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Salamanca como primer hogar tras la guerra: un recorrido por el albergue 'Lazarillo de Tormes' que invita a volver a vivir
"El trabajo de los sentimientos no se puede puede separar en este caso", señala las coordinadoras del albergue, quienes al acabar el día se prometen que el siguiente será "mejor". Un paseo por el Lazarillo de Tormes, supone un paseo por la realidad no elegida, una realidad cercana que no se ha acabado. Así son acogidos en Salamanca los refugiados ucranianos.
Es sobrecogedor. Hay que verlo. Te tiembla el corazón, metafórica y literalmente. Las palabras como periodista se quedan cortas y las frases carecen de sentido cuando tratas de expresar lo que sientes y observas al llegar y conocer el Albergue del Lazarillo de Tormes situado en Tejares, donde en estos momentos 84 personas procedentes de Ucrania tratan de volver a vivir. De un día para otro, se vieron obligados a llenar sus maletas de todo lo que tenían a su alcance para poder salir adelante; mujeres embarazadas, madres y padres primerizos, familias numerosas, personas con enfermedades crónicas o jubilados que por casualidad han visto cruzadas sus vidas con la ciudad de Salamanca. Quizás la hubieran querido conocer en otras circunstancias o quizás nunca hubieran llegado a conocer la Plaza Mayor de otra manera, pero con una sonrisa a pesar de tener el alma encogida nos saludan según entramos por la puerta. Es su primera palabra en español, 'hola'.
De la mano de Ana Suárez, consejera de igualdad y familia, y Montse y Linette, coordinadora y directora del lugar, Tribuna de Salamanca ha querido conocer de primera mano el primer hogar con el que se encuentran los ucranianos que huyen de la guerra, esa primera mano amiga cuando llegan a España y, concretamente, a la capital charra: el Albergue del Lazarillo de Tormes. "Es un albergue que está planteado para un público juvenil, compuesto por habitaciones múltiples de dos camas a cuatro, seis e incluso ocho. Asimismo, cada habitación tiene su baño y, además de eso, hay unas áreas comunes que están disfrutando todas las personas alojadas aquí", cuenta Suárez, quien además resaltó la labor inicial y "especial" de la sección de inclusión social municipal, contando con una carga adicional a su trabajo para ser "imprescindibles".
Sin embargo, la distribución está condicionada. Cada una de las habitaciones está destinada a una unidad familiar, de tal forma, que aunque sobren una o dos camas no se utilizan. "No queremos mezclar una familia con un desconocido. Nos parecía que no era necesario y por eso a pesar de que teníamos más plazas, en este momento con 84 personas acogidas entendemos que no deberíamos acoger a ninguna más para poder garantizar esa familiaridad. Ellos tienen su llave, por lo que tienen esa protección que les faltaba. Además, se ha planteado que la limpieza de cada una de las habitaciones la haga la propia familia. Por un lado, no deja de ser una tarea de normalidad y, por otro lado, se respeta la privacidad que para ellos es tan importante", advierte la teniente alcalde.
Y recuerda: "Hay que darse cuenta que cada familia tiene en estas habitaciones lo único que les queda en su vida. Sus tres maletas. Son por ello, muy celosos de sus posesiones, porque ya no tienen más. Por eso, tratamos de que tengan la certeza de que en sus habitaciones no va a entrar nadie y que van a estar bien".
La ruta comienza por la sala de usos múltiples; utilizada fundalmente para ocio. Se advierte que a los ucranianos no les gusta especialmente el café y que prefieren las infusiones, por lo que la mesa que compone uno de los laterales de la sala está repleta de té negro. Este espacio, no solo ha sido utilizado para ver la televisión o llevar a cabo largas charlas entre ellos, sino como espacio sanitario donde, por ejemplo, se realizó un test de antígenos a cada uno en el momento en que llegaron, así como poner al día y conocer su historial clínico.
Seguidamente, avanzamos por un pasillo que nos dirige hacia la nueva y recién estrenada ludoteca. Según pasamos nos encontramos con una serie de carreritos de bebé aparcados en un lateral y en uno de los baños un cartel en ucraniano que no llegamos a entender. Es la nueva peluquería del albergue, una de las mujeres allí instaladas ha decidido poner sus habilidades al servicio del resto de sus compañeros y ahora, prácticamente familiares. En el cartel, el horario y el teléfono de atención, todo un detalle que les acerca a una rutina olvidada. La ludoteca (profesionalizada, por cierto), según cuenta Ana Suárez, se ha habilitado para que mientras que los más mayores están en clases de español, los más pequeños puedan estar atendidos. En total, 27 niños y niñas iluminan la vida del albergue y que nos miran mientras que visitamos su casa temporalmente. Seguimos impresionados.
Seguimos hacia la parte de arriba, pasillos alargados donde se distribuyen todavía más habitaciones y el comedor. "Nos hemos tenido que adaptar a sus horarios y formas de vivir" confiesa Ana, ya que "hemos descubierto que la comida la hacen más ligera y la cena, sobre las 19:30, es más potente". "En definitiva, sobre todo por los niños, tratamos de adaptarnos para que coman de la manera más cercana a su país, a sus hábitos y costumbres".
Las responsables de la gestión del día a día nos acompañan, dedicadas en cuerpo y alma con un trabajo que "supera a sus obligaciones", consiguen que los allí presentes se sientan bien, se sientan seguros. Hablan emocionadas: "Es un trabajo precioso y gratificante a pesar de acabar estresada. Los primeros días han sido un caos, hemos llorado, pero poco a poco lo vamos solucionado. Estamos contentas de poder ayudarles y hacerles lo más feliz posible, que se encuentren bien y darles la comodidad que ellos necesitan ahora mismo. Eso sí, son muy agradecidos es un lugar que les ofrece mucha seguridad en medio de tanta incertidumbre. Tienen muchas preguntas".
Ante ello, continúa Ana, "nosotros tratamos de darles toda la tranquilidad posible, ya que este servicio es municipal y está al servicio del tiempo que ellos necesiten. Nuestro deseo es que puedan salir a viviendas particulares en alquiler lo antes posible".
¿Hay algún tipo de voluntariado dentro del albergue? "Lo estamos gestionando en coordinación con la agencia municipal del voluntariado, ya que hay muchas personas con muchas ganas de ayudar, lo que supone un volumen de voluntarios y de encajar horas y actividades muy importante. Tenemos ese mecanimos municipal que es experto, por lo que a través de ellos estamos canalizando las ofertas de voluntariado para ver cómo podemos distribuirlas. Especialmente, está siendo importante la labor de voluntariado de los traductores. Por ejemplo, el otro día nos enteramos a las 17:00 que venía un autobus para Salamanca, por lo que necesitábamos un traductor y lo conseguimos gracias a la solidaridad de la gente. En ese sentido, los salmantinos se volcaron desde el principio. Eso sí, aquí todas las personas tienen sus necesidades cubiertas y no es necesario que nos donen nada".
¿Cómo se atiende una situación así, tan improvisada? "Cuando recibimos autobuses no sabíamos cuántas personas eran, de qué edades, si tienen alguna necesidad especial ni cuantas familias hay... ha sido así desde el principio, pero entendemos que es una crisis humanitaria. Estamos intentándolo hacer lo mejor posible. Sabemos que es así y sabiendo que es así, así estábamos preparadas. Sabemos que en el momento que bajan del autobus descubrimos quiénes vienen y lo primero que intentamos es saber sus necesidades sanitarias. En ese sentido, el centro de salud de Tejares están siempre prendientes. Vamos solucionando las necesidades en la que medida que van apareciendo. A pesar de todo, lo estamos logrando. Vamos mejorando día a día".
Pronto tendrán su propia tienda simbólica gracias a las donaciones de miles de charros, de la que se encargará Olga, una de las residentes. Gracias al comité que han creado, se han puesto de acuerdo para que cada uno tenga sus propias responsabilidades dentro del albergue. También disfrutan del campo de fútbol más cercano y el Ayuntamiento les invita a eventos de ocio para que poco a poco se introduzcan en la rutina de la ciudad.
¿Cómo se entienden? Con el lenguaje universal, el de signos, además de contar con un divertido y útil diccionario para tratar de entender expersiones diarias relacionadas con atenciones sanitarias o necesidades básicas.
Para finalizar, hablamos con una Anastasiia, una de las refugiadas de tan solo 23 años de edad, a la que todo el mundo llama la 'administrativa' por su buena voluntad, ser siempre resolutiva y ayudar en todo lo que puede. Lleva viviendo más de una semana en el albergue, despues de un viaje "duro", asegurando que se siente que la tratan como en casa y que recibe mucha ayuda. ¿Qué opina de Salamanca? Nos lo dice en español: "es hermosa, me gusta de verdad". Seguramente, hable más español en una semana de lo que un español llegue a hablar ucraniano en su vida. Es florista y diseñadora web y cuando le preguntamos por la posibilidad de comenzar su vida en Salamanca suspira, sí quiere, pero demasiadas cosas pasan por su mente.
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