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Peñaranda de Bracamonte, secretos y tesoros para sorprender al visitante

Peñaranda de Bracamonte es una de esas ciudades donde las iglesias y las ermitas salpican el entramado de calles, una historia llena de secretos y tesoros que se conservan entre las paredes de sus templos.

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Peñaranda de Bracamonte, secretos y tesoros para sorprender al visitante
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Peñaranda de Bracamonte es una de esas ciudades con un encanto especial. Una localidad ubicada en un lugar estratégico y de paso entre dos ciudades Patrimonio de la Humanidad, Salamanca y Ávila, y muy accesible para todos aquellos que se acercan hasta ella a conocerla. Sus calles y plazas albergan un rico patrimonio arquitectónico y cultural que esconde pequeños tesoros, muestras de incalculable valor de la historia del municipio para unir tradición y modernidad, historia y un futuro prometedor capaz de sorprender al visitante.

 

El corazón de Peñaranda, donde se siente el latido de una ciudad declarada Conjunto Histórico Artístico en 1973, son sus tres plazas porticadas. Un conjunto singular y único que le dan un encanto especial. Edificaciones palaciegas, columnas y capiteles platerescos, viviendas y edificios municipales flanquean el recinto rectangular que conforman las plazas Martínez Soler, la de la Constitución y la de España. A partir de ahí surge un entramado de calles y plazas que llevan a un recorrido salpicado de iglesias y pequeñas ermitas.

 

Sin duda, uno de los más destacados es el Convento de las Madres Carmelitas, fundado por Gaspar de Bracamonte y Guzmán en el siglo XVII y asentado en un edificio de estilo barroco carmelitano cuyas obras finalizaron en 1669. En sus orígenes se encontraba en un terreno a las afueras del pueblo pero con la expansión de la ciudad ha quedado enclavado en pleno centro de la localidad. Se trata de un edificio de planta de cruz latina con crucero y cúpula en el centro. Por su singularidad y belleza fue declarado Monumento y Bien de Interés Cultural en 1982.

 

Pero si de interés es su exterior, no lo es menos su interior, donde un espectacular museo carmelitano alberga una interesante colección de pinturas barrocas napolitanas y tallas de bronce y de la escuela castellana de Gregorio Fernández. Obras de la escuela italiana de autores tan destacados como Luca Giordano, Guido Reni o Andrea Vaccaro entre las que destaca sobre todas ‘La Anunciación’, de Giordano, una pintura de la segunda mitad del siglo XVII. El museo cuenta, además, con otras piezas destacadas como los bronces, entre los que destacan los relicarios de origen italiano, algunos de ellos de importante valor artístico como el de la Capilla de Loreto o el calvario conocido como el Oratorio del Conde. La colección se completa con otras obras destacadas y únicas como la cerámica talaverana, una cruz de madera negra con cinco hornacinas en las que se representa la Muerte, el Purgatorio, el Paraíso, el Infierno y el Limbo, conocido como Las Postrimerías, o piezas textiles como casullas y capas del siglo XVII utilizadas en fiestas solemnes como la de la Virgen del Carmen o la festividad de Santa Teresa.

 

El recorrido por las calles de Peñaranda también nos llevará hasta la Iglesia de San Miguel, ubicada en la plaza Martínez Soler. Un imponente templo construido con sillería de granito y que se completa con una torre de ladrillo visto. Su historia está irremediablemente ligada al incendio que en 1971 destruyó el techo y todo el interior del templo, salvándose únicamente su exterior. Poco a poco ha sido reconstruida pero las llamas devoraron obras de valor incalculable. Sin duda, lo más destacado era su imponente retablo mayor del presbiterio, calificada como una de las obras cumbres de la escultura del siglo XVII y realizado por Esteban de Rueda y Sebastián Ducete. Hoy el Ayuntamiento de Peñaranda continúa trabajando por devolver al templo su esplendor perdido y el artista peñarandino Alejandro Mesonero trabaja en la realización de un conjunto iconográfico que se convertirá en el nuevo retablo del templo. Un nuevo atractivo turístico y religioso para localidad que se encuentra sin terminar pero cuyas primeras obras ya pueden visitarse en la Casa del Arte de la localidad, donde permanecen expuestas.

 

Y es que Peñaranda es, sin duda, una localidad con un rico y extenso patrimonio religioso y cultural que ha sabido preservar hasta nuestros días y donde las pequeñas ermitas ocupan también un lugar destacado. Este es el caso de la ermita del Humilladero, no tanto por su verdadero valor arquitectónico como por la devoción que procesan los peñarandinos al Cristo del Humilladero y las dolorosas que se encuentran en su interior. Y es que esta ermita, al igual que la iglesia de San Miguel, también se ha visto afectada por la catástrofe. Ubicada en la céntrica calle de Nuestra Señora y muy cerca del convento de las Madres Carmelitas, la explosión del Polvorín de 1939 la dejó prácticamente al borde de la ruina, hasta tal punto que la ermita actual es una reconstrucción moderna realizada sobre los restos que dejó la potente explosión que sacudió la localidad.

 

Sin embargo, su interior esconde uno de los tesoros mejor guardados de esta pequeña ermita. Se trata de un cuadro poco habitual, un Trifonte muy perseguido por la Inquisición que fue destruido de numerosos templos e iglesias pero que, sin embargo, los peñarandinos supieron conservar y mantener de tal forma que ha llegado hasta nuestros días.

 

La oferta religiosa de la ciudad de Peñaranda se completa con la ermita de San Luis, un pequeño edificio del siglo XVII de estilo barroco, hoy ya plenamente integrado en el casco urbano y que guarda un lugar especial en la historia religiosa de los peñarandinos, ya que fue el punto desde donde partió la comitiva que consagró la iglesia de las Madres Carmelitas el 20 de octubre de 1669. Destacado también es su interior, donde se encuentra el Santo Cristo de la Agonía, muy ligado a la devoción popular peñarandina.

 

Todo ello supone un importante atractivo turístico que puede conocerse a través de una interesante ruta urbana puesta en marcha gracias a la colaboración entre el Ayuntamiento y la Diputación y que recorre todo el corazón de una ciudad desde su centro neurálgico.

 

Pero la visita a la localidad no podía estar completa sin disfrutar de otro de sus atractivos, la gastronomía, donde los paladares más exigentes disfrutarán del buen comer. Productos de primera calidad que van de la mano de la tradición y la modernidad para ofrecer al mundo una amplia oferta gastronómica para todos los gustos. Sin embargo, una buena comida o cena no estaría completa sin un buen postre y eso en Peñaranda es una garantía. Artesanos y obradores que han sabido extender por todas las mesas productos tan tradicionales como las rosquillas de anís, los buñuelos o los huesillos de santo para colocar a la repostería peñarandina en el lugar que se merece.

 

Todo un sinfín de posibilidades para satisfacer las demandas de los viajeros más exigentes, que encontrarán en Peñaranda un remanso de paz y un cruce de caminos en el que detener el tiempo para disfrutar del arte, la cultura y los encantos de una ciudad acogedora que mira al pasado para apostar por el futuro.

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