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¿Puede una llamada salvar la vida de una persona? La respuesta es evidente para María del Carmen Igea Rasueros. Escuchar su nombre no se traduce en una respuesta inmediata del cerebro de la sociedad salmantina para conectarlo con una imagen, pero su voz lleva más de dos décadas ayudando a quienes más lo necesitan.
Igea está al frente de la delegación salmantina del famoso 'Teléfono de la Esperanza', un servicio gratuito y que está operativo las 24 horas del día para ser un apoyo. Ella fue una de las pioneras que empezaron en el año 2000 con la primera formación, dos años de estudio que no han cesado para tener siempre la manera correcta para actuar e interactuar en cada caso a partir del 2003. "Para ser voluntario del Teléfono de la Esperanza necesitas una formación muy específica, porque la labor que vas a realizar es muy especial", explica a Tribuna de Salamanca mientras sonríe.
Hablando sobre la formación, la presidenta de la delegación deja claro que esta es "muy necesaria", puesto que "para poder escuchar con empatía a ese tipo de personas, necesitas antes haberte escuchado a ti mismo, haberte conocido a ti mismo, y prepararte para ver cómo vas a poder ayudar a la persona que te está llamando sin darle consejos, sin darle recetas, simplemente en medio del teléfono". Parece complejo. Descolgar el teléfono, dar las primeras palabras para conectar con la otra persona a la que ni siquiera se pone cara y lograr tenderle la mano únicamente con palabras. Pero ella lo hace. "Lo importante es la conversación", recalca, dejando claro que la clave es "buscar herramientas entre los dos que le puedan servir para aliviar su dolor, reestructurar su problema y ver cómo lo pueden resolver".
Las ganas de aprender nunca se han apagado y la llevaron a trasladarse a Murcia, allí descubrió más a fondo cómo trabajar y pudo traer dichos métodos a Salamanca. Siempre ha sido una de las voces al otro lado en el 'Teléfono de la Esperanza', donde ahora comparte trabajo con otros 30 voluntarios salmantinos que dedican su tiempo a 'salvar' a personas que lo necesitan.
Nunca han parado de trabajar, ni en la pandemia. En aquellos momentos desde la organización nacional crearon una aplicación para que pudieran seguir colaborando desde sus casas y, llegado el caso, pudieron ir a la oficina a seguir con su rutina habitual de esperar la llamada, charlar y tratar de ser una fuente de relajación y de apoyo.
Las formaciones continúan y dentro de poco entrarán una veintena más de voluntarios, aclara Igea. Número que se queda corto en comparación a las 187.553 demandas de ayuda recibidas en 2023 a lo largo de todo el país. La cifra ha aumentado respecto a 2022 y el perfil de quien llama, también.
"Ahora llama más gente joven", puntualiza esta salmantina antes de explicar que antes recibían más avisos de personas que rondaban los 40 años: "En el 2023 y principios del 2024 están llamando bastantes jóvenes". ¿El motivo? El ir a los institutos a contar qué trabajo realizan y que siempre podrán contar con ellos, así como "que la vida tiene un sentido". Este mensaje a la vez tan simple y tan complejo ha surgido efecto y ahora pueden ayudar a adolescentes y menores de edad, para quienes también se forman de manera adecuada a la hora de abordar sus conversaciones.
Para ello, un día al mes tienen una jornada de formación y en estos momentos el tema que tratan en ella es "la prevención del suicidio". Y es que antes las llamadas "eran más para desahogarse y ahora sí que se ve gente que pretende más quitarse la vida". "Hay gente que tiene esa idea y te llaman para ver si les puedes ayudar un poco, para que les quites esa idea", aclara antes de puntualizar que también reciben otros avisos de "personas que te llaman pensando, ya lo voy a hacer, estoy decidido a hacerlo". Sin embargo, de estos último Igea tiene claro que "no quieren morir, lo que quieren es dejar de sufrir".
Pero su labor es otra: recordarles que la vida merece la pena y que siempre hay alguien al otro lado del teléfono. Porque escuchar se ha convertido en el día a día de muchos salmantinos como María del Carmen Igea, quien lleva más de 20 años tratando de aportar su granito de arena a que personas que no conoce puedan seguir adelante con más fuerza y ver la luz en una etapa oscura.
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