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La realidad del 'apagón' de Salamanca: luz de sobra en la calle y muy poco que apagar en comercios y hostelería

El alumbrado público, la iluminación de monumentos y el horario real de cierre hacen imposible una ciudad 'a oscuras' donde monumentos, comercio y hostelería ya se han adaptado

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La realidad del 'apagón' de Salamanca: luz de sobra en la calle y muy poco que apagar en comercios y hostelería
El paseo del Rollo, la noche del lunes. Fotos: F. Oliva
Félix Oliva López
Félix Oliva López
Lectura estimada: 6 min.

Este miércoles 9 de agosto, a las 00.00 horas, acaba de entrar en vigor el decreto de ahorro energético del Gobierno, más conocido por la obligación de apagar escaparates a las 10 de la noche y llevar el aire acondicionado a los 27 grados como mínimo. Las medidas han provocado un nuevo episodio de gresca política, además de muchas dudas y una catarata de aclaraciones de todo tipo, desde informales a oficiales por parte de los ministerios implicados, hasta que ha quedado claro qué locales y actividades están obligadas a adoptar las nuevas reglas y cómo hacerlo. Sobre el papel, esta ha sido la primera noche de vigencia, aunque las dos horas que van de las 22.00 a la medianoche han quedado en el 'limbo'. Sin embargo, no hay motivo de preocupación porque poco o muy poco va a cambiar en Salamanca: la situación va a ser muy parecida a la existente en la capital

Diez de la noche del lunes. El sol se ha puesto hace ya casi media hora y la versión nocturna de Salamanca está en su pleno apogeo. Alumbrado público, monumentos, escaparates, bares, algunos comercios... casi todos los puntos de luz de servicios y actividades que pueden o deben estar operativas a esa hora están encendidas y con las luces puestas. Buena ocasión para darse un paseo y comprobar cómo es en realidad la iluminación de una ciudad como Salamanca pasadas las diez de la noche y en qué se va a notar cuando entre en vigor el decreto estatal. Y la primera conclusión es que Salamanca no va a ser, ni mucho menos, una ciudad a oscuras... al menos, no más que de forma habitual, porque no va a haber muchas diferencias.

Según la norma, edificios oficiales de todo tipo y establecimientos de comercio y hostelería en general están obligados a apagar las luces a partir de las 22.00 horas, incluyendo escaparates y letreros, siempre y cuando estén vacíos y sin uso en ese momento. Y también tienen que modificar la climatización para no pasar de manera general de los 27 grados, aunque esta es una norma que ha conocido cierta flexibilidad para bares y restaurantes, actividades intensas, cocinas o museos y todos aquellos lugares donde la seguridad laboral o de la actividad requiera otras condiciones.

Conocido el texto, hay 'puntos lumínicos' que ya quedan descartados para esa hora. El lunes a las diez de la noche no hay ni un edificio público oficial encendido, más allá de ténues luces interiores. Junta y Ayuntamiento hace años que se han encargado de vaciar sus edificios por la tarde siempre que la actividad lo hace posible, y se apagan siempre que no hay nadie dentro; pabellones deportivos o edificios con actividad más allá de esa hora, pueden seguir dando la luz, claro. A nivel municipal, el consistorio ya tomó medidas extra hace unos meses y ha hecho recomendaciones adicionales para sus sedes abiertas al público, así que llueve sobre mojado en esta cuestión.

Entre los edificios sede son pocos los que tienen más allá de unas letras identificativas que tendrán que apagarse, salvo en el caso de que cuenten con una iluminación artística. Es el caso de la Plaza Mayor, sede del ayuntamiento, que tiene tratamiento diferencial: luce con esplendor hasta las 1 de la madrugada, deferencia con respecto al resto de monumento que se apagan de lunes a viernes a medianoche. Un poco más allá, el Mercado Central, centenario, luce su cuidada iluminación artística. El ayuntamiento ya redujo hace meses las horas de alumbrado ornamental para ahorrar y así seguirá haciéndose: la norma no afecta a los monumentos y Salamanca vive de su imagen, también de la nocturna. Los monumentos de la ciudad siguen encendidos.

 

El comercio

Uno de los sectores a los que apunta la medida de ahorro energético es el comercio. Como norma general, tiendas, centros comerciales y grandes almacenes tienen que apagar luces y letreros, bajar el aire y asegurarse (tienen hasta el 30 de septiembre) de tener puertas cerradas y que no se escape la climatización. Las diez de la noche de un día cualquiera es en Salamanca, para la mayoría, una hora a la que ya ha cerrado el comercio salvo excepciones.

En las calles más comerciales, mayoría de escaparates apagados, aunque hay excepciones. Un gran supermecado en la calle Toro está totalmente apagado, también su letrero, aunque tiene luz dentro (¿tendrá que apagarla?). En moda, los grandes de textil optaron hace tiempo por no pagar facturas eléctricas innecesarias. El conocido y monumental edificio del mayor grupo del ramo en la plaza de Liceo se conforma con unos pocos focos encendidos desde el interior que realzan algo su fachada, pero escaparate y letrero están apagados. La mayoría lo están, aunque en algunos se mantiene alguna ténue línea de luz. Sí se mantienen los de comercios que prolongan su actividad, como algunas tiendas vinculadas a la gastronomía que funcionan en la Plaza Mayor o un estanco en la calle Prior. Pero lejos del epicentro de la ciudad, no más de un 20% de escaparates o letreros escapan al apagado fuera de hora comercial, y seguro que se ponen al día a tiempo.

Aunque no se aprecia en nuestra visita, la climatización sí preocupa a estos comercios, especialmente los más grandes, donde el 'fresquito' es un importante reclamo. Algunos ya han hecho cambios para adaptarse y se ha notado.

 

La calle

Salamanca ha renovado en los últimos años hasta 4.500 luminarias de la calle, sus edificios y monumentos y los ha cambiado por led que consumen un infinitésima parte que las antiguas bombillas. El alumbrado público en la capital es generoso y es uno de los motivos por los que quienes esperen una Salamanca 'oscura' se van a llevar un chasco: hay luz de sobra en calles y plazas, incluso sin ayuda de escaparates y luminosos de tiendas y bares. El alumbrado público no se apaga, está fuera de la norma y aunque lo estuviera sería difícil: el consistorio lo ha intentando, pero es imposible apagar, por ejemplo, la mitad de las farolas.

Habrá que ver qué pasa con otros elementos luminosos como las marquesinas de las paradas de autobús, encendidas más allá de las 10 de la noche en nuestro paseo del pasado lunes, aunque no los letreros informativos. Algo parecido ocurre con los mupis, que tendrían que apagarse. Más dudas suscitan los luminosos de información pública (tráfico, parking, campañas), ¿hay que apagarlos o no? O los de las farmacias, que por lógica deberían estar encendidas. En la banca, mayoría de vitrinas apagadas, pero todos los cajeros con luz por motivos de seguridad. Veremos qué pasa con el famoso rótulo de la central de una conocida entidad en la Puerta de Zamora, encendido el lunes pasado más allá de la hora de la normativa. El letrero de la sede de TRIBUNA en plaza de España va a estar apagado. Veremos qué pasa también con algunas grandes pantallas lumínicas que han proliferado en la ciudad.

 

La hostelería

Según la norma, bares y restaurantes tienen que apagar la luz a las 10 de la noche si están vacíos... pero es que mucho están abiertos todavía a esa hora porque lo permite la normativa. Los que han cerrado sus puertas, el lunes es día de descanso de muchos, tienen escaparates y letreros apagados en su mayoría así que no tendrán que cambiar nada para cumplir la norma.

A bares y restaurantes les preocupa más la climatización, aunque la norma da margen para no torturar a los cocineros con más calor del que ya pasan ni a la clientela: podrán ponerlo a 25 grados y no 27.

 

Los barrios

Si en el centro ya se cumple de manera general la norma antes incluso de planteada, lejos de las luces del centro histórico se repite un poco la historia. En calles como el Camino de las Aguas o paseo de San Antonio, Gran Vía, Canalejas, paseo de la Estación... la iluminación pública se basta y se sobra para que no el 'apagón' sea una fábula. En muchas de estas calles el ecosistema está formado por pequeños comercios y bares que apagan siempre cuando cierran; los que tienen letreros encendidos es porque están abiertos. Está claro que, con la electricidad por las nubes, son pocos los que necesitaban una norma oficial para darse cuenta de que tener las luces encendidas más tiempo de la cuenta es pagar una factura inasumible para muchos.

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