer que la superficie que en otro tiempo ocuparon los bosques de España fue muy extensa. Para luego tener reforestaciones muy notables desde finales del XIX; y sobre todo entre 1939 y 1975 por las labores del PFE (Patrimonio Forestal del Estado) y el ICONA (Instituto de Conservación de la Naturaleza)[1].

Como afirmaba el geógrafo J. Bosque, la flora europea tiene en la Península su límite meridional, con árboles de hoja caduca -castaño, roble, haya- y prados naturales. Por su parte, en la Iberia Seca, "el clima árido condiciona una vegetación de follaje persistente y, a menudo, xerofítica", de la cual los mejores exponentes son el género Quercus (roble, encinas, alcornoques) y los pinos piñoneros, así como vegetación de matorrales (jara, tomillo y espliego); que en las zonas más degradadas dejan paso a la pura y simple estepa, en donde predominan los espartales[2].

En suma, la cubierta vegetal en España corresponde a condicionantes del medio natural que puede sintetizarse así: flora muy variada con vegetación no siempre esplendorosa; y mucho suelo desprotegido de erosión muy intensa[3]. Como bien puede apreciarse en el cuadro 1, donde figura una estimación del grado de erosión, que muestra cómo unos 15,7 millones de hectáreas se encuentran un grave proceso erosivo. Lo que pretende corregirse con reforestaciones y correcciones hidrológico-forestales[4].

La preocupación por el medio ambiente

De todo lo anteriormente expuesto respecto a infraestructura podría extraerse la conclusión de que España no dispone de las bases físicas que permitan un desarrollo económico y social al nivel de las de otros países europeos. Esto, sin embargo, no es exacto. Muchas de las dificultades que representaba esa infraestructura, adversa en no pocos aspectos, pudieron ser vencidas por la acción humana; con un esfuerzo nacional sostenido.

Además, puede decirse que desde final de la década de 1960, ante el impresionante crecimiento de los países industriales (como promedio, el 5 por 100 anual acumulativo, lo que supuso un 62,9 por 100 en el decenio) una serie de instituciones empezaron a mostrar preocupación por el problema del creciente deterioro del medio ambiente. La contaminación progresiva del aire y de las aguas (continentales y marítimas), la amenaza de un paulatino agotamiento de los recursos no renovables, y el peligro de desaparición de numerosas especies zoológicas y vegetales, fueron la raíz del surgimiento de multitud de grupos e instituciones conservacionistas de la Naturaleza. E igualmente el punto de arranque de la formulación de nuevas tesis, más o menos difundidas y efectivas, como la del "crecimiento demográfico cero" a escala mundial, y la del "crecimiento económico cero", en los países más desarrollados, con un paulatino acercamiento de los menos a los más ricos.

En ese sentido, dos instituciones reflejaron a principios de la década de 1970 y con la máxima atención la gravedad del tema a nivel planetario. La primera, las Naciones Unidas, que en junio de 1972 celebraron en Estocolmo la 'Conferencia sobre el Medio Ambiente', de la que surgió la 'Carta sobre la Defensa del Medio Humano', de carácter programática, y cuyos 25 puntos fueron desarrollados contra  la locura humana de "desarrollar sin conservar"[5]. Después, en la misma tónica, se sucedieron la Conferencia Río+5 (Nueva York, 1997), y Río+10 (Johannesburgo, 2002)

La segunda institución a que nos referimos fue el Club de Roma, en una investigación dirigida en su primera fase por Dennis Meadows[6]. El resultado de sus previsiones se calificó de apocalíptico, y su metodología se puso en tela de juicio por expertos y profanos. Pero lo cierto es que el equipo Meadows supo destacar los peligros en ciernes para los ecosistemas mundiales, admitiendo claramente que aún existía la posibilidad de reaccionar. En cualquier caso, las previsiones del Club de Roma sobre el futuro fueron muy útiles a la hora de la reflexión de muchas instituciones. Su libro 'Los límites al crecimiento', significó un serio aldabonazo en la conciencia de casi todos, a fin de adoptar políticas de medioambiente más razonables.

Harlem Brundtland

En 1987, una comisión especial, también dentro de la ONU, presidida por la Sra. Harlem Brundtland, planteó el nuevo concepto de desarrollo sostenible, de reconciliación de la tecnología con la naturaleza.

Dejamos aquí el tema por hoy, para seguir el próximo viernes. Y como siempre, los lectores de Tribuna pueden conectar con el autor en castecien@bitmailer.net

[1] Julio Senador Gómez, que con J. Costa propugnó en España una política de intensa repoblación forestal decía que «diez causas han contribuido a la decadencia de nuestra riqueza forestal: las leyes civiles (se refiere a la consagración del absoluto derecho de propiedad, que permitió la tala de montes enteros por sus propietarios), la desamortización, la administración defectuosa del patrimonio fiscal, el aumento del consumo de madera, el escaso desarrollo industrial, la incomunicación el absentismo, la falta de estímulo oficial, la falta de interés individual, y la ignorancia. Estos diez mandamientos se encierran en dos: la barbarie de las leyes y la barbarie de los hombres». Vid. Castilla en escombros, Madrid, 1915, pág. 157.

[2] Joaquín Bosque Maurel, en Geografía Económica de España, Teide, Barcelona, 1960, 5.ª edición, págs. 13 y 14. Una excelente expresión gráfica de la superficie forestal española, resultado de una gran labor científica y de un meticuloso trabajo cartográfico, es el Mapa Forestal de España (dirigido por L. Ceballos Fernández de Córdoba), Ministerio de Agricultura, Madrid, 1966.

[3] Para una ampliación de estas breves notas, puede verse el «libro verde» editado por la CIMA en 1977, así como los sucesivos informes anuales de la D. G. de Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente.

[4] España suscribió en 1994 la Convención de Lucha contra la Desertificación de las Naciones Unidas, UNCCD (http://www.unccd.int), un tratado internacional firmado por 190 países; del cual deriva el Programa de Acción Nacional contra la Desertificación (tutelado por la Dirección General para la Biodiversidad del MMA) que se enfrenta a una realidad inquietante: el problema de la desertificación es grave (grados alto y muy alto) en un 31,49 por 100 de la superficie española.

[5] Puede verse un resumen de lo tratado en la Conferencia en el núm. 3 de 1972 de Documentación Económica.

[6] Meadows y otros, The Limits to Growth. A report for the Club of Rome?s Project on the Predicament of Mankind, Potomac Associates Book, Londres, 1972, págs. 23 y 24. De este y de los sucesivos informes del Club de Roma, podemos encontrar abundantes referencias en Ramón Tamames, Ecología y Desarrollo Sostenible, Alianza Editorial, 6ª edición revisada, Madrid, 1995.

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