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La tienda de 'toda la vida' en Salamanca se muere: el local del Paseo de San Vicente que dice adiós
Salamanca vuelve a despedir a una tienda de alimentación de esas de 'toda la vida'. Manuel Cuadrado y Nieves González ponen fin a un negocio de 35 años que nadie ha querido continuar
35 años de servicio. Tres décadas y un lustro de ser la tienda del barrio, el hogar del cliente. Hace apenas un año TRIBUNA contaba el adiós de una de las tiendas más tradicionales de la capital, un pequeño local que comercializa con diferentes marcas de caramelos, frutos secos, gominolas, pastas, polvorones...Un poco de todo, pero todo de calidad, situado en Pedro Cojos, cerca del Bretón. El negocio de Manolo, capaz de sentarse en la mesa junto a todos y cada uno de sus usuarios por muy diferentes que sean.
Esto fue en 2021. Un año después, Salamanca ve cerrar, de nuevo, un pequeño local situado en el Paseo de San Vicente. Muchos de ustedes habrán pasado por su puerta, la mayoría de nosotros hemos entrado en algún momento. Para el pan del día a día, para comprar los dulces que nos invitan a gritos saltarnos la dieta o para comprar los frutos secos que nos hacen recuperar energía. Manuel Cuadrado y Nieves González comenzaron y terminaron juntos una historia que comienza en un contexto totalmente diferente al que pone su punto y final.
Con comienzo en mayo de 1988, se dedicaba a la venta "exclusiva" de frutos secos y dulces. "Creamos una especia de kiosko en un momento muy complicado, por aquel entonces el interés estaba al 14%. Sin embargo, en aquella época había muchos niños y estábamos rodeados de colegios. Así, trabajábamos todos los días, entre semana y fines de semana. No nos aburríamos, se podría decir. Sobre todo, los días que jugaba el Real Madrid y el Barcelona. Me acuerdo de un clásico que vendí 45 kilos de pipas. La gente en aquel entonces veía los partidos en grupo, todos juntos y compraban mucho", recuerda.
Una forma de trabajar, un entorno que, sin embargo, parece olvidado. Aunque a la mente de Manuel todavía llegan memorias de cuando tenía hasta a 20 personas esperando a que abriera. "Ahora la vida ha cambiado. Ya no hay jóvenes en el barrio y los que hay no salen a la calle. Otra razón por la que las cosas han cambiado es la aparición de los supermercados. En cualquiera hay una línea de frutos secos enorme. Eso sí, todos empaquetados, nosotros vendíamos cosas naturales. Con sabores diferentes. Además, los precios han subido un montón", explica.
Juntos empezaron. Juntos acabaron. Él se jubiló en enero. Ella cerró el ciclo en diciembre. Y esa última vez en la que cerraron la tienda... "dolió". "Fue muy triste. Sobre todo, por los vecinos más mayores que hay en el barrio. Llevan yendo toda la vida y han confiado en nosotros. Hemos hecho de psicológos y todo (risas). El barrio ha cambiado mucho. Hemos visto niños que ahora son padres, personas mayores que han fallecido...", cuenta con nostalgia.
De una posible continuidad mejor ni hablar. Manuel intenta encontrar razones al respecto, pero resulta "muy duro" el mero hecho de pensarlo. "Queríamos traspasarlo, alquilarlo... pero nadie ha estado interesado. No sé. Es un trabajo al que dedicas ocho-nueve horas diarias. Creo que un matrimonio podría perfectamente con ello", finaliza.
De nuevo, una despedida. Y que no pase en vano, porque cuentos más casos contemos, menos quedarán en la capital.
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