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Reflexiones de café

Por Javier Calles-Hourclé

Blacklladolid 2024, tenía que haber sexo


Hace tres años, durante la primera edición, Blacklladolid nos invitó al cine a ver una de crimen, asesinos crueles y esforzados detectives. Al terminar la sesión, galante, nos tendió el brazo y paseamos hasta su pisito de soltero en Fuensaldaña; donde descorchó, solícito, una botella de buen Ribera que derramó sobre copas de cristal. La noche era perfecta y el vino lo era todavía más. Los primeros acordes llegaron desde el salón. La música completaba la noche. Fue inevitable. Tenía que haber sexo.

Blacklladolid seduce. Seduce al público, que año tras año se arroja sobre el castillo de Fuensaldaña, y a los que prefieren disfrutarlo en una postura más distendida, sobre el sofá de casa. Seduce a los escritores invitados, que se dejan enamorar por un certamen bien dispuesto a consentirlos. Seduce a los mecenas, que no dudan en relajar... la bolsa y apoyar a la cultura. Y seduce a los mejores profesionales de la comunicación, que lo propagan como las famas.

Tal vez la seducción sea la génesis de Blacklladolid. Seducción primigenia que César Pérez-Gellida necesitó emplear sobre una poco receptiva Dolores Redondo; que nada dispuesta a complicarse la vida con más responsabilidades que las de los viajes de promoción y la escritura, se resguardaba en su casa de Navarra, pertrechada de chuletones y abundante vino con los que embotar al pucelano. Sea porque los chuletones no fueron suficientes, porque la parla del vallisoletano hizo diana o porque el vino terminó por traicionar a la dama, Blacklladolid trascendió las lampiñas fronteras del calvo cráneo que lo imaginó, haciéndose realidad.

En su última edición, finalizada el pasado domingo 22 de septiembre, hubo sexo. Pero también ternura, amor, vivencias, humor y la sordidez de la trata, la violencia y la pornografía, en palabras de invitados de la talla de Mabel Lozano, Máximo Huerta, Santi Balmes, Najat el Hachmi, Beatriz Izquierdo, Jordi Llobregat, Henar Álvarez, Alice Kellen, Santiago Díaz y JJ Vaquero. Con una jornada final a cargo de los padres de la criatura, Dolores y César, en la que se tiró la casa por la ventana con la presencia de un Premio Cervantes de pícara timidez, Eduardo Mendoza, que llenó el auditorio de sabiduría, experiencia, sencillez y humor entrañable.

Blacklladolid ha dejado claro, desde su segundo año, que ya no es un certamen de novela negra, sino el único espacio en el que los focos apuntan hacia todo aquello de lo que se nutre la literatura, y en el que la luz se derrama sobre los escritores. Un mortero en el que todo se mezcla y todo vale para crear historias y buenos momentos en torno a esos prismas rectangulares, conocidos como libros, que nos convocan.

La edición del 2025 propondrá literatura y gastronomía como leitmotiv de la cita. Argumento que no le sienta nada mal a Valladolid y que dará continuidad a una secuencia del todo estimulante. Ocupen sus lugares. Blacklladolid está servido en la mesa.