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La lucha silenciosa de la Asociación de Trastornos Alimenticios de Salamanca: "Es una enfermedad que crece y no hay respuesta"

Con motivo del Día Internacional de Lucha contra los Trastornos Alimentarios TRIBUNA ofrece una serie de testimonios en colaboración con la Asociación salmantina. Tercer capítulo.

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La lucha silenciosa de la Asociación de Trastornos Alimenticios de Salamanca: "Es una enfermedad que crece y no hay respuesta"
María  Pedrosa García
María Pedrosa García
Lectura estimada: 6 min.

"Tranquila, que de esto se sale". Dicen que no hay amor más puro que el de un padre o madre a su hijo, amor más incondicional y sincero. Sin atenernos a excepciones, nos situamos en una de las oficinas de la Casa de las Asociaciones del Ayuntamiento de Salamanca, donde un padre y tres madres dolidas y orgullosas a partes iguales, cansadas y con esperanza, llenas de lucha a pesar de mil batallas y con lágrimas en los ojos, echan la vista atrás, pero trabajan por un futuro mejor. Después de su vivencia quieren ayudar a otros a través de la Asociación de Trastornos Alimenticios y Obesidad en Salamanca, una Asociación que pretende ayudar a los padres, no a las pacientes, cuidadas por profesionales. Y hablamos en femenino porque 9 de cada 10 casos de trastornos alimenticios son padecidos por mujeres. "Tranquila, que de esto se sale"es la primera frase con la que se dirigen a los padres que reclaman ayuda. Frente a un tema tabú, normalidad. 

Micaela, Nieves, Paco y Raquel, cada uno con una historia diferente, pero al mismo tiempo igual. Por eso se unieron, en los cafés, en las largas esperas después y antes de ingresos, en la soledad lograron un abrazo común que hoy pretende llegar a todavía más personas. "Nuestra creación comienza en la soledad que sentimos los padres cuando empezamos a vivir esta enfermedad. No tienes a nadie. Queremos que el resto de padres no pasen por lo que hemos pasado nosotros, de no saber ni a quién recurrir, ni qué hacer. Es el principal motivo de la Asociación; acompañar, apoyar, simplemente estar".

"Ojalá hubiéramos encontrado una asociación pequeña nosotros, aunque solo fuera para llorar un día y desahogarnos, porque todos mis lloros fueron sola", resalta una de las madres, quien considera que todavía hay mucho miedo a hablar del tema, "es tabú""Nosotros hemos conseguido aceptarlo y somos capaces de hablar de ellos. En mi caso, una vez que empecé a hablar sobre ello... no paré. No llevamos un cartel, pero si tengo que hablar de ello, hablo. Si a mi hija no le importaba, yo como padre o madre tenía que hacerlo, aunque me costara". 

Dentro de un proceso tan largo en el tiempo, los recursos económicos son altos y limitados, de ahí la necesidad de estar informado. Desde la Asociación nos piden hacer hincapié en la existencia de un seguro que escolar que llega a cubrir el 90% de los tratamientos de esta enfermedad durante dos años por un coste de 1,12 euros al año. También recalcan la existencia de plazas reservadas en centros privados a través de la seguridad social o la existencia tanto de un centro privado en Salamanca como de la unidad especializada en el Hospital Universitario. Opciones que ellos desconocían cuando se tuvieron que enfrentar a ello. Casi todos, acudieron a psicólogos, pero hablan de meses de espera y de costes por encima de los 70 euros, que no eran asequibles para muchos. 

¿Cuentan con recursos suficientes en la Asociación? "Tenemos muy poquitos; ahora acaba de incorporarse una trabajadora social que la necesitábamos muchísimo, con el objetivo de encontrar financiación. Además, contamos con una psicóloga, que podemos mantener gracias a las cuotas de los socios (60? / año), a la subvención del Ayuntamiento o el Colegio de Médicos. Especialmente, rompemos una balanza a favor del Ayuntamiento que apoya a tantas y tantas asociaciones. Todo ello, nos sirve para dar charlas (colegios, institutos y universidades), hacer actividades con los padres como yoga o pilates, excursiones, la escuela de padres online... una manera para que los padres salgan de su entorno y sean capaces de desconectar". 

'Tú lo que tienes que hacer es dejarte de tonterías y ponerte a comer. No te pasa nada'

Uno de los casos comienza en el centro de salud de la Alberca. La paciente había perdido mucho peso y, entre otros síntomas, no tenía menstruación. Sin embargo, los análisis eran buenos. "No se me olvidará nunca, el médico de cabeza le dijo, 'tú lo que tienes que hacer es dejarte de tonterías y ponerte a comer. No te pasa nada'. No me dio ninguna indicación. El grado de desconocimiento llega a todos los ámbitos y eso repercute en la soledad de los padres. Ves como va cayendo y no sabes qué hacer. Además, te da miedo contarlo. Hay prejuicios, vivimos en abundancia, ¿cómo tu hija no va a querer comer? No lo entiendes ni tú. Te toca y te toca. Tienes que aprender a aceptarlo", relata. Tampoco le culpa: "La seguridad social llega donde llega, faltan recursos; faltan psiquiatras, enfermeras, médicos... es una enfermedad que crece y no hay respuesta". 

Todos coinciden, desde el otro lado del teléfono y por videollamada, Micaela secunda las palabras de su compañero: "Desde las administraciones públicas hay muy poca gente formada. No es que no te quieran informar es que ni ellos saben. No saben a qué tipo de enfermedad se refieren, a qué se enfrentan. A mi me dijeron que incapacitara a mi hija, como si se pudiera hacer así como así. Encima que no sabes ni que hacer... que te contesten así o con ese tipo de argumentos, es doloroso". 

El proceso de Paco fue muy largo, se cuenta con los dedos de las dos manos. De Barcelona, paso por centros de Castilla y León, llegó al Clínico de Salamanca y también estuvo en USTA, la Unidad Salmantina de Trastornos Alimentarios en la capital. "He tenido que ver a mi hija intubada, ha habido muchas recaídas, momentos muy duros, en los que se ha intentado hasta querer escapar del centro, pasando por una operación de urgencia, pero... nunca he tirado la toalla", relata. 

Un saco de boxeo

Tras conocer el testimonio de Andrea y escuchar en primera persona la "crueldad" de los trastornos alimenticios, capaces de destruir cuerpos y mentes, la figura se centra ahora en las personas de su alrededor. Esas que como vienen relatando no saben a qué se enfrentan, pero deben de llamar a todas las puertas posibles hasta encontrar aquella que está abierta: "No sabes cómo ayudarles y ves como cada vez se hunden más, es un desgaste psicológico y emocional continuo. Es muy duro. No llegas a reconocer a tu hijo, no son ellos, es la enfermedad. Nosotros se lo recalcamos a los padres; que tengan paciencia y les acompañen con todo el amor que puedan, por eso hacemos lo que hacemos. Vuelven a ser ellos, incluso más maduros, reforzados. Salen con otros valores".

Tan duro, que la persona que más quiere ayudarles, llega a aparecer como su enemigo: "Te llegan a ver como un enemigo, como su saco de boxeo. Cuando yo iba a buscar a mi hija al centro... Ese rato era el peor, me preguntaba todos los días.. 'a ver cómo va a salir hoy'. Siempre había una contestación. Lloraba ella y lloraba yo... éramos su saco de boxeo".

Micaela recuerda esa primera fase, la negación, el ver a su hija como alguien muy diferente: "Son capaces de encubrir muy bien lo que hace, se vuelven muy mentirosos, manipuladores... es increíble la transformación que sufren. Mi hija vomitaba y yo jamás la vi vomitar, ni imaginármelo. Empecé a apreciar el cambio físicamente porque pierden mucho peso. Le cambió el humor, la forma de ser, hacía mucho ejercicio físico para quemar todo, se intentan aislar y entran en su bucle particular sin ser capaces de salir de ahí. Cuesta mucho llevarles al médico, porque no son conscientes de su enfermedad, al contrario que lo que ocurre en otras enfermedades.

De repente, encuentras ayuda y empiezas a remontar. Cuando dejé a mi hija en el centro sentí una liberación muy grande, porque yo veía que no podía hacer más y sentía que le estaba haciendo mal. Confías en las manos de los profesionales y empiezas a ver la luz. Después... conforme pasa el tratamiento y ves evolución piensas que no todo estaba perdido, remontas, a pesar de las recaídas. Bajo mi punto de vista esto es una carrera de fondo". 

¿Carrera de fondo con final? "Sí, pero mantienes la lucha. La enfermedad está ahí. Hay procesos y procesos, incluso hay personas que viven cronificadas toda la vida". 

¿Llegan a tener el alta definitiva los padres o la herida es tan grande que no se llega a cerrar? "Nunca se cierra. Siempre estás alerta. Sabemos que ellos sufren, pero nuestro sufrimiento es tan grande de haberlo visto que nunca te recuperas, porque aunque ya estén bien, tienes la cosa de 'y si vuelve'. Nuestra psicóloga nos dice que no tenemos que tener miedo, pero es muy difícil y también hay que reconocerlo", finalizan. 

 

 

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