Unionistas debía, tenía, estaba obligado a ganar; un sinfín de adjetivos para que a la octava fuera la vencida. Seña de ello, la piña que crearon los once jugadores dispuestos por Dani Ponz de inicio. Una piña que simbolizaba unión, que reforzaba las sensaciones que desde hace semanas se viven dentro, pero que no se materializaban en resultados. Cada jugada defendida se celebraba, cada rechace ganado se celebraba, cada balón se pelaba, Unionistas estaba enchufado. 

Por delante, un Nàstic que apareció con doble pivote, en un dibujo de 4-2-3-1, siendo superado por la energía desbordante inicial de los salmantinos. Con Cacharrón en portería, Ramiro y Erik Ruiz de centrales; los laterales para Ekaitz y Carlos Giménez; el centro del campo para Jordi Tur y Adri Gómez; con Rastrojo y Serrano en las bandas, y Losada y Teijeira arriba. Mucho movimiento eso sí, entre los de arriba, con un Jordi Tur, especialmente volcado al ataque, que ayudaba en la presión a Mario Losada. 

No se tardó ni dos minutos en provocar la primera ocasión de peligro. Jugada por banda derecha, que rechaza la defensa visitante y acaba en remate de Losada, también rechazado. Y otros dos minutos para la siguiente ocasión tras una gran presión. El disparo, demasiado lejano, se marchó por línea de fondo, pero... la sensación es que Unionistas no iba a parar hasta no lograr su objetivo. Y adivinen... otros dos minutos, el gol. 

A la tercera fuera la vencida, en esta ocasión, con un gol de cabeza del capitán sobre el césped. Rastrojo volvió a dejar destellos de su calidad, para en una jugada individual por banda derecha, irse de uno, dos y hasta res rivales, colgando el balón al área pequeña, rematando de cabeza Ramiro Mayor. Se desató la euforia, pero era demasiado pronto. Lo más complicado, eso sí, se había logrado, meter gol. 

El ritmo de partido bajó, el Nàstic comenzó a mover el balón, pero sin peligro ni mucho menos acercarse al área rival. Se le hacía imposible al equipo a las órdenes de Dani Vidal romper las líneas formadas por Unionistas, muy concentrado en todas las jugadas defensivas, especialmente en las situaciones a balón parado. Tanto fue así que no fue hasta pasada la primera hora de partido cuando el conjunto catalán en botas de Jaume Jardi disparó en los tres palos, tras recoger un pase en profundidad, obligando a Cacharrón a mandar el balón a saque de esquina. 

Por aquel entonces en el luminoso ya imperaba el 2-0 en el marcador. De donde no parecía haber peligro alguno, Losada se metió en medio de Unai Dufur y Alberto Varo, para en un fallo claro de comunicación, aprovechar el error y marcar el segundo. 

Tal fue la desesperación, acompañada de mala suerte, con Pablo Fernández sangrando por la nariz tras un golpe, que Vidal introdujo doble cambio. El propio Fernández se marchó del terreno de juego, junto a Martínez, y entraron en su lugar a Óscar Sanz y Gorostidi. Acabó la primera mitad como empezó; con Unionistas volcado; doble ocasión en botas de Rastrojo y rechace recogido por Teijeira que mandó al cielo de Salamanca, y jugada final que remató Serrano en un paradón de Varo. Poco que criticar, mucho tiempo por delante. 

 

 

A mantener resultado en la segunda parte

 

Dani optó por el doble lateral, con el cambio de Jon Rojo por Teijeira con amarilla, mientras que Vidal mantuvo su apuesta. Es cierto que el ritmo comenzó más bao, más lento, en un intento de los catalanes de ganar terreno. Sí fueron capaces de meter a todos sus jugadores en terreno rival, incluso por delante del esférico... pero los charros se cerraron con llave. 

 

Movió banquillo Ponz, poniendo sobre el césped a Álvaro Gómez por Rastrojo y, posteriormente, intercambiando delantero por delantero, con Ewan por Losada, mientras que Serrano se fue al banquillo por Nespral. Esta situación, mantuvo a tres por dentro, haciendo todavía más difícil al Nàstic el movimiento de balón. 

 

No había ideas en el equipo, no había soluciones a lo planteado por Unionistas, el tiempo corría a favor de los charros y por fin se logró. Tres puntos que saben a gloria, que mantienen viva la esperanza, que salvan a Unionistas del descenso.