Con motivo de la realización de trabajos de canalización eléctrica
El testimonio de muchas que se alza en una sola voz: Diez salmantinas relatan situaciones límite machistas
Una rutina demasiado normalizada. Un comentario que parece habitual y una actitud que no deja de estar. Hoy es ese día en el que se lucha contra todo y por todas, en el que cada historia cuenta y que permite recordar que estamos unidas. Los siguientes testimonios, que ponen los pelos de punta, sirven como ejemplo.
Al volver hacia casa, con las calles prácticamente vacías y la oscuridad de la noche, el miedo sigue estando presente. Los siguientes testimonios de jóvenes salmantinas ocurren en nuestro día a día, con mayor o menos protagonismo, pero la misma importancia y relevancia. Las siguientes palabras, recuerdos y vivencias ejemplifican una realidad por la que a día de hoy se ha de seguir luchando. Las mujeres, somos mujeres. ¿Qué implica ello?
Nuria Niño es la primera en hablar, recientemente graduada en psicología, reconoce varias experiencias en las que por el mero hecho de ser mujer se ha discriminada: "Hace tres años estaba en el tren y un señor mayor comenzó a tocarme la pierna, le dije que parara y no paró, por lo que decidí ir a denunciar. ¿Cuál fue la respuesta? "Que él era un señor mayor y yo iba en falda. Eso me lo dijo una policía local, una mujer". Sin embargo, los actos no se reducen a una situación aislada: "En algunos bares y no solo una vez me han tocado el culo o levantado la falda. Cuando vuelvo de noche sola por la calle llamo a mi pareja o le envío audios, a veces te dicen algo, no les contestan y te llaman puta", señala.
Irene Salvadores, también salmantina, comunicadora audiovisual y especialista en dirección de comunicación corporativa y responsabilidad social corporativa, continúa: "Una vez en una discoteca un chico al pasar me agarro el pecho y cuando me di la vuelta para gritarle, me dijo que estaba loca. Además, cuando tenía 16 años estaba en el autobús y un chico más mayor que yo se hizo una paja a mi lado, no podía hacer nada porque el autobús estaba lleno. La verdad...es que se me ocurren muchas situaciones, otra vez dos amigos de mi pueblo cuando les dije que me había besado con un chico la noche anterior me llamaron puta. También de fiesta, un chico con el que no me quería besar no me dejaba irme del sitio en el que estábamos. Incluso me agarro del brazo y me "acompañó" a casa en contra de mi voluntad. Cuando llegamos al portal lo volvió a intentar, por enésima vez le dije que no. Sus palabras fueron: "Si en realidad quieres, pero no te atreves. Me fui·.
Y el tema de la noche, se hace patente en la mayoría de los testimonios. Escucharlos o leerlos estremece, pero también te lleva a recordar. A ti también te ha pasado algo parecido. Raquel Martín, periodista y comunicadora audiovisual recoge el hilo de las demás: "De fiesta desacaría muchas situaciones, por ejemplo veces en las que hemos pasado por un grupo de chicos para ir al baño o cambiar de local y nos han tocado el culo. Una vez que salimos de fiesta, me besé con un chico mayor que yo, cuando salimos de la discoteca no me dejaba en paz, solo quería que me fuera con él y por más que le decía que no, no me dejaba. Tuve que coger un taxi para irme de allí. También en el metro, concretamente en Madrid, al estar lleno un chico me tocó el culo. Me giré para decirle algo, pero salió del metro tan tranquilo", cuenta.
Isabel Andrés, periodista: "Salía de trabajar un fin de semana por la noche por la zona de Van Dyck y tres chicos se montaron en mi coche, estaban algo bebidos o eso parecía. Concretamente, cuando yo me iba a montar abrieron las puertas del coche, uno se llegó a sentar, los otros dos hicieron el amago y les dije que arrancaba si no se iban. Vieron que iba en serio y por suerte se fueron. Pasé miedo y el susto no me lo quita nadie". Pero hay más: "Volviendo un día de tomar algo, era de madrugada y subía yo con una amiga. Mi portal tiene dos entradas, es decir, se puede entrar por dos calles diferentes, por lo que cuando yo entré por una puerta el chico pasó y me metió la mano por debajo de la falda. Grité y se fue, pero siguió andando y entró por la otra puerta. No sé que iba a hacer, pero entré corriendo, subir las escaleras lo más deprisa que pude y cerré la puerta".
A Laura Martínez, economista y que ahora realiza un máster en París, le vino a la cabeza una situación que le marcó y no consigue olvidar: "Fue en un festival en Madrid, yo estaba con mi hermana y unos amigos. Llevábamos todo el día esperando al concierto y había mucha gente, el chico que estaba al lado mío comenzó a agarrarme, yo no le conocía de nada y en un momento me empezó a tocar el culo. Yo no sabía cómo responder, me quedé bloqueada, pero los amigos de mi hermana lo vieron y lo apartaron. A partir de ahí, me quedé en shock, no disfruté del concierto y me sentí culpable por fastidiar el concierto a los amigos de mi hermana". En realidad fue él y el derecho que creía que tenía de hacer lo que hizo.
El relevo lo toma ahora Alicia Casillas, comunicadora audiovisual. Comienza y habla de algo que sucede todos los días: "Prácticamente cada día que salgo a la calle y, por ejemplo, llevo una chaqueta que me llega hasta la cadera, es decir, que no me tapa la zona del culo, espero algún comentario o incluso alguna mirada que me va a intimidar de alguna manera. Chicos en corrillos sentados en un banco, trabajadores de obra, personas sentadas en terrazas...De noche ni te cuento, parece que nunca vas a poder estar tranquila".
Y, por supuesto, el momento de salir de fiesta: "De fiesta a mi me han tocado el culo varias veces, te giras y la primera respuesta es de que él no ha sido". Osea encima, no lo reconocen. "Me acuerdo de una situación en la que me sentí muy intimidada. Cogí un taxi y el taxista estuvo todo el trayecto diciéndome que estaba buenísima, que si hacía deporte, que vaya cuerpo..Imaginaros la situación, una persona que no conoces, dentro de un coche y con las puertas cerradas, que además te está llevando a tu casa. Lo primero que piensas es que te pueda hacer algo", relata.
Ahora el turno de Irene Ruano: "Yo estuve de Au Pair en Londres, llevaba ya un tiempo allí y volviendo de recoger a los niños un día, tomamos un camino que no era el habitual, pero que a ellos les gustaba más. Estábamos en medio de una cuesta, cuando veo que un coche se para y baja la ventanilla, pensé que estaba perdido, pero en cuanto le vi las intenciones le dije que parara. Cogí a los niños y me fui, me dio rabia no haberle dicho nada, pero no me podía girar. Cuando nos estábamos yendo comenzó a insultarme, pero no hice nada, porque no sabía cómo iba a reaccionar y tenía que proteger a los niños. Es una de las situaciones que peor lo he pasado, solo pensaba en que algo le podría haber pasado a los niños, que era mi culpa haberle dicho que parara. Después entendí que no era mi culpa".
A continuación habla Sandra Guerrero, ella quería trabajar como socorrista en el verano de 2018 con el fin de poder pagarse una parte del Erasmus que haría el curso siguiente. Una de ellas era en Málaga en un parque acuático: "Me llamaron y me preguntaron por la edad, pero en seguida me dijeron que no era una oferta para mí, que estaban buscando otro tipo de persona para el puesto. Lo que pedían era tener el título de socorrista, por lo que no lo entendía, yo sí lo tenía y se lo recalqué. Me contestaron que trabajar en un parque acuático requería de fuerza y que claro que conmigo no tenían la seguridad. Les contesté que no estaba interesada en trabajar con personas que me menospreciaban por mi género y que no entendía la diferencia entre un hombre y una mujer para ser socorrista. En definitiva, me llamaron para decirme que no era apta para el puesto".
Para finalizar, alza la voz María Juanes, estudiante de la Universidad Pontifica de Salamanca en el grado de Publicidad: "En mi caso, desde que comenzó a oírse como más fuerza la violación de una chica en Pamplona, comencé a tener más miedo todavía de ir sola por la calle. Concretamente, me acuerdo de un día saliendo del cine. Estaba en Van Dyck y tenía que llegar hasta mi casa. Un hombre salió de un bar y me asusté muchísimo, no me hizo nada, nadie me hizo nada, pero estaba temblando. Llegué a casa y fue ahí cuando me sentí sana y salva, nadie me hizo nada, pero por todo lo que he conocido a mi alrededor tenía miedo".
Un mismo patrón...y un mismo sentimiento; miedo y culpabilidad. Por eso, a día hoy las mujeres tenemos que seguir celebrando este día.
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