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Cinco años del estado de alarma: Tres palabras que cambiaron la vida de Salamanca

Salamanca recuerda el 14 de marzo de 2020, cuando la pandemia detuvo el mundo y transformó nuestra forma de vivir.

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Cinco años del estado de alarma: Tres palabras que cambiaron la vida de Salamanca
Teresa Sánchez
Teresa Sánchez
Lectura estimada: 4 min.

Cinco años atrás, el 13 de marzo de 2020, Salamanca entera, como España entera, se reunió frente al televisor como no lo hacía desde hacía años, pendiente de un mensaje institucional que marcaría un antes y un después.

Nadie imaginaba que tres palabras, 'estado de alarma', cambiarían nuestras vidas y permanecerían en nuestro día a día mucho más de lo esperado. Pedro Sánchez anunciaba  que el Consejo de Ministros se reuniría al día siguiente con carácter extraordinario para acordar el estado de alarma en toda España durante un máximo de quince días. Después vendrían las sucesivas prórrogas.

"Buenas tardes, estimados compatriotas.

En el día de hoy, acabo de comunicar al jefe del Estado la celebración mañana de un Consejo de Ministros extraordinario para decretar el estado de alarma en todo nuestro país, en toda España durante los próximos 15 días.

El estado de alarma es un instrumento de nuestro Estado de derecho, recogido por nuestra Constitución, para afrontar crisis tan extraordinarias como la que, desgraciadamente, está sufriendo el mundo y también nuestro país.

La emergencia sanitaria y social generada por el coronavirus, conocido como COVID-19, crea circunstancias extraordinarias como las que la ley contempla para dotar al Gobierno de España de recursos legales también extraordinarios...", así comenzaba aquel discurso de Pedro Sánchez. 

Previamente, ya la Junta de Castilla y León había acordado solicitar el estado de alarma como había hecho el País Vasco y desde pronto se anunció la suspensión de las actividades educativas y mandaba 'a casa' a cerca de 500.000 alumnos de todos los niveles, desde Infantil a enseñanzas universitarias. La medida se generalizó en todas las comunidades autónomas del país y se tomó de manera parcial con el cierre de colegios en Miranda de Ebro y Burgos. Ante el avance del coronavirus, la comunidad ha decidido hacerla extensiva a todo el territorio y suspender durante el plazo de dos semanas el curso escolar. 

En una rueda de prensa vía telemática, con medidas para no coincidir en la misma sala con los periodistas (se habilitó un canal para preguntar), el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, y la consejera de Sanidad, Verónica Casado, comparecían por tercer día consecutivo para explicar las medidas de la administración regional para hacer frente a lo que ya era una pandemia mundial. 

Fernández Mañueco ha calificado de "complejas y difíciles" que van a generar "molestias y dificultades" a la ciudadanía de Castilla y León. "Somos una sociedad madura y preparada" y "no me cabe la duda que este esfuerzo común nos permitirá superar esta situación"

De un momento a otro, todo dio un vuelco: nos vimos inmersos en una situación extrema en democracia, un confinamiento domiciliario, un 'arresto' impuesto por un enemigo invisible. La medida entró en vigor de inmediato, en sábado 14 de marzo, aunque fue el lunes siguiente cuando realmente despertamos a una Salamanca detenida, en la que solo lo 'esencial' seguía en pie.

Es difícil que cualquier con un mínimo de conciencia en Salamanca no recuerde si se le pregunta ¿dónde estabas el 14 de marzo de 2020?

Las calles de Salamanca, habitualmente rebosantes de vida, quedaron desiertas. La Plaza Mayor, siempre bulliciosa con turistas y estudiantes, se convirtió en un inmenso escenario silencioso, solo roto por el eco de pasos aislados y el sonido lejano de las sirenas. Las terrazas vacías, las persianas de comercios y bares bajadas, y la ausencia de coches en Gran Vía o la Rúa evocaban una ciudad en pausa, como si el tiempo se hubiera detenido de golpe. Solo los repartidores, sanitarios y cuerpos de seguridad rompían la quietud de una Salamanca irreconocible, sumida en un inusual y sobrecogedor silencio. Seguramente alguno realizando las últimas compras en busca de una mascarilla imposible de encontrar en alguna farmacia o en el supermercado cargando todo lo posible antes de encerrarse en casa. Palabras como confinamiento, estado de alarma, servicios esenciales o permiso recuperable se hicieron habituales. 

Luego llegaron otras: fases, desescalada, pandemia, PCR, perimetrar, nueva normalidad… Términos antes desconocidos o poco usados que, de repente, formaban parte de nuestro lenguaje diario. Los repetíamos sin cesar, los leíamos, los escuchábamos hasta la saciedad.

Nos convertimos en aprendices de virólogos, en expertos improvisados en prevención, en devoradores de datos y cifras que dejaba la pandemia hasta que ya no pudimos más ante lo abrumador de la mismas. Aprendimos a vivir sin vernos, sin tocarnos, sin abrazarnos. 

Cinco años después, Salamanca ha recuperado su esencia, sus calles vuelven a estar llenas de vida, de estudiantes, de turistas, de encuentros y abrazos. Pero aquel marzo de 2020 dejó una huella imborrable en la memoria colectiva. Enseñó la fragilidad de lo cotidiano.

Hoy recordamos no solo el miedo y la incertidumbre, sino también la solidaridad, el esfuerzo y la capacidad de adaptación. Porque, aunque el tiempo avanza, aquel eco de balcones, aplausos y calles vacías sigue resonando en nuestro recuerdo.

1 comentario

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usuario anonimo hace 10 horas
Un buen documental,enhorabuena.Penoso la política que se llevo en las residencias.Mi apoyo a todas las familias,que sufrieron por sus ancianos.
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