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En lo alto del cerro de San Vicente se esconden desde hace 2.800 años las huellas de los primeros salmantinos: eran ganaderos y agricultores, comerciaban con los fenicios y sus herederos tallaron el verraco del Puente Romano.
Salamanca está habitada desde hace al menos 2.800 años. Ocho siglos antes del nacimiento de Cristo ya había 'charros' viviendo en el cerro de San Vicente, esa mole de roca a caballo entre los hospitales y la Vaguada de la Palma. Ahí, en el corazón de la ciudad, están las raíces históricas de Salamanca, que podrían ser incluso más antiguas de lo que se cree.
No hay textos escritos escritos sobre cómo eran o a qué se dedicaban aquellos primeros salmantinos, pero para responder a esas preguntas está la arqueología. El arqueólogo municipal, Carlos Macarro, explica que el asentamiento original de la ciudad "se contextualiza en la Primera Edad del Hierro, en un marco cronológico que iría entre el siglo VIII y el V o IV antes de Cristo". En en el siglo IV a. C "se trasladan al teso de las catedrales y esto queda como un recinto un poco marginal hasta que acaba siendo abandonado. En la época romana no hay constancia de ocupación".
El cerro nunca se movió de su sitio, pero la ciudad 'olvidó' sus raíces poco a poco. El convento de San Vicente llegó siglos después, oteando Salamanca desde lo alto hasta que la ocupación napoleónica durante el siglo XIX lo voló por los aires. Tuvieron que pasar casi dos siglos más para volver la vista a aquel montículo, concretamente hasta la década de los 90.
Aquellas "fueron excavaciones exploratorias", explica Macarro. "Queríamos ver un poco las características del yacimiento y su extension en el espacio, pero a ello hay que unir la existencia de otros restos históricos, como el convento de San Vicente". Durante los 90 "el objetivo fue determinar qué tipo de restos había y su grado de conservación y extensión. Ello provocó la redacción del plan especial del cerro de San Vicente, que supuso la adquisicion para terrenos públicos de los espacios más interesantes".
Una vez adquirido el suelo y certificado que nadie iba a edificar nada sobre él, comenzaron las investigaciones, centradas en una parcela del montículo. "Se ha excavado muy poco", confirma el experto, unos 400 metros cuadrados. ¿Qué encontraron? Restos de un poblado, la raíz de la Salamanca actual. "Este yacimiento tiene la peculiaridad de crear tells arqueológicos, grandes depósitos de sedimentos. Sobre una casa construyen otra y otra y otra sucesivamente. En un espacio muy concreto, como puede ser una casa, si la desmontáramos habría debajo seguramente otra y otra… y asi encontamos una superposicion de espacios de habitación correspondientes a las fases del poblado, que durarían varios siglos".
"Todas las casas tienen una misma tipología de elementos espaciales y domésticos, como bancos corridos adosados, un hogar en el centro… y la entrada con vestibulos orientados al este-sureste, contra los vientos dominantes".
El 80% de las casas halladas en el cerro son de planta circular (algunas son rectangulares), poseen pequeños almacenes adosados para guardar enseres y alimentos "y todas tienen una misma tipología de elementos espaciales y domésticos, como bancos corridos adosados, un hogar en el centro… y la entrada con vestibulos orientados al este-sureste, contra los vientos dominantes". Y su propio trasfondo: por ejemplo, una tiene un hogar para el fuego de forma trapezoidal "y se ha descubierto que la casa se quemó de forma intencionada: se vació y se quemó de forma ritualizada" para después cubrir de nuevo el suelo con adobe. "Desconocemos por qué. Cada casa cuenta una historia, en funcion de lo que somos capaces de descubrir".
Es imposible visitar el cerro y no preguntarse por el famoso amuleto de la diosa egipcia Hathor que apareció allí, enterrado bajo el suelo de Salamanca a 5.000 kilómetros del Nilo. Primera pregunta: ¿Cómo llegó hasta el cerro de San Vicente? "Muy sencillo: por las redes comerciales, a través de los comerciantes fenicios".
Los navegante fenicios surcaban todo el Mare Nostrum "y tenían factorías en la costa mediterránea y atlántica. Se dedicaban a comerciar, buscar metales y traer objetos manufacturados, que debían resultar bastante atractivos" para los nativos. "Puede aparecer un objeto y que sea algo muy singular, pero en esta casa", afirma señalando una de las edificaciones, "han aparecido una serie de piezas y no es algo extraordinario. Esta casa tiene algunas peculiaridades y puede ser que perteneciera a un personaje destacado del poblado y la aldea". El color azul de la pieza, además, "es muy difícil de obtener en la naturaleza", por lo que llevar un adorno de esa tonalidad debía estar al alcance de muy pocos.
Excavando en el cerro aparecieron también objetos de cerámica esmaltada "de los que encontramos paralelos en el Louvre. Representan plantas acuáticas y flores de loto" y tienen vínculos con el Mediterráneo oriental y la isla de Chipre. Aquellos productos convivían con las manufacturas locales "que tenían muy buena calidad técnica" y su mera presencia en Salamanca desvela que nuestros antepasados mantenían contactos comerciales con civilizaciones lejanas y que "incorporaron como propios" algunos "elementos o modas" de aquellos pueblos. "Lo intuyes en objetos de carácter ritual, piezas de bronces… son elementos que se incorporan al día a día o como elementos de prestigio del que los exhibe, como elementos religiosos o culturales. Es una prueba de la capacidad de comunicación del hombre".
"Los fenicios se llevaron materias primas. Los metales estaban muy cotizados. Las zonas graníticas del oeste peninsular son muy ricas en materias primas"
Carlos Macarro no sabe si los fenicios llegaron físicamente a Salamanca, pero es evidente que su influencia comercial sí lo hizo. De aquí se llevaron "materias primas. Los metales estaban muy cotizados. Las zonas graníticas del oeste peninsular son muy ricas en materias primas". Dejando volar un poco la imaginación ¿puede que algún amuleto egipcio esté fabricado con metal salido de Salamanca? "Por supuesto", zanja.
Casas orientadas hacia el Tormes para evitar el viento, negocios con comercientes fenicios, diosas egipcias... el cerro es una caja de sorpresas que aún conserva muchos secretos. Sus habitantes se mudaron al teso de las Catedrales en torno al siglo IV a. C y echaron raíces. Sus 'nietos' de la Segunda Edad del Hierro tallaron piezas arqueológicas tan famosas como el verraco del Puente Romano y poco después, en el sigo III a. C, entraron en la historia escrita del mundo cuando el cartaginés Aníbal se plantó delante de las puertas de la ciudad, pero ésa es otra historia.
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El acto ha tenido lugar en la Facultad de Biología