Unionistas vivió una de las noches amargas en el Reina Sofía donde se ha pasado de un sueño a vivir una auténtica pesadilla. En un partido clave para aferrarse a la posibilidad del play-off y certificar de una vez por todas la permanencia, el equipo charro naufragó en la segunda mitad ante un Osasuna Promesas que llegaba en puestos de descenso, pero que se fue de Salamanca con tres goles y un soplo de vida.

El encuentro comenzó con un Reina Sofía esperanzado con una primera parte en la que Unionistas dominó, aunque sin excesiva brillantez. La intensidad era la esperada, con imprecisiones en ambos lados y un equilibrio que solo se rompió en el minuto 17: Pau Martínez botó un córner medido al segundo palo y Carlos García, entrando desde atrás, cabeceó con fuerza para adelantar a los locales. El gol llenó de fe a la grada y al equipo, que parecía tener el partido bajo control. El Promesas mostraba algunas llegadas, pero sin colmillo.

No hubo muchas más ocasiones ni llegadas, daba la sensación de que el tanto de la sentencia podía llegar en cualquier momento y quizás habría que haber apretado más pero también se agradecía el descanso en el momento en que el Promesas, muy tímido toda la primera mitad, daba un paso al frente.

Sin embargo, todo cambió tras el descanso. En apenas dos minutos del segundo tiempo, un error en la salida provocó un penalti cometido por Jordi Tur, que además vio amarilla. Toni Herrero, con un gran golpeo no perdonó desde los once metros y puso el 1-1. Fue un golpe del que Unionistas ya no se levantaría porque no encontró soluciones ni personalidad en los hombres que estaban en el campo ni en lo que se sumó desde el banquillo.

El mazazo se agravó en el minuto 54. Otra jugada mal defendida en el área acabó con Osambela recibiendo en el punto de penalti, girando con facilidad y fusilando a Iván Martínez. Los pitos comenzaron a sonar y la atmósfera se volvió tensa. El equipo salmantino, aturdido, era incapaz de recuperar el balón y mostraba una versión desdibujada, errática, a merced del filial rojillo.

Los cambios  de Llácer, que con el paso de los minutos se veía cada vez más fuera y como muestra de ello su actitud en el banquillo, no surtieron el efecto esperado y, para colmo, en el minuto 79 llegó la sentencia. Sixtus, que acababa de ingresar, culminó una jugada con un remate certero para el 1-3. Algunos aficionados comenzaron a abandonar el estadio, reflejo del desencanto y la frustración por un equipo que se había derrumbado sin apenas oposición.

Los últimos minutos fueron un reflejo del caos: nervios, empuje sin precisión y una grada que pasaba del aliento al reproche con el partido ya completamente decidido.

Unionistas ha ido regalando oportunidades y se ha ganado un billete al sufrimiento. No solo dejó escapar tres puntos ante un rival que venía por debajo, sino que sembró dudas sobre su futuro y, por supuesto, el de su entrenador. 

Esta derrota no solo escuece por el resultado, sino por la forma: de dominar con solvencia a descomponerse como un castillo de naipes. Ahora sí hay que decirlo: Hay que sufrir para salvarse.