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La tragedia ambiental de la Sierra de la Culebra: fuego, política y futuro

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Teresa Sánchez
Teresa Sánchez
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El mundo rural, un asunto central Castilla y León, vive en comunión con su medio natural y cada incendio forestal deja sin sustento a mucha gente de nuestros pueblos.

El terrible incendio forestal de la Sierra de la Culebra ha protagonizado el funesto inicio de verano en Castilla y León. El fuego se ha saldado sin desgracias personales, pero con un enorme daño al medio natural en un entorno privilegiado, de los más singulares de la comunidad. La sierra de las comarcas de Tábara y Aliste es hogar de los ciervos, territorio del lobo y hábitat de numerosas especies de gran valor ecológico y el incendio ha convertido en cenizas buena parte de la superficie total de esta Reserva de la Biosfera. Una tragedia ambiental de enormes proporciones que ha despertado también el debate sobre la idoneidad del operativo y sistema para la extinción de incendios.

El asunto ha generado ya un agrio enfrentamiento político, que nunca falta, una derivada inevitable de este tipo de situaciones, pero no la más importante. Si existen o no responsabilidades políticas es sólo una parte del análisis que urge hacer una vez sofocadas las llamas. El acercamiento tiene que empezar por ofrecer todas las explicaciones necesarias. Profundamente señalados, los responsables ya han salido para ofrecer datos y la opinión pública ha conocido algunos adicionales. En todos los casos, nadie sale bien parado. El incendio fue extraordinario por su violencia, producto de meses de falta de lluvias y una ola de calor de 40 grados que coronó semanas de temperaturas extrañamente elevadas, pero escudarse en la fuerza de las llamas no basta. Con todo, hay algo que realmente nos obliga a cambiar la situación: Castilla y León no se entiende sin su medio natural.

La naturaleza es una de las joyas de la corona de la comunidad. Es el alfa y omega del territorio, el principio y el destino final de muchas cosas. Sirve como argumento para  ofrecer calidad de vida a los que quieren alejarse de los grandes núcleos de población, pero también es el origen de productos únicos y recurso turístico de primera categoría. Es también objeto de enormes esfuezos de la administración para garantizar sanidad, educación y oportunidades que pongan freno a la temida despoblación que amenaza el mundo rural, nuestros pueblos, que no se entienden sin su medio natural.

Montes, dehesas y paisajes tienen mucho que decir en las condiciones de calidad de vida que puede ofrecer Castilla y León porque aportan medios económicos a los pueblos. Las explotaciones agrarias y ganaderas de las que salen productos de alto nivel, actividades como la apicultura, las zonas micológicas o el aprovechamiento forestal son imprescindibles para mantener gente en nuestros pueblos. El fuego ha quemado el sustento de muchos en la Sierra de la Culebra y puede acabar expulsando a más gente de nuestros pueblos que la falta de un médico.

El entorno de la sierra zamorana ha quedado arrasado. Tardará 50 años en volver a tener los apreciados boletus en sus bosques, tiznados de negro ahora y por muchas décadas. La rica fauna del lugar se ha visto muy afectada: corzos y ciervos son el espectáculo de la berrea, pero también generan caza, y la presencia de lobo y aves impulsa el turismo de observación. Todo eso se acabó, o se va a ver mermado para muchos años. Y ahora el problema es cómo y de qué van a vivir muchos de los afectados.

Este, y no otro, es el verdadero motivo por el que es necesario esclarecer qué ocurrió y sacar conclusiones que puedan servir para que no se repita. Dos grandes incendios en dos años son demasiado. Escudarse en el tamaño del incendio no es suficiente. Es necesario repensar el dispositivo y su depliegue y comprobar si se adapta a la realidad climática con veranos cada vez más prolongados, episodios de calor más intensos y menos lluvias. No son ideas, sino datos empíricos, y no se puede seguir ignorándolos. Si hay que adelantar las temporadas de alto riesgo, que se haga, y si eso supone contratar antes o gastar más, también. No tiene ningún sentido apostar por la vida en el mundo rural y no darle respaldo económico, y la partida de los incendios tiene que acompañar.

La Junta está obligada a dimensionar el operativo para que sea capaz de afrontar este nuevo tipo de incendios y atajar sus consecuencias sin tener que sacrificar tanto de su medio natural: proteger poblaciones es imprescindible, pero ¿qué pasa con la naturaleza y lo que produce? Tenemos que ser capaces de ponerla a salvo, de apagar más fuego llegado el caso. No es sólo salvar hábitats, árboles o especies, sino de asegurar el sustento de ese mundo rural que, dicen, está en el centro de las políticas que quiere y necesita Castilla y León. Y ese mundo rural vive literalmente de su entorno natural, en comunión necesaria. 

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