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Decenas de vecinos de Puente Ladrillo despedían esta tarde al que durante años fue 'su' párroco, el conocido Antonio Romo. Él "hubiese querido que su funeral fuese una 'fiesta', porque él ya está entre los brazos del Padre, y porque siempre quiso celebrar la vida". Así lo recordó una de sus hermanas, Carmina Romo, antes de terminar la eucaristía de acción de gracias y despedida de este presbítero. Visiblemente emocionada, pero sin perder la misma sonrisa de su hermano, apuntaba que al entrar al templo ha recordado "una vida entera", en ese barrio.
A su despedida no faltó el coro de la parroquia, ni los rostros habituales de los diferentes grupos guiados durante tantos años por Antonio Romo. Ni sus "chicos", los que tantas veces acogió en su casa, recoge el Servicio Diocesano de Comunicación Social.
La llegada del coche fúnebre con sus restos fue recibido con aplausos espontáneos en la calle y en su interior. Un gesto que se repitió cuando el féretro se situó junto al altar, rodeado de numerosas coronas de flores, en una de ellas, se podía leer: "De tu barrio Puente Ladrillo".
Sobre la caja donde reposaban sus restos se colocó una casulla y el evangelio abierto a la mitad, para recordar su vocación sacerdotal. Antes de comenzar la eucaristía, en el saludo inicial, se mencionó que en su despedida, "esta casa se queda pequeña", así como "el gran legado que deja". También se invitó a que como siempre transmitió Antonio Romo, "celebremos con alegría, cantando y celebrando la vida".
En su homilía, el obispo de Salamanca, José Luis Retana, que presidió la misa funeral junto a más de medio centenar de sacerdotes, apuntó que Antonio "era un hombre sencillo, volcado a los demás y que puso en marcha varios proyecto sociales". Además, recordó que se había convertido en una de las personas más queridas y respetadas de la sociedad salmantina.
El sacerdote Juan Francisco Buitrago, que compartió tarea pastoral con Romo durante muchos años, invitó a un grupo de personas a que depositaran unas rosas rojas sobre su féretro. Después, se recitó el poema dedicado al Cristo de los Ferroviarios, una imagen que preside el altar, y habló sobre los orígenes de Puente Ladrillo. A continuación, un tamborilero dedicó una pieza al sacerdote fallecido, y desde el coro se entonó el Ave María y algunas de las canciones que tantas veces habrá cantado en Puente Ladrillo. Antes de la despedida final, Buitrago se acercó al atril y subrayó su resistencia en los momentos más duros, "su carácter recio", y mencionó algunos de los motes que le pusieron los muchachos del barrio: "Le apodaron el hombre simpático del jabato, con su ternura de pastor, de hermano mayor", advertía. Y otro de los apodos que recordó Buitrago fue el de "el cucharilla".
Por otra parte, elogió de Antonio su trabajo por la comunión, "él se encontraba más a gusto obedeciendo que dirigiendo", aunque le tocó dirigir, como precisaba Buitrago. Una de sus tres hermanas, Carmina, y uno de sus sobrinos, Benjamín, de un hermano ya fallecido, quisieron agradecer tantas muestras de cariño hacia Antonio Romo. "Hoy es una fiesta como quería el", apuntó su hermana. "Él siempre estará con nosotros", terminó. Su sobrino confirmó que su familia también eran los que estaban allí presentes, "lo dio todo, era el hombre más rico de amor".
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