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Los dos milagros de San Juan de Sahagún, el 'apóstol de Salamanca'

La ciudad celebra la fiesta de su patrón, elevado a los altares por sus prodigios en las calles Pozo Amarillo y Tentenecio

Los dos milagros de San Juan de Sahagún, el 'apóstol de Salamanca'
Comitiva con motivo de la fiesta de San Juan de Sahagún.
Daniel Bajo Peña
Daniel Bajo Peña
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Un cristiano tiene que acreditar al menos dos milagros para ser santo. El patrón de Salamanca, San Juan de Sahagún, hizo subir las aguas de un pozo para salvar a un niño que había caído dentro y detuvo a un animal salvaje pronunciando apenas dos palabras. Esos logros le valieron para ser elevado a los altares y para que la ciudad le recuerde y le venere 545 años después de su muerte. Este miércoles, 12 de junio, es su gran día.

El rostro de santo aparece tallado en un medallón de la Plaza y en sendos relieves en las calles Pozo Amarillo y Traviesa. También tiene su propia iglesia y una estatua, además de un puesto de honor en la Catedral, donde descansan sus restos.

San Juan de Sahagún, el 'apóstol de Salamanca' según el relato recogido en el Diccionario Biográfico Electrónico de la Real Academia de Historia, llegó a la ciudad en 1457, tomó los hábitos agustinos en 1463 y falleció el 11 de junio de 1479

 

Los dos milagros

 

Las calles Pozo Amarillo y Tentenecio atestiguan los dos prodigios de San Juan de Sahagún. En el primer caso, rescató a un niño caído al fondo del pozo haciendo subir las aguas hasta que el crío pudo salir; en el segundo, se plantó delante de un toro bravo huido por el entorno de la Catedral y lo tornó manso con sólo dos palabras: "tente, necio". Creer si fueron hechos ciertos es literalmente una cuestión de fe.

Durante sus andanzas por Salamanca también tuvo que interceder en la guerra de Los Bandos entre los Enríquez y los Manzano, con el sangriento episodio de María 'La Brava' por medio. La paz definitiva no llegaría hasta septiembre de 1476, después de muchas avenencias, rezos y reuniones. No fue estrictamente un milagro, pero casi.

Talla de San Juan de Sahagún en la Catedral.

Juan de Sahagún cayó enfermo entre rumores de envenenamiento. "Su vida mortal terminó el 11 de junio de 1479", recoge el Diccionario Biográfico. "Las muestras de duelo de la ciudad entera demostraron lo que había sido fray Juan de Sahagún para Salamanca. Inicialmente se enterró bajo el coro de la iglesia conventual de San Agustín de aquella ciudad; su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinación, donde acudía la gente en busca de ayuda e intercesión, y consta que muchas veces fueron escuchados. En 1578 se depositaron los restos en una nueva y bella capilla; sobre la urna sepulcral que contenían las veneradas reliquias se colocó un lacónico epitafio que resumía su entrega a Salamanca y que se mantuvo mucho tiempo: 'Hic jacet per quam Salmantica non jacet' ('Aquí yace por quien Salamanca no yace')".

El papa Clemente VIII le beatificó el 19 de junio de 1601. Alejandro VII le canonizó el 16 de octubre de 1690 y finalmente Inocencio XII publicó en 1691 la bula papal que certificaba que Juan de Sahagún ya era santo en toda la cristiandad.

¿Y qué pasó con los restos? Siglos más tarde, en 1835, "las veneradas reliquias se trasladaron a la capilla mayor de la Catedral Nueva, donde reposan en la urna de plata que había donado la ciudad, sobre peana de plata costeada por el convento agustiniano, que ambas piezas se hicieron con motivo de su canonización". La urna, a todo esto, está cerrada con tres llaves custodiadas por el obispo de Salamanca, el alcalde de la ciudad y el prior de los Agustinos en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.