Salto de Castro, un poblado hidroeléctrico construido a mediados del siglo XX en la frontera con Portugal y que lleva 18 años con cero habitantes en su censo
La Semana Santa en Castilla y León es rica en tradiciones, costumbres y ritos, lenguaje acuñado a través de los siglos, procesiones y desfiles penitenciales e, incluso gastronomía. En cualquiera de las Pasiones que se celebran a lo largo y ancho de la Comunidad, desde las más conocidas hasta las más íntimas y cercanas, surgen personajes tradicionales -a menudo curiosos y peculiares- que le confieren un carácter diferenciador y especial a estas manifestaciones religiosas, culturales, artísticas e históricas.
A buen seguro, que cada Semana Santa tendrá los suyos. Pero en estas líneas queremos rescatar aquellos que tengan una función anunciadora en los días de Pasión o en las jornadas previas. Hemos querido conocer la labor del Merlú y el Barandales en Zamora; los participantes en la tradicional Ronda leonesa; el Pardal de Medina de Rioseco; el Tararú de Palencia; los Conqueros en la Semana Santa de Toro; el Nazareno Lambrión Chupacandiles de Ponferrada o el pregonero a caballo de la Cofradía de las Siete Palabras de Valladolid.
Seguro que no están todos los que son; pero es cierto que estos son una buena muestra de la riqueza patrimonial, a menudo intangible, que encierra la Semana Santa de nuestra tierra. Todos ellos comparten pasión y una labor altruista y dedicada a sus Cofradías y a sus procesiones.
El sonido de la Semana Santa zamorana
La Semana Santa zamorana tiene un sonido muy especial en su ADN, el de la corneta o sordina y el tambor destemplado de la pareja de músicos que en Zamora es conocida como Merlú. Tan importante es su función que hasta se inmortalizó en bronce en una bonita escultura ubicada en la Plaza Mayor, frente a la iglesia de San Juan de la Puerta Nueva.
Ligado a la Cofradía de Jesús Nazareno Vulgo Congregación, el Merlú marca el inicio de la procesión y convoca a todos los hermanos para que participen en la misma. Nieto del recordado Atilano 'el fontanero'. Merlú de Honor de la Pasión zamorana, Manuel González 'Lolo' relata su conmovedora historia.
Corría el año 1986. Precisamente era Viernes Santo y dos de la madrugada, día y hora en la que el Merlú comienza el aviso a todos los hermanos. Fue en ese momento cuando murió Atilano. Aún con el dolor y la emoción a flor de piel, Lolo tuvo que salir aquella noche a cumplir el cometido de su abuelo, todavía de cuerpo presente. Desde entonces, nunca ha faltado a la llamada cada madrugada de Viernes Santo. "Esa circunstancia ha hecho que la leyenda de mi abuelo haya quedado forjada en Zamora y en su Semana Santa".
En total son seis parejas. Desde las dos de la madrugada avisan por los distintos barrios zamoranos a sus hermanos. La procesión comenzará a las cinco en la iglesia de San Juan, cuando el Merlú indique, en el momento álgido de su labor, el levantamiento del paso Jesús Camino del Calvario, conocido popularmente como el Cinco de Copas, y que comenzará a mecerse con los sones de la Marcha de Thalberg, dando inicio así a un desfile en el que participan los 11 pasos de la Cofradía. Por último, El Merlú deberá encargarse en el primer Domingo de Cuaresma de convocar a los más de 9.000 hermanos para la asamblea general ordinaria de la Cofradía.
El "orgullo" de una "figura emblemática" que anuncia las procesiones zamoranas
Un sonido particular anuncia el paso de las procesiones diurnas en Zamora. Un personaje encabeza el cortejo, vestido de una manera peculiar, con dos campanas que hace sonar durante todo el desfile. Es el popular Barandales, que incluso tiene una escultura de bronce en su honor. La leyenda dice que aquel que tocaba las campanas era "el tío Barandas" y de ahí evolucionó hasta el nombre como hoy se le conoce.
El Barandales oficial de la Junta Pro Semana Santa de Zamora es Nicanor Fernández Esteban, con más de 25 años de experiencia desde que saliera por primera vez con una de sus cinco cofradías, la de Nuestra Madre de las Angustias. "Del total de nueve procesiones en las que participa el Barandales yo salgo en cuatro o cinco", añade.
Nunca imaginó Nicanor que terminaría encarnando esta figura "emblemática" de la Semana santa de Zamora. "Pero la Cofradía de Nuestra Madre quiso recuperar este personaje y me lo ofrecieron a mí". Este Barandales zamorano lleva con "orgullo" su cargo. "Es bonito y emocionante anunciar las procesiones y ver cómo el público cuando escucha el sonido de las campanas se aparta y dejan paso", asegura. Su labor tiene mucho de "físico", pues las campanas tienen "un peso de entre 2 y 7 kilos". Un mes antes, Nicanor ensaya "junto a la orilla del río Duero tres o cuatro horas", para llegar a los días de Semana Santa perfectamente preparados. "Los hombros son los que resultan más resentidos tras la procesión", advierte el Barandales.
Con cada cofradía, Nincanor lleva un atuendo diferente. "El que más me gusta es el de Nuestra Madre de las Angustias, que copia un traje del siglo XVI, con cuatro piezas, puñetas, gola, un gorro con pluma y pantalón bombacho". En otras procesiones viste casulla y capucha y en la de Domingo de Ramos, turbante, al estilo hebreo. Confía en que su hijo, que ya sigue sus pasos en la Cofradía de la Santa Vera Cruz, pueda proseguir con la tradición de barandales. "Para mí es un orgullo, la Semana Santa de Zamora lo es todo", concluye.
La cuarta generación de un sonido único en la Pasión de Rioseco
José Luis García Santamaría es la cuarta generación de una familia muy querida en Medina de Rioseco que tradicionalmente se ha encargado de anunciar las arraigadas procesiones de Semana Santa de la ciudad. Su característico toque de trompeta se ha heredado a través de los siglos y sirve para dar inicio a las procesiones de Jueves y Viernes y para advertir en las calles de que los desfiles penitenciales son inminentes.
Cuando se le pregunta por su oficio, José Luis García recuerda a su padre Luis, a su abuelo Benito y a su bisabuelo Pascual. "Son los sentimientos profundos los que no se pueden explicar con palabras. Sólo puedo decir que me siento muy orgulloso del cargo que represento dentro de esto tan grande que se llama Semana Santa en Rioseco", argumenta, al tiempo de mostrar con orgullo al que será la quinta generación de esta familia 'pardalera' su hijo Alejandro.
El Pardal puede datar del siglo XVII o XVIII según algunos estudios históricos. "Hay varias teorías sobre el nombre", recuerda El Pardal actual. "Algunas más románticas indicaban que podrían referirse al sonido de la corneta que se asemejaba al canto del Pardillo, el pájaro de color pardo. No obstante, estudios más recientes demuestran que el Pardal era el apellido, común en la época, del trompetero. Más tarde al desaparecer el apellido a su sucesor se le siguió conociendo así hasta el día de hoy".
El Pardal riosecano enumera sus funciones: "Empiezo el sábado de Pasión anunciando el pregón, junto con los tapetanes y la voz pública por distintas calles y plazas de la ciudad. El Jueves Santo dirijo la recogida de gremios y más tarde -a la hora prevista- tras los tres toques de rigor anuncio el comienzo del desfile penitencial. En la procesión voy situado delante del primer paso, La Oración en el Huerto. Esto es muy similar el Viernes Santo, donde precedo al Longinos".
Es precisamente José Luis García quien organiza ese popular y único desfile de gremios en Medina de Rioseco: una especie de procesión cívica, en la que los cofrades de las distintas hermandades, que horas más tarde cargarán con los pasos, desfilan en busca de las autoridades que se sumarán a la procesión. El característico toque 'destemplado' de su trompeta será el aviso para que las cofradías abandonen sus refrescos y se unan a este desfile.
Al inicio de la procesión, tres serán los toques que hará sonar para que los primeros pasos se eleven, primero, sobre los brazos de los cofrades riosecanos. Por último, El Pardal también acompaña en la mañana del Domingo de Ramos a la Cofradía de Jesús Nazareno de Santiago, tras la misa de hermandad, a la casa del Mayordomo donde recibirá la enhorabuena de sus hermanos. En este caso, el sonido es diferente, mucho más alegre.
"Levantaos hermanitos de Jesús, que ya es hora"
Si hay algo por lo que es conocida internacionalmente la Semana Santa de León es por su procesión de los Pasos y la Ronda. Cuando el reloj marca las 12 horas de la noche, y el Jueves Santo da paso al Viernes de la Cruz, un cortejo formado por tambor, esquila, clarín y voz anuncia que ya es "la hora". Lo hace en la Plaza de San Marcelo. Aún restan más de siete horas para que salga la procesión, pero la Ronda irá por las calles leonesas advirtiendo de que el desfile penitencial será inminente.
Desde hace 32 años, Eliseo Fermiñán, forma parte de esta tradición que organiza la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno. Él toca el clarín y explica cómo se desarrolla está costumbre. "Existen tres turnos; el primero es el que llamamos oficial. Sucede en el Ayuntamiento, en la Diputación, en la subdelegación del Gobierno, ante el Obispado, la subdelegación del Ejército y ante el abad y viceabad de la propia cofradía".
A partir de las dos de la mañana, la Ronda ya recorrerá las principales calles de la ciudad para avisar a los hermanos de la llegada de la procesión. Cuatro toques de esquila, tambor y clarín seguido del peculiar mensaje, entonado por el componente de la ronda encargado de la voz: "Levantaos hermanitos de Jesús, que ya es hora".
El tercer turno llegará ya con el inicio de la procesión, a partir de las 7.30 horas de la mañana cuando salga a la calle la procesión de los Pasos. Hasta 13 conjuntos escultóricos se dan cita en el popular desfile que parte de Santa Nonia. En este caso, la Ronda seguirá realizándose con los tres instrumentos, aunque se suprime la voz.
En 2011 con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, La Ronda pudo ser escuchada por el entonces Papa Benedicto XVI. Eliseo Fermiñán reconoce que formar parte de esta tradición leonesa "es algo muy grande". Por motivos laborales, ahora vive en Sevilla, pero no concibe una Semana Santa sin estar en León y tocar el clarín para su cofradía, "que tiene 409 años de historia". Un amor por esta manifestación que ya comparte junto a sus hijas.
Cuatro décadas al servicio de la Semana Santa palentina
El Tararú hace sonar una corneta larga, de las conocidas como heráldicas. Son unas notas solemnes y tristes que rasgan la noche en la Pasión de Palencia. Un sonido que sobrecoge y que anuncia la salida de los pasos y el avance de la procesión. "En su tiempo, como no había walkies-talkies para coordinar las paradas de los pasos y su momento para arrancar, era el Tararú, quien con su toque avisaba", explica de forma gráfica Florencio Javier Benito, conocido precisamente por su apellido y que es el Tararú de la Cofradía de la Vera Cruz y de la Piedad.
Pero este sonido tan particular en la Semana Santa de Palencia tiene más utilidades. Sirve como llamada de hermanos, en la víspera de la Procesión. Como en otras ciudades, antiguamente, se iba a las casas de los cofrades. "Se daban entonces tres toques de corneta y tres golpes de vara en la puerta, incluso el Tararú podía ser convidado a un pequeño ágape. También se rezaba por los difuntos de la vivienda. Asimismo, se toca en honor a otras cofradías o cuando se pasa delante de una iglesia", recuerda Benito.
Prácticamente cada cofradía en Palencia tiene su propio Tararú, en incluso algunas de ellas varios. Benito es uno de los históricos, con más de 40 años de experiencia. Quiere potenciar algunas funciones, como "por ejemplo la visita a los monumentos en la mañana del Viernes Santo". "Es uno de los momentos en los que más tengo que tocar pero me emociona más porque tiene el sentido de llamar a oración y es bueno que los cofrades también hagamos oración".
Cuando Benito se pone frente a su instrumento dispuesto a ofrecer el toque "los nervios" se hacen evidentes, "pero también sientes mucha ilusión?. Explica que su último cometido llega el Domingo de Resurrección. Su sonido precederá a la retirada del luto de la Virgen cuando se encuentre con su hijo, representado por el Santísimo. Es la labor del Tararú, con tanta importancia en Palencia, que a los cofrades que desfilan también se les conoce por este nombre, que pudiera ser una onomatopeya del sonido que emite la corneta. Para los palentinos es aún mucho más que eso.
Anunciando el pregón de la Pasión ponferradina a golpe de campana
Hablar del Nazareno Lambrión Chupacandiles en Ponferrada es hacerlo irremediablemente de Vicente Parra, quien desde hace 30 años heredó la labor al fallecer su padre. Su abuelo también fue Lambrión. "Es un personaje típico de la Semana Santa, ligado a la Hermandad de Jesús Nazareno, de que anuncia la Pasión de Ponferrada, concretamente el sábado anterior al pregón".
Parte a las cuatro de la tarde de la basílica de la Encina -tras la bendición del rector- y recorre las calles principales, habitualmente, rodeado de niños. Viste túnica negra, anudada a la cintura con soga de esparto, y hace sonar una campana que advierte a los hermanos de esta cofradía de la celebración, en el Domingo de Lázaro, del pregón inaugural con el que se da comienzo a la Semana Santa de Ponferrada.
Los historiadores fechan en el siglo XVII la aparición de esta figura. En sus orígenes sería invitado a las bodegas a probar el vino nuevo. "Tanto le gustaban los primeros tragos de la cosecha que decían que podía beberse hasta el aceite de los candiles, de ahí el cariñoso apodo", explica el mayordomo de la Hermandad, Marco Morala. Lo de Lambrión podría deberse a que además era un poco "glotón".
Desde hace un par de años, la Cofradía del Nazareno registró en la Oficina Española de Patentes y Marcas a este emblemático personaje de la Pasión ponferradina, que también ayudó a la declaración de la Semana Santa de la ciudad como Fiesta de Interés Turístico Nacional.
Vicente Parra, que también es costalero en distintas procesiones, ostenta con tanto "honor y orgullo" el cargo que seguirá "hasta que el cuerpo aguante", aunque desearía que su hijo siguiera sus pasos "siempre que la Cofradía se lo permita".
"El penitente que hace voto de silencio para pedir limosna"
"Un conquero es un penitente que hace voto de silencio para salir a pedir por las calles de Toro en el Jueves y Viernes Santo". Quien habla es José Luis Ledo, hermano de la Cofradía de Jesús y Ánimas de la Campanilla, que en una docena de ocasiones ha ejercido "humildad, silencio y respeto" este cargo, que también tiene su carácter anunciador de la procesión.
Tras la bendición de los abades, los conqueros deberán jurar silencio y no podrán hablar durante las horas en las que se desarrolla su cometido. Cuatro pedirán por las calles de Toro, precisamente uno en cada barrio o parroquia y otros cuatro lo harán en la procesión de la mañana del Viernes Santo.
Para advertir de su presencia hacen sonar una vara que lleva una puntera y emite un sonido muy agudo, a modo de tintineo. En una conca, que da nombre al oficio, recoge las monedas y los donativos que ofrecen toresanos y visitantes. La colecta revierte en los gastos de la propia cofradía, "aunque antaño se utilizaba en las misas de los hermanos difuntos o incluso para costear sus funerales".
Dice José Luis Ledo que el oficio es duro, "porque la conca pesa cuando se llena de monedas?, pero también es muy ?gratificante y emocionante". "Alguna burla siempre hay, pero el sentimiento es tan grande que se te olvida y te quedas con lo bueno, por ejemplo aquellas personas muy humildes que te ofrecen su donativo. Para mí ser conquero es algo difícil de explicar con palabras, un acto que me llega al corazón; cuando vas con el caperuz bajado encuentras la paz, es una experiencia muy enriquecedora".
Ledo cargaba con un paso, pero sus problemas en la espalda le hicieron desistir. "Por eso la primera vez que fui ofrecido para ser conquero es un momento que jamás olvidaré; pedir para mi cofradía es lo más grande", concreta a la par de advertir que el oficio que representa es "muy representativo" en Toro. "Escuchar al conquero es saber que ya es Jueves Santo en nuestra ciudad".
Tres generaciones de pregoneros a caballo en la mañana del Viernes Santo
Quien madrugue el Viernes Santo en Valladolid se encontrará con una imagen anacrónica que sorprende a propios y extraños. Es un cortejo de jinetes, ataviados con el hábito de la cofradía de las Siete Palabras y una capucha, además de corneta y estandarte, que confiere a la escena un marcado carácter medieval. Se trata del Pregón que anuncia el Sermón de las Siete palabras, heredero de los autos sacramentales, y que congrega cada Viernes Santo al medio día a miles de fieles en la Plaza Mayor de Valladolid.
Horas antes, Álvaro Gimeno, tercera generación de pregoneros a caballo, recorrerá "puntos emblemáticos de la ciudad" tras arrancar en el Arzobispado, para pregonar el nombre del predicador que subirá al estrado, al amparo del Cristo de las Mercedes y de los siete pasos que recrean las últimas palabras de Cristo antes de morir.
Álvaro heredó esta tradición de su abuelo Antonio y de su padre Jesús, en un acto que comenzó a hacerse en el año 1945. "Con un toque de corneta en cada parada, para atraer al público, se lee un soneto elegido por la Cofradía cada año y más tarde se añade una coletilla con el nombre de la persona encargada de pronunciar el Sermón, además de la hora y el lugar". Cuando por motivos de lluvia, el acto se traslada al interior de la Catedral, también será pregonado por Álvaro Gimeno, que cubre su rosto con el capuchón humillado.
A pesar de la dificultad para encontrar cofrades jinetes, una docena de ellos acompañan cada Viernes Santo a Álvaro Jimeno. "Antes todo el mundo tenía caballo y llegaron a salir hasta 80 jinetes", advierte. "Es un orgullo esta labor; para la familia Gimeno es muy importante, no concebimos la Semana Santa sin esto, todos estamos muy vinculados", concreta.
Por último, dice Álvaro Gimeno que las dos lecturas más emocionantes para él son la primera, frente al arzobispado, y la penúltima: "La que hacemos delante del Cristo de las Mercedes y en nuestra Cofradía, en el atrio de Santiago. Es muy emotiva, la voz ya está rasgada; todo es muy familiar". La labor del pregonero acaba en la Plaza Mayor, instantes antes del mediodía. Será su última lectura, la que precede al Sermón de las Siete Palabras. Entonces el cometido, un año más, se habrá cumplido.
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