El acto está organizado por la Asociación de Ayuda a la Mujer 'Plaza Mayor'
Salamanca ha celebrado los 20 años de APRAMP. 20 de años de lucha ante una tarea imprescindible. 20 años de continua ayuda a las víctimas de trata, especialmente a mujeres víctimas de explotación sexual que viven al servicio de proxenetas. Un mensaje ha prevalizado en las voces de una mesa formada exclusivamente por mujeres: "Las mujeres no eligen ser esclavas. Nadie nace para ser esclava".
Después de muchas voces escuchadas, la última emergía como la más importante. La de una superviviente de trata gracias a Apramp, entre otras figuras que participan del proceso. Sin nombre y con mascarilla puesta, la mujer, ahora mediadora de Apramp, comienza hablando de su vida por la familia. "Éramos muy católicos, soy el camino de mi madre y quería ser como mi abuela, ser matrona. Sin embargo, mi madre se puso mala con mucho tiempo de tratamiento y gasto. Hasta que un día entró en coma, multiplicándose los gastos en UCI. Tenía un sueldo de 300 euros al mes y comencé a pedir ayuda".
Después de 30 días multiplicados por 250 euros al dia... la deuda se incrementó, pero lo más importante es que su madre se puso bien. Sana y salva pudo volver a casa. A los meses, volvió a estar enferma y casi agonizando, en el hospital le dijeron que no había sitios libres. "Desesperada, no sabía que hacer. Solo me quedaba rezar, así que le pedí a Dios que si iba a sufrir que se la llevara y así fue. A las tres horas murió", cuenta.
Con tal contexto, tuvo que acercarse cargo de sus hermanos, pidió volver al trabajo y fue rechaza, por lo que no tenía opciones de pagar la deuda. Así, contactó con un hombre, le pidió dinero y él le dio la oportunidad de venirse a España a trabajar. "Yo no dudé y acepté", señala. "Me organizó todo, desde el pasaporte, hasta una lista de cosas que tenía que decir al pasar la frontera".
Llegó a Madrid. "Me pasé todo el rato llorando. los dueños del club me ofrecieron todo, como si fuer una hija. Me ofrecieron ayuda. Me llevaron al club, me dejaron descansar y al día siguiente me dieron un vestido rojo para ponerme a trabajar. ", explica.
"Pasó un día, una semana... y me di cuenta que cuánto mas trabajar menos tiempo estaría allí. Quería mi libertad y, al final, ejercí la prostitución. En un tiempo pagué la deuda. Pero siempre había una deuda más. Cada día me iban cobrando dinero. Si tenía la regla, tenía que trabajar con ella. Me cobraban 100 euros si no trabaja un día", continua.
Y habla de clientes, en concreto en uno que "se corría dentro" y la amenazaba con ir a la Policía. Así, llegó un momento en el que necesitaba drogas y alcohol.
¿Cómo salió de allí? "Llegó una chica paraguaya y le dije que no se fiara de nadie, que no hiciera caso, que no fuera con ningún cliente. Por eso, un día vino mi jefa para decirme que porqué hacía eso. En estado de nerviosisimo, nos pusimos a beber y nos pegamos entre nosotras. Nos echaron y nos mandaron a la calle, y sentí que había salido de ahí. Unos chicos de mantenimiento nos llevaron a su casa, estábamos sin ropa, sin nada, solo sabía ejercer la prostitución".
Y llegó a Salamanca: "Conocí otros clubes y un putero me ofreció casarme con él para conseguir papeles. Después de eso, conocí a un chico por meeting, hablábamos, tomamos un café... y un día le conté todo lo que había pasado. Él me dijo que yo era una víctima. Fue él el que contactó con Apramp y me llevó allí. Ese proceso lo tengo blanco, hice una denuncia, pero no me puedo ver en esa escena".
"Gracias a esa persona estoy aquí. Actualmente es mi pareja y gracias a él tengo la vida que quiero tener. Inlcuso traje a mi niño", finaliza.
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