La programación de los próximos meses incluye varias actividades organizadas con motivo del centenario del nacimiento de Carmen Martín Gaite
El puente Enrique Estevan, joya en hierro que nació para dar vida a Salamanca y renovó su imagen para siempre
La arquitectura modernista deja en Salamanca joyas como el puente que 'salvó' al Romano
En la ciudad de plateresco por excelencia donde reinan los grandes edificios de piedra, pesados e imperturbables, también hay vida más allá de la cantería de manera que la arquitectura del hierro y la influencia modernista también está presente en Salamanca. Cierto es que no tiene una presencia notable pero los ejemplos existentes constituyen muy interesantes en sus diferentes tipologías. De entre todos estos ejemplos vamos a centrar la mirada en otro lugar que puede parecer de paso pero sobre el que es interesante que, tanto turistas y lugareños, centren su atención. Un emplazamiento que podría ser la primera parada del viajero cuando pisa la que es una de las vías de acceso a la ciudad, el Puente Enrique Estevan.
También conocido por los salmantinos como Puente Nuevo o Puente de Hierro, es un puente centenario, metálico y de estilo modernista que cruza el río Tormes y cuya construcción se acometió como una solución para las nuevas necesidades de acceso a la ciudad a principios del siglo XX y, de pasó, salvó y dio vida a una de las grandes joyas que guarda Salamanca, el Puente Romano.
Por aquel entonces todo el tráfico que debía cruzar el río se centraba la construcción romana y debido a su estrechez, a sus insuficiencias para dar paso a los carruajes, automóviles y viandantes que debían atravesarlo, la Dirección de Carreteras planteó en el año 1891 su ampliación para adaptarlo a las necesidades.
Por suerte, un concejal del Ayuntamiento de nombre Enrique Esteban propuso la medida alternativa de construir un segundo puente, salvándose de este modo el valor histórico del Puente Viejo.
Su proyecto fue aprobado y la construcción del Puente Nuevo comenzó en el año 1902, ubicándose aguas arriba y en paralelo al antiguo puente. Las obras se alargaron bastante debido a numerosas interrupciones y como apunte curioso, se instaló con la primera piedra una cápsula del tiempo en la que se guardaron algunos objetos significativos de la época. Finalmente fue inaugurado el 22 de octubre de 1913.
Había que buscar nombre para una obra que levantaba por entonces la admiración y la curiosidad de todos los habitantes de la ciudad y había sido tal el empeño que puso el concejal en una construcción que ya todos aplaudían que se decidió poner su nombre aunque ha pasado a la historia con la anécdota de cambiar la "b" por "v" debido a un error en una publicación periodística del momento.
SUS CARACTERÍSTICAS
El Puente de Enrique Estevan fue diseñado por el ingeniero de Caminos Saturnino Zufiaurre, quien fue discípulo de Gustave Eiffel -el creador de la torre con su nombre en París-.
Su construcción planteaba dificultades porque mientras la ribera izquierda era de un fácil engarce, la derecha exigió una nueva vía urbana, la avenida del Puente Nuevo, que es la actual Reyes de España.
Al mismo tiempo que surgió la idea del puente Enrique Estevan, se planteó la posibilidad de mejorar la conexión con las carreteras que partían del norte de la ciudad y se propuso, ya en 1895, abrir una nueva conexión que atravesase la ciudad y crease un eje visual. La nueva avenida, que es la actual Gran Vía, se prolongaría hasta alcanzar la ronda de circunvalación a la altura de La Alamedilla, con un trazado muy similar a la actual y con una anchura de 25 metros.
Se trata de un puente con 220 metros de longitud y 10 metros de anchura que posee seis arcos con unos 43 metros de radio que se sostienen en pilares de fábrica de granito. Cada tramo consta de cinco vigas arqueadas con sección de doble T, sobre las que se elevan los montantes, -reforzados por hierros de ángulo que forman cruces de San Andrés-, en los que descargan las viguetas. Estas últimas, junto con los largueros que apean en ellas, forman la trama del tablero. En la parte más elevada, sobre los largueros van los hierros zores, que constituyen los apoyos del pavimento. Remata la estructura una cornisa de hierro sobre la que se eleva una barandilla de hierro forjado.
La mayor parte del puente conserva los materiales originales. Destaca el empleo del acero laminado como alternativa al hierro laminado, junto a la piedra de arenisca, el granito de Villavieja o de Fuentes de Béjar y cantos rodados de Santa Marta o de Vistahermosa, para la formación del hormigón.
La decoración del puente constituye una excepcional muestra de la tradición del historicismo eclecticista. Los arcos rebajados enmarcados a modo de alfiz, se decoran con adornos en forma de rombos o círculos que acogen motivos de hojas o flores en las vigas exteriores que forman los arcos. En los montantes exteriores enlazados por los arquillos de herradura angrelados, círculos con la estrella de David en las enjutas y otros motivos geométricos de reducidas dimensiones. La cornisa y la barandilla también incorporan una pequeña decoración y se rematan con farolas.
El Puente Enrique Estevan se convirtió en la principal vía de acceso a Salamanca por el sur durante décadas hasta que se fueron haciendo necesarias nuevas construcciones que atravesaran el río. En junio de 2014, por fin y después de varios retrasos, se acometieron unas ya más que necesarias obras de rehabilitación para su puesta en valor con motivo de la celebración de su centenario.
Fue la primera restauración integral a la que se sometió el puente desde que se construyó. Ocho meses de obras en las que se llevaron a cabo acciones concretas como la eliminación de las juntas sobre los pilares y estribos, la sustitución de algunos elementos estructurales y la limpieza y consolidación de la sillería de los pilares de piedra y más de 7.400 metros cuadrados mediante chorro de agua a presión. Para entonces el Consistorio de Salamanca ya había solicitado para el Enrique Estevan la declaración de Bien de Interés Cultural.
Fue el 16 de enero de 2016 cuando el Consejo de Gobierno aprobó la declaración de Bien de Interés Cultural y de igual forma delimitó un ámbito espacial de protección formado por el espacio libre del río y su ribera fluvial -integrado en el corredor verde del Tormes a su paso por el municipio-, así como parte del suelo urbano del conjunto declarado para proteger la vista de la ciudad histórica que caracteriza la imagen urbana de la ciudad de Salamanca.
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