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La biblioteca histórica de la Universidad de Salamanca acaba de cumplir 770 'añazos'. El sanctsantorum del libro en nuestra ciudad, el lugar en el que se custodian ejemplares únicos en el mundo, va camino de los ocho siglos de vida atesorando conocimientos de generación en generación.
El blog de la biblioteca histórica (porque la edad no está reñida con el uso de las nuevas tecnologías) recoge que el 8 de mayo de 1254, hace 770 años y una semana, el rey Alfonso X el Sabio rubricaba en Toledo una "carta abierta notificativa" para organizar la actividad de la recién nacida Universidad de Salamanca.
"El documento completaba el acto de creación de las Escuelas en 1218 por parte de su abuelo, el rey Alfonso IX de León, así como los sucesivos documentos de protección y confirmación del Estudio que había otorgado su padre, el rey Fernando III, en varias ocasiones", añade el blog. Tres reyes a los que Salamanca debe muchísimo.
El legajo es un 'manual de instrucciones' para la Universidad. El papel "estructura y organiza por primera vez varios aspectos del Estudio General de Salamanca, desde problemas cotidianos de los escolares –como el alquiler de casas o malos comportamientos en la ciudad–, hasta la organización puramente universitaria: por ejemplo, consolida 12 cátedras –de derecho canónico, civil, medicina, lógica, gramática y música–, y se crearon varios puestos, como el de maestro de órgano, el de apotecario [boticario] y … el de Estacionario".
El papel de Alfonso X ordena, en castellano antiguo, que "haya un estacionario, al que se le paguen 100 maravedíes al año, para que tenga los ejemplares en buen estado y corregidos". Segun el blog, es la frase clave, la que otorga naturaleza propia a la biblioteca salmantina.
Un estacionario "era un copista de la ciudad, que trabajaba bajo la supervisión de las autoridades universitarias y recibía un salario del propio Estudio. Las autoridades del Estudio aprobaban y fijaban el texto de las lecciones y encargaban al estacionario que las copiara y mantuviera en buen estado".
El texto "era el Exemplar, que se dividía en cuadernos, llamados peciae. El estacionario se encargaba de mantener los cuadernos actualizados y también del control del préstamo de las peciae. Los estudiantes alquilaban estas pecias para copiarlas o mandarlas copiar". A tenor de estas palabras, reunía las atribuciones de un copista y de un bibliotecario.
Cuando se construyó el edificio histórico de la Universidad, donde se ubicó físicamente la Biblioteca, los Estacionarios ya llevaban tres siglos acumulando conocimientos. Hoy en día, sus herederos siguen cumpliendo las órdenes del rey sabio.
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