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Para profesionales

Por Raúl García Díaz

El grupo VS el individuo


Las estadísticas están bien, sobre todo para citarlas cuando se escriben artículos. Por ejemplo, el 87% de las personas que leen mis artículos, piensan que los escribe una persona mucho más inteligente que yo. Esto es una estadística inventada, lo cual no significa que no sea cierta, pero simplemente citándola ya he influido en tu opinión, aunque sepas que es inventada. Esto es lo que se llama el efecto anclaje (ya hablaré de él en otro artículo).

 

Tomar decisiones en base a estadísticas no es ni bueno ni malo, depende de qué tipo de decisión sea la que se toma y cómo se hace. Si lo que tengo que decidir es qué cocinar para cuatrocientas personas, es bueno conocer el porcentaje de personas que hay en España a las que les gusta el pescado y qué porcentaje les gusta la carne. Con esa información podré estimar el número de platos de carne y de pescado tengo que cocinar (siempre con cierto margen de error). Pero si tengo tres comensales para los que tengo que cocinar, saber a qué porcentaje de la población española le gusta la carne y a cual el pescado, no me ayudará mucho. La razón es porque tomo una decisión que implica a muy pocas personas teniendo en cuenta parámetros de un grupo muy numeroso. Este es otro sesgo que se llama ley de los números pequeños (que ya hablaré de él en otro artículo).

 

Incluso podría refinar aún más y allá voy. Sabiendo que las tres personas para las que voy a cocinar son varones, de 35 años, pelirrojos, miopes y con gustos musicales tendentes a la música folclórica de las altas planicies peruanas, encargo un estudio que analice los gustos culinarios de cuatro mil especímenes como los susodichos. ¿Eso garantizaría mi éxito? De ningún modo. Porque repito, las proporciones que se cumplen para grupos numerosos de personas, no se cumplen para grupos muy pequeños, aunque compartan un montón de características curiosas. ¿Cuál sería entonces la mejor manera de garantizar mi éxito como cocinero? Pues es bien simple, preguntándoles directamente a los tres pelirrojos que vendrán a cenar qué les apetece comer (suponiendo que me diga la verdad).

 

Tomar decisiones que afectan a un número reducido de personas teniendo en cuenta la opinión de un grupo numeroso de personas es algo muy habitual, pero eso no quita para que sea un error supino.

 

Este error se comete incluso en las empresas. Supongamos que queremos establecer el mejor horario de reuniones en nuestra empresa y pasamos una encuesta a los 629 trabajadores. Los resultados son los siguientes: quinientas personas eligen las 16:00, cien prefieren las 17:00 y veintinueve marcan las 18:00 como su hora preferida. Por lo tanto, creamos una norma por la que se establece que todas las reuniones empezarán a las 16:00. A partir de ese momento, reuniones a las que son convocadas dos, tres o cuatro personas se tienen que regir por la preferencia que han marcado quinientas. ¿No sería mucho más lógico y beneficioso para todos y cada uno de los individuos que las propias personas que son convocadas a una reunión determinen cuál es la mejor hora para llevarla a cabo? Porque quizá para las cinco personas que se van a reunir el próximo martes, la hora perfecta son las 8:00 de la mañana.

 

Quizá alguien pueda replicar: «Pero es que ha sido la voluntad de la mayoría». Ya, pero que obliga a todos y cada uno de los individuos sobre una cuestión de preferencia personal y en situaciones que implican a unos pocos. Probablemente alguien pueda opinar: «Pero si no se van a poner de acuerdo». Ya, pero es una cuestión que deberán resolver ellos ya que les afecta a ellos y que sea difícil ponerse de acuerdo, no da a nadie la autoridad para tomar esa decisión por ellos. O a lo mejor alguien pueda decir: «Pero es que es lo mejor para todos». Ya, pero que sea la opinión de la mayoría no significa que sea la mejor opción para todas y cada una de las personas.

 

Existen cuestiones sobre las que hay que legislar y establecer normas de obligado cumplimiento para todos, pero no es bueno la sobre reglamentación de todas y cada una de las situaciones de un grupo personas. Sobre todo cuando los individuos somos capaces de tomar nuestras propias decisiones (aunque nos equivoquemos y habitualmente lo hagamos fatal).

 

Gracias por leer.