El otoño salmantino es época de recolección de setas y a lo largo y año de la provincia, por su orografía y su riqueza botánica podemos encontrar diferentes tipos
"La noche era como de Julio, serena y clara. Acampó la brigada Pack en un llano, para aguardar el día". Así narra Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales cómo discurrió la noche del 21 al 22 de julio de 1812 en el Arapil pequeño, uno de los dos montículos que dominan la planicie de Los Arapiles, donde hace (casi) 210 años se libró una de las batallas más importantes de nuestra historia reciente.
Grosso modo, España llevaba prácticamente cuatro años ocupada por los ejércitos de Napoleón. Los británicos les hostigaban desde Portugal y los guerrilleros españoles les atosigaban por todas partes, esperando a que las circunstancias mejorasen. Cuando Napoleón puso sus ojos en Rusia y comenzó a retirar tropas de la Península, los aliados vieron una gran oportunidad para contraatacar en Ciudad Rodrigo y Salamanca.
La batalla de Arapiles (o batalla de Salamanca, para los británicos) fue clave, porque permitió liberar Madrid (temporalmente al menos) y debilitar la presencia francesa en España. Benito Pérez Galdós inmortalizó lo sucedido narrando la batalla desde el punto de vista de un personaje ficticio llamado Gabriel de Araceli.
Explica, según consta en la edición recogida por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que "con las primeras luces del día la brigada se puso en marcha hacia el Arapil Grande. A medida que nos acercábamos, más nos convencíamos de que los franceses se nos habían anticipado por hallarse en mejores condiciones para el movimiento, a causa de la proximidad de su línea. El brigadier distribuyó sus fuerzas, y las guerrillas se desplegaron. Los ojos de todos fijábanse en la ermita situada como a la mitad del cerro, y en las pocas casas dispersas, únicos edificios que interrumpían a larguísimos trechos la soledad y desnudez del paisaje".
La 'crónica' de Pérez Galdos explica cómo grupos dispersos de "imperiales" (los franceses) se ocultaron en "el espeso bosque de Calvarrasa" y cómo plantearon una línea defensiva entre la ermita y las casas. También relata los primeros choques cuerpo a cuerpo, los arreones de uno y otro bando y la incertidumbre de no saber qué iba a pasar, a la expensa de lo que decidieran los generales. "Ni Wellington ni Marmont querían aparentar gran deseo de ocupar el Arapil Grande, por lo mismo que uno y otro consideraban aquella posición como la clave de la batalla". Durante varias horas ambos bandos se tantearon y plantearon escaramuzas, pero sin lanzarse a campo abierto. En pocas palabras "eran las diez de la mañana y fuera de la breve acción que he descrito, los dos ejércitos no habían disparado un tiro".
Cuando (al fin) se desplegaron los ejércitos, la guerra 'de verdad' azotó Los Arapiles. Cargas con bayoneta, el trueno de la artillería y la necesidad de tomar las mejores posiciones. "Era preciso echar a los franceses de Santa María de la Peña y después seguir subiendo, subiendo hasta plantar los pabellones ingleses en lo más alto del Arapil Grande". Sin embargo "allí no había posibilidad de destrozarlas con la caballería, ni de hacerles gran daño con los cañones situados a mucha distancia. Era preciso subir a pecho descubierto y echarles de allí como Dios nos diera a entender. El problema era difícil, la tarea inmensa, el peligro horrible".
La ascensión al cerro narrada por Galdós acabó muy mal para los aliados, que tuvieron que retroceder ante las bayonetas francesas. En ese momento nadie podía saber que la batalla la acabarían ganando las cargas de caballería y la llegada de refuerzos británicos. Al anochecer del 22 de julio, el destino de la refriega estaba sellado. Los franceses tenían el flanco izquierdo hundido y no había forma de seguir defendiendo el Arapil Grande. "En los Arapiles, una de sus más encarnizadas reyertas, llegaron ambos (ingleses y franceses) al colmo de la ferocidad".
La batalla de Arapiles sirvió para expulsar temporalmente a los franceses de la ciudad, aunque regresaron el 15 de noviembre de 1812, con el rey José I a la cabeza, y volvieron a ocuparla hasta mayo de 1813. Salamanca pagó un precio terrible durante la Guerra de la Independencia. Perdió la tercera parte de su patrimonio porque los ocupantes usaron los monumentos como cantera para fortificar el cerro de San Vicente y barrios enteros como la Vaguada de la Palma quedaron arrasados.
En cuanto a los dos grandes protagonistas militares de la historia, el francés Marmont terminó sus días abrazando la retauración monárquica en Francia y como un traidor a ojos de los partidarios de Napoleón. Wellington fue primer ministro de Reino Unido y, quizá como deferencia por parte de la ciudad, su rostro ocupa un medallón de la Plaza Mayor. Es el único extranjero que ha hecho méritos para ello.
El otoño salmantino es época de recolección de setas y a lo largo y año de la provincia, por su orografía y su riqueza botánica podemos encontrar diferentes tipos
Las elecciones para la presidencia durante los próximos cuatro años se celebrarán el próximo 2 de diciembre
Un grupo de doce turoperadores internacionales visitarán Salamanca con motivo de su asistencia a INTUR Negocios
El alcalde de Salamanca participa en el acto de apertura de las nuevas instalaciones, que prestarán servicio a más de 4.500 usuarios de más de 60 años