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La dedicación durante diez años a un belén de Playmobil que desde Valero causa admiración
Iban Lorenzo Ruano exhibe su particular obra maestra en su bodega familiar situada en Valero (Salamanca).
Las pirámides, el Faro de Alejandría, el Coloso de Rodas o los gigantescos rascacielos. Tendemos a asociar lo relevante con lo grande. Cuanto mayor es una obra, aparentemente, es más admirable. Pero a veces ocurre simplemente lo contrario. En lo pequeño encuentran las emociones el nido más confortable.
Un ejemplo de ello es la obra de Iban Lorenzo Ruano, construida a fuerza de tesón y cariño y con elementos que apenas levantan unos pocos centímetros del suelo. Porque si los famosos Playmobil nos hablan de pasajes de la historia, de profesiones, de la envidiable vida pirata… ¿por qué no iban a ser el mejor material para modelar la Navidad?
Nos vamos hasta Valero, donde el protagonista nos enseña el nacimiento menos ortodoxo que recordamos: un montaje realizado a base de mucho trabajo, horas y días poniendo a punto a las sencillas figuras de este particular universo que creara Hans Beck y, que todavía hoy le siguen robando el corazón. Una obra exclusiva que no pasa desapercibida y que se está convirtiendo en la sensación de esta festividad.
Romanos, pastores, ovejas y otros animales, los imprescindibles Reyes Magos en su camino hasta el portal... al belén no le falta nada. Incluye cerca de 300 figuras más casas, edificaciones.... "unas 1.000 piezas en total". La afición, nos explica, le viene desde muy pequeño y, años después, la ha vuelto a recuperar.
Empezó de cero su colección personal con un portal comprado y, con mucha destreza y paciencia, fue construyendo todo un mundo en miniatura a su alrededor. Lo más curioso es que, para reunir las primeras piezas, y "no siendo mucho de Navidad" fue su mujer, Adela, quien le devolvió la ilusión. "Hace ya diez años, cuando vivíamos en Salamanca me regaló la Virgen, San José, el burro, el buey, el niño, el pastor y los tres Reyes Magos con ovejas, sabía que me gustaba".
Completan la colección cabras, vacas y hasta cerdos "que no quería poner porque son atemporales", y es que Iban cuida hasta el último detalle. Hacerse con todas estas piezas no es tarea fácil, "las compro por Internet, de segunda mano en Wallapop, se pueden pedir una a una...", también recibe de amigos, familiares y las más especiales, de la mano de su hijo Tristán.
Lleva unos diez años haciendo de esta historia una obra maestra, "me hace muchísima ilusión el momento de empezar a reunirlo todo, cada vez intento hacer algo distinto". No sabe si "ampliar la temática", con castillos "uno que le van a regalar al niño y otro de mi amigo Rodol, lo conservaba en su casa, me lo dio y decidí restaurarlo comprando las piezas que le faltaban", ahonda.
Confiesa que le gustaría exponerlo en algún lugar del citado municipio donde vive para que la gente pueda disfrutar de él, pero todavía no se atreve. "No tengo cosas muy caras, pero hay piezas que con el tiempo se han revalorizado, son bastante antiguas". Hay que cuidar el trabajo que le ha llevado construir su particular creación, para llevarla a cabo y desde hace días "me levanto el primero, a primera hora de la mañana", hay que concentrarse, su pequeño "ya es más mayor" y le "ha ayudado mucho", reconoce.
Para que se vea bien lo divide por partes y lo eleva "porque lo del fondo siempre se pierde, he ido cogiendo ideas de otros, pero gran parte es cosecha propia". El Coliseo, barcos egipcios y hasta una taberna todo "absolutamente original". Hay mucho trabajo detrás, "algunos los desmonto, los lijo, los pinto...". Año a año va comprando vestimentas, "eso lo hace más auténtico", con su cabeza pensando en ampliar, siempre, "con permiso de mi mujer ya que esto tiene un coste alto".
También guarda un hueco para darle su toque más personal, le hace un especial homenaje a sus profesiones, "la antigua y la actual", constructor y apicultor respectivamente... Su montaje también supone un encuentro familiar, donde tíos, padres, hermanos, primos, amigos... disfrutan de una jornada divertida y entrañable. Todos muy implicados con la causa donde el resultado cada año, gusta más a aquellos que lo visitan.
No se lo pierdan, merece la pena.