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Las balconeras de La Rúa vuelven a latir con cada puntada y ya anuncian La Pasión
La tradición se cose a mano en los balcones salmantinos, donde cada tela granate anticipa la solemnidad de la Semana Santa
La Rúa Mayor de Salamanca, esa arteria de historia que late entre piedras doradas, se ha transformado ya en un preámbulo sagrado. Sus balcones, uno tras otro, se envuelven en un terciopelo granate que no sólo adorna, sino que anuncia: la Semana Santa está cerca.
Este año, las balconeras se han multiplicado, extendiendo su presencia más allá del primer tramo, como una marea de solemnidad que crece con cada primavera. No son simples ornamentos: son símbolos bordados con fe, con hilo dorado y manos devotas.
La artífice de este gesto de amor por la tradición es una modista salmantina, Cristina Domínguez, cofrade de alma y aguja, que mide con detalle cada balcón, elige cada tela como si fuera un manto, y cose no sólo con técnica, sino con emoción.
Su taller, escondido del bullicio, se convierte en un templo donde la devoción toma forma textil. Allí, cada cenefa cuenta una historia y cada escudo -el de la Junta de Semana Santa, el del Ayuntamiento- recuerda que Salamanca no olvida su pulso espiritual.
La previsión es clara: año tras año, los balcones seguirán sumándose a este ritual de elegancia contenida, hasta que otras calles, de inicio a fin, se conviertan en una procesión estática de telas que aguardan el paso de la Pasión.
Mientras tanto, los comerciantes de la zona colaboran en silencio. Apagan sus luces cuando las procesiones atraviesan la noche, para que solo hable la música, el incienso y el retumbar de los pasos.
Así, la Rúa no sólo se viste: se prepara, se ofrece, se entrega.
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