Sánchez y el Apocalipsis
Hasta hace pocos días, antes por supuesto de las elecciones recientes y de las elecciones inminentes, Pedro Sánchez nos prevenía contra los profetas del Apocalipsis, aquellos que se empeñaban en negar el fantástico desempeño de la economía española, esa que acumula más inflación en Europa, la que no ha recuperado los niveles de PIB anteriores a la pandemia, la que tiene, con el 30% de nuestros jóvenes desempleados, más parados en todo el continente y en la que la deuda y el déficit públicos están por la nubes.
Pero esta semana, Sánchez ha pasado de integrado a apocalíptico. Viene el Apocalipsis y él será el salvador que anunciaba Isaías: "¿Quién es este que viene de Edom, desde Bosra, vestido de púrpura? ¿Quién es este de espléndido ropaje, que avanza con fuerza arrolladora? Soy yo, el que habla con justicia, el que tiene poder para salvar". Ya tiene planeado "el día de su venganza, el año de su redención ha llegado".
Así se lo explicó, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, el pasado miércoles a sus exdiputados y exsenadores que aplaudían enfervorecidos al que acaba de dejarles en el paro. Como un grupo de davidianos dispuestos a inmolarse por su líder, vitoreaban embelesados al presidente, que les explicó su nuevo plan con el que va a guiarlos por el barranco de su alma oscura, desde el pecado original a la omnipotencia en la soledad, previa eliminación de todos sus enemigos. Y de sus amigos. Que se lo pregunten a Yolanda, a Ione o a Irene. Incluso a ese Ortuzar que ahora se siente como un clínex.
En Sánchez cada vez son más grandes los excesos, mientras crece el abismo entre su percepción y la realidad. Como nos explicó el lunes, solo, ante una cámara en modo fotomatón, a las puertas de su templo monclovita, el resultado de las elecciones "requiere una clarificación" y "sólo hay un método infalible para solventar estas dudas y es que los españoles (y españolas) tomen la palabra y se pronuncien sin demora". Vamos que lo que votaron el domingo anterior los españoles no le pareció lo bastante claro. El magnánimo presidente sigue teniendo dudas y nos va a dar una segunda oportunidad.
Lo que ha quedado claro estos días es que, para el presidente, los casi nueve millones de personas que en las elecciones municipales votaron al PP, a Vox y a Ciudadanos son la "derecha extrema y la extrema derecha". "Hemos escuchado un grito de espanto, no hay paz sino terror", porque nos amenaza una ola reaccionaria y populista de la que él y solo él nos puede salvar. El 23 de julio podremos elegir "entre la mejor España o la derecha extrema y la extrema derecha". Eso sí, en julio, a treinta y pico grados a la sombra, o votando por correo, en un aluvión que ya anticipa el colapso de esa empresa pública que dirige su amigo Juanma Serrano. Tener la suerte de que las papeletas lleguen a tiempo a casa una vez solicitado el voto será como conseguir cita en la Seguridad Social.
En 1993, tras su última y muy ajustada victoria en unas elecciones, Felipe González explicó que "he entendido el mensaje". En realidad, lo había entendido a medias, como demostró su posterior derrota tres años después. Lo que ahora nos dice Sánchez no sólo es que no ha entendido el mensaje de las urnas, sino que los que no han entendido su mensaje son los españoles. Y por eso se va a dar a si mismo la oportunidad de explicárnoslo mejor, a ver si esta vez lo entendemos y votamos como es debido, que ya nos vale.
Hay que agradecérselo, porque como él mismo le dijo a su fandom parlamentario, "tomé la decisión pensando en vosotros. Porque ningún líder que merezca serlo puede mirar para otro lado cuando los suyos sufren un castigo tan inmerecido y tan injusto". Porque eso son para Sánchez los resultados electorales cuando no le favorecen, inmerecidos e injustos. Con todo lo que él ha hecho por nosotros.
Por eso, en su elevada magnificencia, nos va a dejar que lo pensemos mejor. "Ninguno de los pueblos estuvo conmigo, los he pisoteado en mi enojo, los he aplastado en mi ira", vuelve Sánchez por Isaías. Ni un poquito de reconocer que muchas de esas derrotas tan inmerecidas e injustas podrían haberse evitado, a poco que el rutilante líder todopoderoso hubiese actuado con un poco menos de soberbia y un mucho más de racionalidad. Si hubiese entendido la realidad de lo que piensan de él los españoles y hubiese dejado hablar a sus candidatos... Si les hubiese permitido explicar sus programas y su gestión?
Pero no, él sigue a lo suyo, y ahora se pone del lado de los ecologistas alemanes en su boicot a las fresas españolas. Él no puede estar con los agricultores de Huelva, esos "negacionistas que arruinan nuestro medio ambiente y las economías locales", esos que se empeñan en reclamar las infraestructuras a las que el Gobierno de Sánchez se había comprometido para regar sus campos y que han cometido el pecado mortal de no votarle el domingo. "Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día les prenderá fuego hasta dejarlos sin raíz ni rama".
Nadie en su templo repleto de asesores se atrevió a decirle al hombre la verdad. Que la verdad y la vida no son él, que su epifanía electoral iba a hundir a su partido, que hay gente en él que hubiese funcionado mejor en estas elecciones, que él no es el salvador ni el único baluarte del Partido Socialista. Pero nadie levantó la voz, porque todo lo que no es odio es miedo en el PSOE. Cómo se alegraba Óscar Puente de que Sánchez se hiciera presente en Valladolid, "ojalá que venga muchas veces más". Y cómo se ha lamentado luego de que "la dinámica nacional ha arrollado a gobiernos como el nuestro".
Sánchez vuelve ahora a la carga, agita el miedo a la ultraderecha y a la derecha extrema, anuncia el Apocalipsis. "Miré, pero no hubo quien me ayudara, me asombró que nadie me diera apoyo. Mi propio brazo me dio la victoria; ¡mi propia ira me sostuvo!". Esto ya lo ha intentado en Madrid, en Andalucía y en Castilla y León. Con los resultados conocidos. El que mejor se lo ha explicado ha sido García Page. "Pedro, lo que da miedo es Otegui, tus indultos a Junqueras, y tus pactos, y tu ministra del sí es sí".
Hasta el propio Otegui se lo ha recordado, ahora que Sánchez, ante el fuego del infierno, se quiere hace el remolón con Bildu en el Ayuntamiento de Pamplona, a ver si dejan de gritarle eso de que le vote Txapote: "¿Cuándo se acaba el recreo? ¿Cuándo dejamos de tomar a la gente por boba? Pero si llevamos cuatro años haciendo cosas juntos". También dice la Biblia que Dios creó a Satanás y luego este se rebeló contra él. Son cosas que pasan por jugar a ser Dios, "hasta el punto de adueñarse del templo de Dios y pretender ser Dios. Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles". No lo digo yo, lo dice el Apocalipsis.