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Recetas para educar

Por Juan Carlos López

SLOW EDUCATION


Educamos muy deprisa, tanto como vivimos. El ritmo de la escuela es tan grande que se necesita, como decía Berstein, una segunda escuela en casa para equilibrarlo.

Llegamos al colegio y nada más entrar escuchamos: "Venga, date prisa, ponte el baby", y lo que necesita el niño en ese momento es mirar a su alrededor, ver la ropa de la profe y si hay algún cuento nuevo y luego, cuando sienta calor, quitarse el abrigo y ponerse el baby. Pero no, le pedimos que lo haga ya, rápido, porque todos tenemos que sentir el calor o el frio a la vez. Hay niños que no sienten calor hasta pasados diez minutos.

 Las órdenes continúan: "Termina rápido el ejercicio porque hay que hacer otro", "Vamos, deprisa que viene el otro profe y no has terminado". "Venga, sacad el libro de lengua ahora, rápido en la página 56 que no tenemos todo el día, que, a este paso no me da tiempo a acabar el temario".

"Vamos, termina de colorear, no tardes tanto". Pero ¿no se trata de hacer las cosas bien?, y lo bien hecho lleva su tiempo. No es verdad aquello que dice mi suegra que le enseñó su maestra: Nadie te va a preguntar cuánto has tardado sino que valorará cómo te ha quedado.

 Y al salir de clase, las prisas continúan: "Vamos, a casa y venga come rápido que tenemos que recoger para ir a inglés a las cuatro, y luego a Pequedeporte". "Anda más rápido por la calle", ¿hemos pensado alguna vez que por cada paso que da un adulto el niño tiene que dar 3?

Ahora tengo que comer rápido y de adulto me dicen que hay que comer lento para hacer mejor la digestión y engordar menos? ¿No es una incongruencia?

Cuando veo a niños de tres años al que sus padres les dejan en el cole a las 8 de la mañana, acaban el colegio, comen fuera y no vuelven a casa hasta las cuatro de la tarde, para después a las 5:30 ir a actividades extraescolares, sinceramente, si yo fuera el niño y me dejasen decidir, me bajaba de este tren. ¡¡Es una locura!!

 ¿Cuántas pausas hacemos en clase para pensar, para reflexionar, para descansar...? ¿Alguien ha estado en una conferencia de cinco horas con descansos de cinco minutos? ¿Cómo lo hemos llevado? ¿Y si la conferencia por contenido y forma era aburrida? ¿qué tal? Bueno pues, eso viven muchos de nuestros alumnos en Secundaria, día sí y día también, salvo algún caso aislado que les alegra la jornada.

 Y el día a día de los docentes no son para menos. Si no consigues volverte loca o loco entre directrices de evaluación legislativas, programaciones interminables, requerimientos de inspección, corregir cuadernos, grabación de los vídeos para la flipped classroom, selección de las inteligencias múltiples, repaso a la configuración de la plataforma, terapia para diseñar estrategias de gestión de las emociones, formación, atención a las familias, etc. En educación hacemos muchas cosas cada día, y cada vez sumamos más: más contenidos, más competencias, más temas transversales, más actividades complementarias, más actividades extraescolares, ? Nos fijamos más en la cantidad que en la calidad. Las programaciones sobrecargadas nos conducen a una educación acelerada. El currículo de los colegios está gordo, ¡hay que adelgazarlos!

Esto es una locura, y una insensatez, ¿se trata de dar la asignatura, o se trata de aprender?, ¿se trata de correr, o de saborear? Yendo rápido, no se saborea. En educación, correr no es siempre la mejor manera de actuar. Existen ciertas cosas que no podemos ni deberíamos acelerar, que requieren su tiempo.

 Los alumnos comienzan la escuela con una gran imaginación, curiosidad y creatividad, hasta que descubren, como nos dice Hal Gregerser, que es más efectivo saber la respuesta correcta que hacer alguna pregunta interesante. ¡¡Pues, qué pena!!

 Manu Velasco, un maestro especial, nos dice: "Creo que sería más interesante y mucho mejor hacer menos y disponer del tiempo necesario para sacar el mayor provecho posible a cada experiencia. Los niños tienen su propio ritmo de aprendizaje, hay que respetarlo y estamos contagiándolos con el virus adulto del apresuramiento. Un virus realmente peligroso que les acorta la infancia, los presiona para que imiten las costumbres adultas y los obsesiona con la velocidad".

Hay que cocinar los niños a fuego lento. Manu, nos dice "Guisando a fuego lento aumentamos la riqueza y el sabor de la comida, y lo que la educación precisa es más riqueza y más sabor". Que nadie se equivoque, no se aprende más, por hacerlo más deprisa, las cosas necesitan su tiempo. A los niños no se les puede meter en la olla rápida para hacer más rápido los garbanzos, necesitan su tiempo de maduración.

"Necesitan tiempo para explorar. Tiempo para dejar salir a la creatividad, para preguntar, para escuchar, para observar. Tiempo para relacionarnos." Aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información, nos decía Einstein

 No es necesario conocerlo todo, pero sí que es muy necesario profundizar en algunos "algos" trascendentes e importantes para el devenir de la educación.

Algunas frases nos hacen mucho daño: "Vamos, que pareces el caballo del malo. Venga que no tenemos todo el día. En lo que tus haces uno, tu hermana ha hecho tres".

Hemos de tener mucho cuidado con lo que sale de la boca, tanto de los maestros como de los padres, dado que antes de tener una buena autoestima necesitamos una heteroestima, y es muy difícil creer en uno mismo cuando están todos enviándote mensajes negativos.

Necesitamos una slow education, porque la infancia es un viaje no una carrera. Hay que aligerar las mochilas de peso, los currículos de contenidos?, ¡necesitamos ir ligeros para llegar lejos!

 "Un niño fue a un cementerio y tiró su mochila escolar sobre la tumba de su mamá y dijo emocionalmente llorando:

- Suficiente mamá, ya dormiste bastante, despierta y ven conmigo mañana a la escuela y le das una respuesta a la maestra, que le gusta decir: Tu madre es muy descuidada, te manda a la escuela sin almuerzo, ni siquiera te viste bien y no te ayuda con la tarea. La vida sin ti mamá no es lo mismo".

A estas mechas, ¿podemos conocer a nuestros alumnos? ¿sabemos cómo se sienten? ¿qué les pasa en su casa? ¿Sabemos qué hay detrás de esos ojos ojerosos?, ¿de esa mirada sin brillo?, ¿de eso que llamamos distracción??

 ¿Tomamos tiempo para lo importante?, o ¿seguimos ahogados por lo urgente?  Hay que respetar los ritmos de los alumnos, el atender a la diversidad también va de eso. Hay niños que procesan más lento, que piensan más despacio, o simplemente que están viendo otras cosas más atractivas en ese momento,

 Sí, lo sé, a alguno le falta alguna revolución, y va al ralentí?, Pues habrá que echarle el combustible adecuado, y empujarle suavemente un poco, pero sin pasarnos.

En muchos países la educación no comienza hasta los 6 y 7 años, y luego son países que nos pasan en los informes Internaciones sobre educación. Cuando una vez, comenté en uno de estos países que en España empezábamos la educación a los tres años, me decían "You rush the babie" aceleráis a los bebés. Los niños necesitan tiempo y espacio para jugar. Jugar no es un lujo, es una necesitad nos dice Kay Redfield Una slow education debería ir acompañada de una slow life. La vida familiar también debe ir más lenta. Más no es mejor, y más rápido tampoco lo es. Podemos ir caminando más despacio, aparcar un poco más lejos para caminar más, comer lento y así comeremos menos. Tomarnos tiempo para hablar con nuestros vecinos.  Slow education debería llevar parejo light backpacks. Es decir, mochilas ligeras.

Es un movimiento que revindica el proceso frente al resultado, su precursor fue Carl Honoré. Algunas de sus propuestas son

  • Alfabetización ecológica: educación para un mundo sostenible.
  • Creatividad: son más importantes los procesos que los resultados.
  • Conocimiento: se adquiere a través de cuestionar argumentos, reflexionar, escuchar y debatir.
  • Aprender ¨sin prisa¨ no requiere que todo se haga a paso de tortuga, si no centrarse en hacer las cosas bien y no en acabarlas deprisa. Se trata de disfrutar durante el aprendizaje, en lugar de vivirlo como un proceso mecánico. 

 Por ello, tengamos un poco de sentido común:

 Las programaciones están para cumplirlas, siempre y cuando el alumnado esté completando los aprendizajes.

Los primeros cinco minutos de clase pueden ser para conversar con nuestros alumnos. ¡Ojo!, conversar! No para sermonear, lo que se conoce como el TTTT (tedious teacher Talking time. O tiempo de aburrimiento mientras habla el profesor) , es decir dejar que  los alumnos hablen más que el maestro.

Prueba alguna vez a no llevarte al aula tu cartera; lleva sólo un texto, un problema, una noticia, una idea? seguro que podrá surgir hasta algo de magia.

Cuando expliques, hazlo despacio, pero sobre todo mira todo lo que puedas a sus caras, intenta adivinar un poco lo que piensan. Cuando consigas lo anterior intenta atisbar un poco lo que sienten.

Camina despacio por los pasillos, siempre y con la cabeza un poco alta, mirando a los ojos, saludando a todo lo que se mueva.

Nos dice Carl Honoré: Podemos dar una parte de la culpa del fracaso escolar a nuestra obsesión con la educación precoz con el énfasis en la presión por saturar de aprendizajes académicos cada vez más temprano y más rápido.

Y recuerda, cuando tengas prisa no enseñes, para.