Sentido reconocimiento y aplauso a todos los que trabajan por aliviar la situación en el levante español
Ocho bomberos de Salamanca recibieron un aviso la tarde del sábado 2 de noviembre: se iban a Valencia. Los efectos de la DANA estaban en boca de todo el país, los vídeos de las riadas saltaban de móvil en móvil y había que empezar con las tareas de salvamento, limpieza y reconstrucción de los pueblos afectados.
El sargento Pablo Martiño lideró aquel primer grupo. Partieron durante la madrugada del sábado al domingo en tres vehículos (un camión autobomba, una furgoneta y un vehículo ligero) cargados con motobombas y bombas eléctricas de achique. Su destino: Aldaya, de 33.000 habitantes, donde la Junta de Castilla y León había establecido un puesto de mando avanzado para coordinar a todos los equipos de rescate llegados desde las provincias de la región, como bomberos forestales, de las diputaciones o de los Ayuntamientos.
Aldaya "estaba muy mal", explica Martiño, "con naves industriales arrasadas, para tirarlas", igual que bares, comercios, garajes y portales. La única noticia 'buena' (o menos mala) es que la mayoría de edificios son bloques de pisos (en torno al 80%, calcula Martiño), con lo que las viviendas particulares no estaban tan afectadas como en Paiporta, donde las casas bajas son mucho más habituales "y lo han perdido absolutamente todo". Paiporta está separada de Aldaya prácticamente por una calle, pero el panorama allí "era mucho peor".
Sus jefes les adelantaron que "íbamos a revisar los garajes, porque no había entrado nadie aún, e intentar achicar el agua hasta el punto de ver si había alguien dentro. También para liberar las calles, porque al principio el problema era que los coches taponaban todas las avenidas y no se podía pasar con los vehículos. Con el cabrestante se retirarían coches, contenedores, obstáculos... no totalmente, sino el hueco para poder pasar. Con aquel cúmulo de cosas no se podía pasar".
Bomberos de Salamanca ante el Mercado Central de Aldaya. (Foto: Ayto. Salamanca)
"Llegamos el domingo" 3 de noviembre, rememora, "y era el día que peor estaba todo". Las calles eran, en dos palabras, "un vertedero". "No te haces una idea de la magnitud de todo lo que ha afectado. Es como la película de Lo Imposible, como si hubiera venido una ola o un tsunami y lo hubiera arrasado todo", añade. Pablo Martiño ha estado en terremotos internacionales e incendios forestales "pero de esta magnitud en España no había visto nada parecido. No tiene nada que ver".
Les enviaron al centro de Aldaya "donde más había afectado" la riada "y nos costó un montón acceder y llegar". Empezaron a trabajar en un par de garajes hasta que volvió a llover y a las 18:30 se declaró la alerta roja: retirada general de voluntarios y profesionales. Pablo Martiño explica que el gran problema es el lodo de las calles, porque "como todas están llenas de fango, las alcantarillas están obstruidas. En cuanto llueve, sube el nivel del agua. En un día normal no pasaría nada, pero como está todo obstruido con fango y arena, es como si no hubiera desagües. Lo primero es desatascar".
Los vecinos de Aldaya "igual el primer día sí se sorprendían" de ver bomberos de Salamanca en sus calles, pero el asombro duraba poco. "Nos llamaban para ir a los garajes que peor estaban y, en los que trabajábamos, nos pedían ayuda porque habían visto grietas... nosotros atendíamos lo que podíamos en la zona de intervención" porque un bombero es un bombero allí donde esté: "como profesionales, fuimos a Valencia. Estábamos haciendo nuestro trabajo", comenta el sargento. Admite que tenían "ganas de salir" para Levante porque "nuestra labor profesional es el rescate, que es lo primordial al principio, salvar lo más posible en las primeras horas. Hicimos búsquedas, pero no rescatamos a nadie. En un garaje no estaban seguros de si había alguien dentro", pero afortunadamente no era así.
La gente estaba muy agradecida. Te daban café, comida, mucho cariño... Necesitaban hablar y explicar lo que les había pasado"
Aquel primer destacamento de bomberos de Salamanca -ya han viajado cuatro- regresó el martes por la tarde. "Notamos muchísima diferencia del domingo por la tarde al martes que nos fuimos. Había un montón de excavadoras y la situación había mejorado" al menos en Aldaya. Además, también se trajeron el agradecimiento de sus habitantes: "la gente estaba muy agradecida. Te daban café, comida, mucho cariño... Necesitaban hablar y explicar lo que les había pasado". En este punto, el sargento se queda con el testimonio de una señora de Aldaya "que nos dijo que era la segunda riada que había vivido, después de la rotura de la presa de Tous" allá por 1982.
Sentido reconocimiento y aplauso a todos los que trabajan por aliviar la situación en el levante español
"Sabíamos que esto era grave y tenían que saber que nuestros recursos están ahí, son casi todos voluntarios"
En total, la aportación del grupo asciende a 3,3 millones de euros
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La ayuda humanitaria y los ejércitos de voluntarios son dos de las imágenes de la DANA. En las calles se cruzaron con "muchísimos" voluntarios, "gente muy organizada, dentro del caos" imperante, pero que en algunos casos pueden estar esforzándose en vano. ¿Por qué? "Muchos sacan enseres de las casas, limpian garajes, reparten comida... al norte del Turia todo está normal y al sur, todo arrasado. Si tuvieran coches irían al norte a comprar y en eso los voluntarios sí que hacen una buena labor" por ejemplo suministrando víveres a los vecinos, aplaude Martiño. En otros casos, sin embargo, "ves que barren el fango y lo mueven de un lado para otro" porque no hay forma de que las alcantarillas se lo lleven. Así, "creo que se deberían limitar a ciertas labores. Hay muchísimos y hay de todo. No se puede decir que unos lo hagan bien y otros mal. Hay buena intención" y pueden ayudar "con cosas que se necesitan y que valen la pena".