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La USAL entra en la mente de los criminales para conocer sus pasos y crear sus perfiles

La Unidad de Análisis de Conducta Criminal de la Universidad de Salamanca cuenta con un equipo multidisciplinar de profesionales que encabeza Francisco Javier de Santiago

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La USAL entra en la mente de los criminales para conocer sus pasos y crear sus perfiles
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Entrar en la mente de un criminal no es una tarea sencilla. Conocer sus hábitos, su firma o su ritual son cuestiones reservadas a unos pocos y de las que se encarga la Unidad de Análisis de Conducta Criminal de la Universidad de Salamanca. Una unidad multidisciplinar compuesta por profesionales de distintos campos y que encabeza Francisco Javier de Santiago

 

Su trabajo, alejado de lo que vemos en el cine y en la televisión, se centra en estudiar y analizar las conductas especialmente violentas como los asesinos en serie, los asesinos frenéticos, los asesinos en masa, agresores sexuales, terroristas, proxenetas o estafadores. Se trata de una unidad pionera en España que se creó en 2015 y cuenta con el antecedente de una unidad similar en la Universidad de Radford, en Florida. Además, ha abierto el camino a la unidad que se creó en Barcelona en el curso 2016/2017. Desde entonces, se han dedicado a estudiar las mentes y la conducta de los criminales para crear bases de datos que puedan ayudar a los investigadores y a las fuerzas y cuerpos de seguridad.

 

"Una ciencia es aplicada o no es ciencia", asegura Francisco Javier de Santiago, director de la unidad. Y ese es el trabajo de este grupo multidisciplinar de profesionales. "No puede haber una única teoría que explique los asesinatos o la conducta criminal y por eso es la criminología la que puede explicarlo, porque abarca varias ciencias, aunque eso no se logra sin investigación", afirma su máximo responsable. Por ello, esta unidad es una unidad universitaria de investigación que trabaja con el objetivo de crear una base de datos operativa con estudios sistémicos. 

 

"Hay mucha criminología rosa, gente que no ha investigado nunca y se dedica a repetir biografías de asesinos sin ningún rigor científico", apunta De Santiago. Y eso es de lo que se aleja esta unidad. Sus profesionales estudian los 'modus operandi', si evoluciona, involuciona o se mantiene estático, estudian cómo se acerca el agresor a la víctima, cómo controla sus rutinas durante las horas del día, el nivel de planificación, si tenía conciencia forense, si oculta el cuerpo, y un sinfin de variables que le ofrecen una información muy valiosa para encontrar las evidencias psicológicas del delito y el tipo de conducta criminal que posee el sujeto. "La huella psicológica no se borra y ayuda a reducir el número de sospechosos y a ver la peligrosidad del sujeto y otras cuestiones como desde dónde opera y todo ello para plantear nuevas posibles líneas de investigación al equipo responsable".

 

Además, estos profesionales son capaces de hacer autopsias psicológicas, un arduo proceso que puede resultar muy útil cuando se duda de si ha sido asesinato, homicidio, suicidio o accidente. De esta forma, buscan señales ocultas, cualquier pequeña pista o detalle que pueda apuntar hacia una dirección u otra. Dejar cartas de suicidio, muestras de cariño, el arma utilizado en el crimen, pistas conductuales claras de los individuos como la pólvora en la mano, la lateralidad, suicidarse frente a un espejo. Todo un mundo de detalles que pueden llegar a mostrar mucha información y que les permite,  por ejemplo, vincular el modus operandi con otros elementos como el ritual, la firma o la victimología para determinar que determinados delitos pertenecen a un mismo sujeto. "Por ejemplo, podemos determinar que si hay estrangulamiento más simulación de la escena y más desconocimiento de la víctima es un asesino en serio aunque haya sólo un crimen". Unos estudios que servirían como pruebas forenses a nivel judicial.

 

"Todo esto es muy ingrato porque muchas veces podemos aportar muy poco, aunque otras veces conseguimos afinar con datos muy precisos", explica el director de una unidad que elabora publicaciones, manuales y libros con los resultados de sus investigaciones. "Nunca damos nombres en las publicaciones por una cuestión ética y es no hacer de los delitos un merchandising".

 

Sus funciones se completan con otras cuestiones como la toma de decisiones en circunstancias en las que hay que hacer perfiles muy rápidos como cuando hay rehenes o son capaces de asesorar a los medios sobre lo que deben decir o no para presionar al asesino y propiciar así su detención. Y, por su puesto y como unidad multidisciplinar de investigación, estudian la psicopatía. "El hombre es capaz de hacerte música de cámara y la cámara de gas, la maldad existe y en algunos casos tiene origen neurológico y en otros no", explica Javier de Santiago. Por ello, distinguen la psicopatía maligna, que es aquella destructiva o depredadora, y la adaptativa, que son personalidades psicópatas a favor de la cultura y la sociedad como puede ser la de los grupos especiales. Y por ello inciden en la prevención de las psicopatías: "hay que enfocarse en las conductas prosociales de los niños y combatir el egoísmo, el mal llamado fracaso escolar y la repercusión del rechazo social; si un niño se empieza a sentir rechazado puede tener consecuencias muy graves de adulto".

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